Sentimiento único

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«¿Regina? ¿Dónde piensas que vas? Te dije que hoy, sin falta, te iba a enseñar a bailar el vals» le dijo Cora a su hija, viendo que esta ya estaba saliendo corriendo por la puerta del castillo.

«Pero, mamá, yo ten...»

«¡Sin excusas, Regina! Solo ven y acompáñame...¡Ahora!»

«Sí, mamá...» dijo ella suspirando con desanimo.

"¡Qué mal...hoy me voy a atrasar!" Pensó, pues no quería dejar a la hermosa rubia esperando, pero no tenía elección. Cora se dirigió al mismo salón en el que le había dado clases la última vez, abrió sus grandes puertas, y movió las manos, y enseguida aparecieron varios instrumentos en una esquina del salón, como el violín, un piano y otros instrumentos antiguos. Rápidamente miró hacia otra esquina del salón, y vio de pie, uno al lado del otro, a varios empleados. Movió los dedos hacia ellos, y estos se apresuraron, cada uno a un instrumento.

«Ven querida» dijo ella cogiendo la mano de su hija y llevándola al centro del salón, después movió los dedos, cambiando la ropa de montar por un vestido majestuoso y con mucho vuelo, todo blanco con detalles en marfil.

«En primer lugar, te presentas, como te enseñé...después tu pareja, que este caso seré yo, cogerá tu mano y la alzara un poco hacia arriba, y su otra mano reposará sobre tu cintura» dijo Cora haciendo los movimientos que describía.

«Tú lo acompañarás, moviendo tus pies de un lado a otro, así» dijo Cora de nuevo, guiando a Regina para que hiciera lo mismo

«¡Ay...Regina!» dijo impaciente apartando su pie dolorido

«Perdona, mamá, no soy buena bailando esto...»

«Se llama vals, Regina y con tiempo y ensayando bastante, aprenderás»

Después de algunas horas entrenando y pisando los pies de su madre que ya estaba al límite de la paciencia, Regina salió de allí de prisa, de nada que su madre la liberó. Estaba cansada de aquello, porque creía que no tenía dones para bailar el vals, pero sería obligada a ensayar hasta conseguirlo.

«¡Vamos Flecha! ¡Estamos atrasados!» dijo Regina guiando a su cabello fuera de los establos, montando en él y saliendo disparada hacia el bosque.

Al llegar cerca del riachuelo, a trote en su caballo, su corazón aceleró, pues estaba allí, sentada, mojando sus pies en el agua fresca del rio, la muchacha más bella que hubiese visto. En cuando descendió del caballo cerca de ella, Emma se giró, sonrió alegremente, se levantó de donde estaba sentada y enseguida le dio un abrazo.

«¡Pensé que no vendrías más!» dijo Emma todavía abrazada a ella. Cuando Emma la abrazó, Regina la retribuyó con una enorme sonrisa.

«Perdona...me atrasé porque mi madre me obligó a aprender a bailar el vals, ¡juro que quería haber venido antes!» dijo ella separándose del abrazo

«¡Está bien! Sabía que vendrías, por eso seguí esperando» dijo Emma sonriendo. «¿Tu madre te obliga a hacer cosas que tú no quieres?» preguntó Emma, mirándola

«Sí...la mayoría de las veces...acostumbra a ser muy controladora...y entre nosotras, Emma...no me gustó bailar el vals...no he nacido para eso...» dijo Regina con una sonrisa torcida.

«En realidad, es muy sencillo....» dijo Emma, colocando una mano en la cintura de Regina y la otra mano en la de la morena, levantándola lentamente.

«¿Sabes bailar el vals?» preguntó Regina mirándola

«Mi padre solía enseñarme...porque siempre se lo pedía...siempre me gustó ese baile, pero nunca creí que conseguiría bailar...después de mucho esfuerzo y de los pies doloridos de mi padre...» sonrió «¡aprendí!» dijo Emma guiando y Regina siguiendo.

«¡Ay...esa dolió!» dijo Emma sonriendo

«¡Lo siento mucho Emma! Te dije que era pésima...» dijo Regina deteniéndose y mirando hacia abajo tristemente

«Hey...no pasa nada, todo está bien...el vals es como...memorizar una canción o algo parecido...parece difícil, pero solo tienes que aprenderte los pasos...» dijo Emma colocando el dedo índice bajo el mentón de Regina y alzándolo para poder mirar los intensos ojos marrones «Así...te voy a enseñar» dijo ella guiando a la morena de nuevo de un lado a otro. «Un, dos...un, dos...un, dos...» susurró Emma suavemente, mirando para los pies «Ves...¡lo estás consiguiendo!» dijo de nuevo mirando a Regina con una sonrisa dulce

«¡Es verdad! ¡No me lo creo!» dijo Regina sonriendo y mirándola también. Se quedaron ahí un tiempo, mirándose perdidamente mientras bailaban, estaban tan cerca una de la otra que podían sentir sus respiraciones.

«¡Eres...increíble, Emma!» dijo Regina mirándola con expresión encantada. Como respuesta, Emma le dio la sonrisa más linda que Regina había visto.

«¡Ahora...el gran final!» dijo Emma en tono divertido

Regina la miró confusa y enseguida, Emma curvó el cuerpo de Regina para atrás lentamente. Regina acompañó el gesto y después, poco a poco, fueron subiendo lentamente. Ahora estaban ambas de pie, en la misma posición, mirándose una a la otra con una intensa mirada. Se quedaron segundos así hasta que Emma, en un impulso, rodeó la nuca de Regina cariñosamente y quebró la mínima distancia entre ellas, pegando sus labios rápidamente, como si ya tuviese el deseo de hacer eso desde hacía días. Regina se estremeció cuando notó la lengua de Emma invadir su boca, pero lo aceptó todo con el mayor cariño. Emma colocó su mano en la cintura de la morena, mientras que con la otra acariciaba su nuca, Regina, sin embargo, estaba en shock y no movió un músculo. Los rostros se movían en sincronía, en medio de respiraciones ahogadas. Cuando el aire se hizo extremadamente necesario, se separaron.

«Yo...yo...tengo que irme» dijo Regina como si se hubiese despertado de una hipnosis.

Caminó apresuradamente hasta su caballo y salió cabalgando de regreso a casa. Emma se quedó allí y esperó hasta que la morena desapareciera a lo lejos, con la mano en sus labios...enseguida montó en Encantada y regresó al castillo sonriendo apasionadamente. Mientras, Regina regresaba a casa a paso más lento, sintiéndose confusa, insegura, pero perdidamente apasionada.

Tuya, hoy y siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora