POSEIDÓN

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Finalmente llegó, tal como ella lo había predicho. Había salido del mar, adquirido forma humana y renunciado a la seguridad y magia del océano. La observé desde lejos, con un odio enorme. Ellas me habían destinado a una vida llena de tormentos, me encerraron en la peor cárcel que conocí, donde no tenía poder alguno, en un cuerpo frágil... humano. Su madre me traicionó.

Ahora obtendría mi venganza. Haría sufrir a toda una colonia si implementaba mi plan a la perfección. Y nuestra nueva inquilina iba a ser la víctima.

La hechicera había predicho, una noche nublada y tormentosa, que su llegada era inminente. Desde aquel día, no hice otra cosa que planear mi venganza. No iba a ser nada fácil, porque la sirena no tenía idea del inmenso poder que poseía y que no se había desvanecido al convertirse en humana. Eso sería un obstáculo. Aun así, me sentía capaz de sobrepasarlo.

—Tranquilízate —dijo una voz que venía de un rincón de la habitación.

—No puedo. Ya llegó. La fui a ver y estuve a punto de... —Volví a temblar de excitación. Aunque la odiaba, tener cerca a esa sirena, observar su esbelta figura, ese hermoso y perfecto rostro... Es igual a su madre, y aquello despertó sentimientos que pensé que ya había enterrado—. Busqué por todos lados algún amuleto de protección que su madre le haya dado, pero no encontré nada. Al parecer no va a necesitarlo. Marina utilizó su poder.

La bronca que tenía en la voz era fuerte.

—Si no te calmas, echarás todo a perder —me advirtió la mujer—. Ambos estuvimos esperando este momento. Debemos ser pacientes y esperar la oportunidad adecuada.

No podía verla. Se continuaba ocultando en la oscuridad.

—¿Cuándo voy a verte? Desde que nos conocimos no has hecho otra cosa que ocultarte.

—Cuando sea el momento correcto, me mostraré. No te dejes llevar por el odio que sientes. Entiendo perfectamente tu posición y sé lo que quieres recuperar pero, si actúas sin pensar, estropearás todo.

—¡Es que no puedo más! —grité golpeando con un puño la mesa que estaba frente a mí.

—Toma —dijo la mujer arrojando una bolsa de papel madera—. Sabía que esto podía suceder, así que he preparado algo especial.

Abrí la bolsa y encontré varios frascos con un líquido verde.

—Esto calmará un poco tu ansiedad. Tómalo y, por un tiempo, mantente lejos de ella. Lo que hiciste anoche fue muy imprudente. Si la matas, lo que puedo llegar a hacerte a ti va a ser peor que la cárcel donde ellas te metieron.

—Sal de las sombras. ¡Muéstrate, hechicera!

Me levanté de la silla y caminé hacia el lugar de donde provenía la voz. Al acercarme, recibí un golpe de aire helado que me arrojó al otro costado de la habitación.

—¡Te he dicho que por ahora no! Por Dios, me cuesta creer que hace años eras aquel ser imponente. Ahora eres... un mero humano sin ninguna capacidad extraordinaria.

Me faltaba el aire.

—Tómate uno de mis brebajes.

—¿Cuánto tiempo más?

—Paciencia. Todo va a suceder más rápido de lo que piensas. Ya empecé a trabajar en sus sueños.

—¿Qué ganas con todo esto?

—Volver... Ahora, descorcha el frasco y tómate el brebaje.

Me acerqué a la mesa, tomé un frasco de la bolsa y bebí aquel líquido verde de un sorbo. El estómago empezó a rugir. Grité. Hacía tiempo que no sentía un dolor así. Me temblaba el cuerpo y parecía como si estuviera encerrado en un cubo de hielo. La hechicera solo se limitaba a mirarme.

EL RENACER 1: El llamado de la sirenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora