POSEIDÓN

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La oscuridad helada y vacía me rodeaba. Estaba consciente, pero a la vez me sentía dormido, bajo un sueño del cual quería despertar. Podía decir que me sentía como antes de nacer, pero aquella vez estuve rodeado de luz y poder. Esta vez me sentía débil y sin ganas de vivir. Me sentía aislado del universo, solo y al borde de la muerte. Sin embargo algo me atraía, algo me tiraba hacia la vida y no me iba a dejar escapar tan fácilmente.

Traté de abrir los ojos, pero no los sentía. ¿Tenía cuerpo? Me pareció sentir mis brazos y piernas moverse, pero tal vez fuera todo una ilusión. No podía afirmarlo. No podía ver nada a mi alrededor. Traté de invocar mi poder, pero no pasó nada. Traté de hablar, pero no salió ningún sonido.

Sentí miedo, porque sabía dónde me encontraba. Y sabía que jamás iba a poder salir. Aquella cárcel la había construido en mis tiempos de gloria. Escuché a lo lejos almas en pena que querían cobrar venganza por el destino al que los había sometido. No podían alcanzarme. Lo que hacía esta cárcel era separar a cada ser de una forma que no pudieran verse ni tocarse. Al hacerlo, se sentirían mejor y así no era como quería que funcionase.

El ser de luz me había condenado a una eternidad en mi propio infierno. Al haberla construido yo, sería lógico que fuera el único que podría abrirla. Tal vez lo hubiera podido hacer si tuviera todo mi poder. Tal vez no. Nunca lo sabría.

Quería morir, pero este lugar me mantendría vivo para siempre. Estaba condenado a una eternidad de sufrimiento.

Susurros. Susurros de algún lugar... acercándose. No entendía lo que decían, era una lengua desconocida para mí. De repente los sentí a mi alrededor, acariciando mi alma, entregándome... esperanza.

Los susurros se hicieron más fuertes y comenzaron a pegarse contra las paredes invisibles de la cárcel, tratando de quebrarla de alguna forma. Todo temblaba, y me aturdía. Pero me ayudaban y por aquella razón, aguantaría.

Finalmente, cesaron. ¿Se habían dado por vencidos? ¿Dónde estaban? ¿Y mi libertad? Me desesperé. La esperanza en mi alma se estaba por evaporar cuando vi una luz a lo lejos. Me fui acercando y con cada centímetro, saboreaba la libertad. Las almas en pena se estaban quejando porque a ellas no les tocaba la liberación. ¿Quién me había liberado? ¿Y por qué me había ayudado?

Llegué a la luz y vi mi tridente. Lo tome y sentí un choque de electricidad recorrer el alma. Luego, un golpe de luz me pegó en el pecho y me dejó inconsciente.

Cuando recuperé la consciencia, me encontraba en el fondo del mar. Me sentía poderoso, lleno de energía. Me miré el cuerpo y vi mis grandes músculos y mi cola de tritón. Tenía el tridente en la mano, que seguía entregando energía a mi cuerpo. Lo levanté y me elevé. Salí del mar con una explosión y a medida que me elevaba en el aire, sentía mi cuerpo expandirse.

Grité de alegría. Mi venganza iba a poder completarse.

Sí,Poseidón había vuelto.    

EL RENACER 1: El llamado de la sirenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora