LUCÍA

151 30 4
                                    

Gracias por venir, Lucia. No aguanto más.

La mujer de pie frente a mí presentaba un estado demacrado. Tenía los ojos inyectados en sangre, las ojeras muy acentuadas, las mejillas hundidas y los labios lastimados. Estaba tan delgada que el vestido le quedaba grande.

—¿Qué sucede? —pregunté.

—Hace días que estoy teniendo unos sueños extraños. Desde nuestra última sesión, no paro de soñar con un lugar que es... paradisíaco.

—Descríbemelo.

—Veo un enorme castillo y varios caminos que conducen a diferentes... ¿colonias? No lo tengo claro todavía. Todo se encuentra rodeado de una increíble vegetación. Veo muchas flores que desconozco, pero son hermosas; una playa con arena blanca, y el agua del mar es cristalina. Las personas que veo son felices, les gusta nadar y pasan mucho tiempo allí o en los alrededores. El cielo está siempre despejado, el sol calienta con mucha fuerza, pero no molesta.

—Suena muy lindo lo que describes.

—Es precioso, Lucía. Pero... después... el apocalipsis...

La mujer comenzó a temblar. Tenía la vista perdida cuando rememoraba la pesadilla,

—El cielo se tiñe de color rojo —continuó—. El agua del mar se oscurece, se pone violenta y genera unas olas enormes, que golpean la orilla. Las personas gritan asustadas y corren buscando donde refugiarse. A muchas las traga el mar; otras, logran escapar para luego morir en manos de... de algo que no logro ver. Veo destellos blancos que se elevan hacia el cielo. No entiendo qué pasa a continuación, todo sucede demasiado rápido. La tierra tiembla, aparecen monstruos pero no sé qué aspecto tienen porque una sombra oscura los protege, Arrojan su ira contra el castillo y el lugar paradisíaco. A la tierra la comienza a tragar el mar. No puedo escapar, no puedo nadar. No me muevo. Y me desespero, me encuentro indefensa.

—¿Cómo termina la pesadilla?

La mujer se quedó mirándome. Estoy esperando que me dé la respuesta que deseo, porque tengo esperanza de que mi tratamiento esté funcionando. Tiene que recordar, es la única manera de enfrentar el futuro que se avecina.

—Alguien me salva y me lleva a un refugio pero, al llegar, un monstruo aparece y nos devora.

—¿Sabes qué es, realmente?

Asiente.

—Creo saberlo. No estoy segura.

—Muy bien. No es necesario que sigas. Descansa por esta semana. Todavía nos queda un trecho largo por recorrer.

La mujer me estrechó la mano y me agradeció la visita. Salí con el alma llena de esperanza. Estaba funcionando. Pronto despertarían.

EL RENACER 1: El llamado de la sirenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora