LUCÍA

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Se está haciendo cada vez más difícil—comentó Diana—. No quieren cooperar.

—Es cierto —siguió Horacio—. Muchos se encuentran infectados por la magia oscura de la hechicera. ¿Qué hacemos?

—Ella es muy poderosa —dije—. Nosotros tenemos una bruja poderosa, pero no quiero despertarla. Me temo que no es su tiempo todavía.

—¿Por qué no? La necesitamos. ¿Ella es tan fuerte como dices?

—Fue la que lanzó el hechizo que nos trajo aquí.

El grupo se sorprendió.

—¡Pues, tráela! ¡La necesitamos! La guerra se acerca y este grupo no va a ser suficiente para enfrentarla.

—No puedo. Si logro despertarla, el proceso puede terminar afectándola. Fue tanta la tristeza que le produjo realizar el hechizo, que se lanzó uno a ella misma. No quiere recordar.

—Entonces estamos perdidos —dijo Diana.

—No es así —continué—. Como verán, el hechizo que realizó en ustedes era muy poderoso, pero pudimos revertirlo. Este también se puede revertir, pero se necesita tiempo.

—¡Y es lo que no tenemos, Lucía!

—Calma. Si algo hemos aprendido en nuestras tierras, es que el destino siempre juega las mejores cartas. Tal vez no es momento de despertarla, sino de ver cómo podemos potenciar nuestros dones para hacer frente a la guerra.

—Somos un grupo muy reducido. ¿Cómo propones hacerlo?

—Todo se encuentra aquí —dije golpeando mi frente con el dedo índice.

El clima estaba fresco. En el aire se podía oler la tierra mojada que anunciaba que se avecinaba una tormenta. Miré al costado y vi unas nubes negras que se juntaban. Mañana iba a ser un día difícil, pero sabía que para la noche el cielo iba a estar despejado. El circo había elegido el día siguiente para llevar a cabo su primera función. Y ellos nunca se presentaban en un día lluvioso.

—¿Qué haces aquí, Lucía? —preguntó un hombre envuelto en la penumbra.

—Necesito tu ayuda, Rafael.

—¿Por qué debería ayudarte? — Las palabras eran susurros raspados que me daban escalofríos.

—Porque la elegida está en el pueblo.

Rafael se movió apenas un poco y parte de su hombro quedó en la luz.

—La elegida, ¿eh? La hemos estado esperando durante décadas.

—Entiendo que ella puede romper la maldición —indiqué—, ¿no es cierto?

No respondió. El silencio fue suficiente para confirmarlo.

—Me aseguraré de que venga mañana por la noche.

—¿Qué ayuda necesitas de nosotros?

Cerré los ojos y a través de mis pensamientos le hablé de la guerra que tendría lugar en unas semanas.

—Impresionante —dijo él.

—La misma hechicera que los maldijo será la comandante. No podemos dejar que gane. Si ella llega a tomar poder del pueblo...

—Entiendo.

—Entonces, ¿nos ayudarán?

Rafael tardó en responder, pero finalmente asintió.

—Muchas gracias —respondí.

—Ahora, retírate, por favor. Necesitamos montar el circo.

Me alejé de la plaza sin mirar hacia atrás, pero sentí la magia explayarse detrás de mí. Era tan poderosa que la percibí como una caricia en la espalda.

—Perdón, Marina...

EL RENACER 1: El llamado de la sirenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora