MARINA

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La sirena nadaba desesperada. Trataba de llegar a la isla antes de que la criatura pusiera sus garras sobre ella. Sentía pánico de no tener la posibilidad de llegar a la reina y comunicarle lo que había descubierto.

Pasaba por las rocas como un acróbata profesional, se metía a través de agujeros como un alfiler, iba con tanta rapidez que parecía que se iba a disolver.

No podía ver quién la perseguía, pero sí percibía su poder y sus ansias por la carne de ella. Oí un chillido que estremeció a la sirena. Giró la cabeza y vio a la criatura que la había atacado en la playa. Una leviat. Los ojos inyectados en sangre la acribillaban, la boca se abría y cerraba, mostrando dientes filosos.

Pero la sirena estaba alegre porque llegaba a los límites de La Atlántida. Una vez que pasara, el ser no iba a poder ingresar. Estaba a metros, podía sentir la poderosa magia del esplendoroso reino. La sirena extendió los brazos, tratando de tocar los límites, donde su magia la protegería.

Sintió un dolor agudo en las escamas. La sirena miró hacia atrás y vio que la garra de la criatura le había agarrado la cola. Trató de liberarse cuando la invadió otro dolor. La criatura la atrajo. La sirena chilló de dolor cuando su cuerpo empezó a ser desgarrado.

—¡NO! —grité.

Salté de la cama y corrí hacia la puerta, bajé las escaleras y salí a la calle.

—¡Marina! ¿Qué sucede?

Era Martín, pero yo no podía parar. Tenía que ayudar a mi hermana. Corrí a una velocidad que solo se podía equiparar a cuando nadaba en el mar. En cuestión de minutos llegué al muelle y salté. Al tocar el agua, aparecieron las escamas y aletas. En ese momento, oí unos chillidos a lo lejos y me di cuenta de lo que había hecho. Nadé hacia la orilla velozmente, sentí las garras cerca de mí. Salté a la superficie de un impulso y caí en la orilla.

El golpe fue fuerte pero estaba a salvo. Oí chirriar las ruedas de un auto. Cerré los ojos e hice que mis piernas aparezcan. Las escamas se esfumaron al instante.

—¡Marina! —gritó Martín.

—¡Aquí estoy!

Al llegar a mi lado, me vio empapada y se sacó la campera que tenía puesta y me rodeó con ella.

—¿Qué te pasó? ¡Saliste como loca!

—Una pesadilla...

—Pero... ¿qué pesadilla fue que te impulsó a salir de casa y correr por todo el pueblo? ¿Qué sucedió?

—Fue... demasiado real.

¿Qué podía decirle? Había tenido una visión después de tanto tiempo. Una leviat había atrapado a una amiga. Pero esa era diferente. Mucho más grande y, al parecer, con más poder. ¿Qué estaba pasando en el océano? ¿Qué quería advertirle a mi madre?

Miré a Martín a los ojos. Por primera vez, tenía la necesidad de que la puerta a mi alma se abriera y poder contarle toda la verdad. Pero no sucedió.

—¿Puedo preguntarte algo?

—Lo que quieras —respondió.

—¿Te acuerdas de lo que te preguntó Nixie?

—Mmm, no.

—Sobre si alguna vez habías visto algo raro... en el mar.

Martín me soltó y giró su cabeza hacia el mar.

—Sí. En ese momento no quise decir nada, ya que es algo privado. Tampoco sé si vi algo, pero me sucedió algo raro un día.

Me acerqué y le acaricié el brazo.

EL RENACER 1: El llamado de la sirenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora