LUCÍA

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La oscuridad se había asentado en la Lucila del Mar. Al llegar al centro del pueblo, aparecieron nubes grises, que ocultaron el cielo estrellado y no dejaron que la luz de la luna pasara. Los focos de los faroles se encendieron al instante, pero su luz no tenía fuerza ya que el poder de las sombras apagaba cualquier atisbo de luminosidad.

El viento soplaba y agitaba los árboles con violencia. La temperatura bajó abruptamente cuando divisé el muelle. Oí un grito a mis espaldas. Me di vuelta y vi a una mujer rodeada de tres sombras. Estaba arrodillada y tenía las manos en la cabeza. Las sombras tenían el poder de hacer que uno se perdiera en la infinita oscuridad. Era desesperante, porque no se podía escuchar más que la propia respiración y los latidos del corazón. Si gritabas, se sentía el desgarro en la garganta, pero no el sonido. Las sombras no tomaban la vida sino que uno entregaba su alma frente a la desesperación. Tomaban como un contrato el solo hecho de que uno pensara que entregaría el alma para poder salir, y ellas la internaban en el sufrimiento eterno ubicado dentro de sus cuerpos. Por eso tenían tanto poder, las almas en pena les otorgaban fuerzas.

Cerré los ojos y pedí fuerzas a la madre naturaleza. Dejé que su luz se manifestara en mis manos y apunté hacia las sombras. Un destello dorado salió disparado de mis manos y se dividió en tres al llegar a la mujer, y aterrizó en el centro de las sombras. Estas se disolvieron y las almas en pena fueron liberadas y se elevaron al cielo, cuando otra sombra apareció y las succionó. Traté de disolverla, pero se mezcló con la oscuridad del pueblo.

Caminé hacia la mujer y la ayudé a levantarse.

—Muchas gracias —dijo.

—De nada, linda. ¿Te sientes con fuerza?

—Eso creo. —Abrio los ojos y miró a su alrededor. Luego giró la cabeza y apareció una sombra de reconocimiento en sus ojos—. ¿Qué estoy haciendo aquí, Lucía? ¿Finalmente lo conseguimos?

Había recuperado la memoria, sabía que era un atlante.

—Sí. Pero ahora tenemos otro problema.

—¿Cómo puede ser que hayamos elegido un lugar tan oscuro?

—La Lucila del Mar es un pueblo lleno de magia blanca. Pero en estos momentos las fuerzas oscuras la están atacando. Ve a tu casa y protégela con un escudo. ¿Te acuerdas de cómo hacerlo? —La mujer asintió—. Perfecto. Luego conéctate con el universo y pide luz, la mayor cantidad que puedas. Necesitamos proyectarla en el pueblo.

—Muy bien. ¿Y usted hacia dónde se dirige?

—Al muelle. Tengo que detener a la fuente de la magia negra.

La mujer me abrazó y me deseó suerte.

Cuando giré, vi una figura negra corriendo hacia mí. Era grande y agitaba sus brazos hacia delante. Dio un salto y el cuerpo comenzó a convulsionarse. Las piernas se dividieron y se transformaron en tentáculos; las manos en garras, y en la joroba le salieron aguijones filosos que le sobrepasaron la cabeza, que se deformó, mostrando un cráneo azul oscuro. Las pupilas de los ojos se agrandaron y cambiaron al color amarillo. Unos incisivos punzantes reemplazaron los dientes. Emitió un chillido, golpeó sus garras entre sí y generó una ventada fuerte que me tiró al suelo. Los tentáculos me envolvieron las piernas y me arrastraron hacia la criatura. Agité las manos y le envié luz, pero no logré hacerle daño. El estómago se le abrió y apareció una boca con dientes puntiagudos que se cerraban y se abrían para devorarme el cuerpo.

No tenía escapatoria. En segundos, estaría dentro del estómago de la criatura si no hacía algo. Cerré los ojos e invoqué la magia de mis ancestros. Sentí cómo se me calentaban las manos y se preparaban para disparar. Abrí los ojos y desprendí agua hacia la criatura. Luego el cemento de la calle se rajó y de las resquebraduras salieron unas algas marinas que envolvieron a la criatura y la apretaron con fuerza. Chilló hasta caer desmayada.

EL RENACER 1: El llamado de la sirenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora