LUCÍA

99 18 2
                                    

Estaban aturdidos, cansados. Los había hecho pasar por muchos recuerdos y ahondé en sus mentes hasta encontrar la luz dorada que tuve que sacar a la superficie para que recordaran.

Durante meses los estuve visitando, hasta que finalmente se dieron cuenta de que algo no andaba bien en ellos. Tenían recuerdos vagos de una vida pasada, pesadillas de una ciudad en destrucción y una guerra sangrienta.

—Gracias —dijo Horacio—. ¿Dónde estamos?

—En la Lucila del Mar —respondí.

Parecía sorprendido. Caminó rápidamente hacia la puerta de entrada de la casa y salió. En el jardín delantero, se puso a observar el cielo, la calle del pueblo y su vegetación.

—Increíble —dijo—. ¿Es este el pueblo del que habla la profecía, Lucía?

—Así es —respondí.

—Pero, ¿qué nos ha sucedido? —preguntó Diana, que se encontraba detrás de mí.

No respondí, porque la verdad los pondría furiosos y querrían atacar a la responsable de inmediato

—¿Cómo sobrevivimos tanto tiempo? —preguntó Horacio al entrar.

—Magia —respondí.

—No entiendo.

El grupo comenzó a murmurar sobre épocas pasadas y el hechizo que una bruja había lanzado para salvar a la Atlántida. Pero no comprendían cómo los había afectado.

—No es momento de respuestas —dije—. Necesito que estén entrenados.

—¿Qué se avecina?—preguntó una mujer que yo no conocía.

—Una guerra.

—¿La guerra de la profecía? —preguntó Diana.

—No. Veo una poderosa guerra avecinarse y el pueblo entero está en peligro.

—¿Y la elegida? —volvió a preguntar la mujer que yo no conocía.

—Su vida también corre en peligro. Hay fuerzas oscuras que la están contaminando y yo no logro ayudarla. Sé quién la está infectando, pero no puedo contrarrestar su magia.

—¡Así que se encuentra aquí! —exclamó Horacio sorprendido—. Me gustaría conocerla.

—Lo mejor será que nos mantengamos al margen —aconsejé—. No es consciente de todo su poder y lo que representa para el pueblo. La puedes llegar a asustar.

—Pero, Lucía... tiene que conocernos —sugirió Diana—. Debemos guiarla.

—Todavía no es el momento.

—¿Qué haremos mientras esperamos?

—Como dije: entrenar. Es hora de formar el círculo de poder y comenzar a reponer las energías perdidas.

Nos sentamos formando una ronda. Nos tomamos de las manos y comenzamos a recitar el cántico del poder.

EL RENACER 1: El llamado de la sirenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora