POSEIDÓN

96 17 2
                                    

Abrí los ojos. Me sentía muy entusiasmado por lo que había hecho. Si bien no se acercaba ni remotamente al extraordinario poder que tuve en mis momentos de gloria, había podido exteriorizar algo y, lo mejor, había asustado a Marina. Aquel mensaje enviado a través del viento fue increíble. Con la mente pude ver cómo se transportaba, deslizándose por el pueblo entero, chocándose contra árboles y estructuras. Pero su magia era poderosa y nada iba a poder detenerla.

Llegó y logró su cometido. Ahora que había exteriorizado parte de mi poder, ¿qué otra cosa podría hacer? Si pudiera lograr manifestar energía en mayor volumen, tal vez algún día volvería a ser yo mismo. Aunque aquello tomaría más tiempo que el plan que había trazado con la hechicera. Pero a la vez podría librarme del terrible contrato que había firmado.

—¿Cómo te sientes?

La hechicera estaba en un rincón de la habitación.

—Espectacular. Muchas gracias por enseñarme. Es hora de volver a actuar, ¿no?

—Exactamente. Ya estuve haciendo mi trabajo, pero todavía falta.

—Y ahora, ¿qué?

—Quiero dejar algo en claro primero —dijo—. Me traicionas, y créeme que lo sabré. Te destruiré por completo. No te mataré, pero podría enviarte a un destino mucho peor. Sé cómo ocultar tu poder, incluso más adentro, para que no puedas sentirlo. Serías un humano regular, sin ninguna posibilidad de hacer magia. Sin posibilidad de volver al mar. Y no solo te convertiré en humano, sino que te atormentaré con recuerdos de tu vida pasada. Y vas a querer suicidarte, pero mi magia te va a curar cada vez que lo hagas. Y así vas a seguir por toda la eternidad.

Me acerqué un poco, pero me detuve. Pensé que la hechicera iba a detenerme de alguna manera, pero no sentí nada.

—¿Qué sucede? —preguntó con esa voz arrogante que tenía.

—Es que... no entiendo...

—¿Qué es lo que no entiendes? ¿No querías conocerme?

—¿Qué cambió?

—No tengo por qué explicarte todo. Tengo mis motivos.

Sentí que la oscuridad que la envolvía se apartaba para mostrar a la hechicera, que dio dos pasos y se dejó ver.

—No puede ser.

Era imposible... ¿Cómo pudo engañarme todo este tiempo? ¿Cómo pudo... engañar a todo un pueblo?

—Quiero su poder, Poseidón. Lo ansío. Es la única forma que tengo para volver al mar. Una vez que lo haya logrado, te lo otorgaré para que liberes el tuyo. Quiero venganza.

Me senté en la cama junto a la poderosa hechicera.

—Esto es lo que haremos a continuación —dijo.

EL RENACER 1: El llamado de la sirenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora