Capítulo XIX: Cautiva

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Siento que mi cabeza quiere explotar. Quiero moverme, pero no tengo idea de dónde estoy. Mi cuerpo está, a lo largo, sobre una suave base; una cama, tal vez. Soy sorprendida por un pinchazo en mi brazo.

¿Me están inyectando algo?

—En cuánto despierte la ayudas a bañarse. —La voz de Dean retumba mis oídos, haciéndome abrir mis párpados sin cautela.

Estoy en shock.

Él está sentado a mi costado con una jeringa en su mano. Me incorporo débilmente de una cama amplia que está dentro de una habitación que claramente es el doble que mi apartamento.

—¿Qué me inyectaste? —cuestiono, mirando mi brazo derecho donde tengo un pequeño punto del cual sale un milímetro de sangre.

—Epinefrina —responde sin más.

Alzo mi mirada con confusión hacia él.

¿Epinefrina?

—¿Qué es eso?

¿Acaso me está drogando? ¿Y si es algo peor que eso?

—Tranquila, soy médico, sé lo que hago. —Se levanta.

—¿Qué esté tranquila? —suelto, con sarcasmo.

—Señor, ¿No cree que es mejor que coma algo primero? —Una voz femenina algo pasiva y tímida me hace buscar por la habitación hasta ver desde dónde proviene.

Desde una esquina, una mujer pelinegra, de estatura pequeña y delgada, con un traje negro de saco y falda, me mira con cautela. Su cabello está recogido hacia atrás. Sus brazos están rígidos pegados hacia su costado, parece un soldado a la espera de una orden de su superior.

—Descuida, primero que se asee y luego le traerás algo para que cene. —Sus palabras son como una tela de araña girando rápidamente, pegándose a todos los cuestionamientos que me he hecho desde que he despertado.

Llevo mi atención a Dean que está saliendo de la habitación sin voltear a mirarme. Es lo mejor. La puerta se cierra de golpe. Siento que estoy en el infierno. Suspirando, retrocedo hacia atrás y pego mi espalda a la cabecera de la cama. La mujer empieza a acercarse con una mirada sin expresión. Debe ser éste su trabajo, Dean ha mencionado mi aseo y es más que seguro que ella me acompañará en todo para asegurarse.

—Levántese, señorita, para poder ayudarla en su aseo. —Mantiene su hilo de voz tímida, mientras recoge la sobrecama que arropa la mitad de mi cuerpo. Al hacerlo, siento un frío que me estremece, haciéndome recoger mis piernas—. Es mejor que colabore no querrá que él se enoje.

Él.

Dean.

Como si fuera un reactivo para mi cerebro ante lo último que menciona, tristemente, me permite recordar la bofetada de Dean y su arrastre cruel por el suelo, agarrando mi cabello con fuerza. Tiemblo de impotencia por dejarme tratar así. Mis ojos se humedecen anunciándome que estoy por derramar lágrimas, pero miro hacia el techo para contenerme. Me toma un momento enfocarme en la pintura que lo decora, diría que es un tapizado de flores, pero es claro que es un trabajo a mano de diseño.

London © - [Serie Apariencias] [Libro #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora