Mi cuerpo me pesa. Tengo la sensación de estar bajo algo pesado que impide mis movimientos. El intento por luchar contra mis párpados y poder observar donde estoy me distrae solo por un momento hasta que las imágenes de un recuerdo ausente se proyectan en mí, arrastrándome al dolor vivo de tal escena. Mi hijo.
Despierto de golpe para ser cegada al instante por la luz, pero no más por mis lágrimas que nublan parcialmente mi visión. Cierro mis ojos nuevamente. No quiero despertar. La sensación de humedad que dejan mis lágrimas en su recorrido por mis mejillas me hace saber que estoy viva. Tengo miedo. Me siento sola. Siento que desgarran mi alma por dentro. Un dolor diferente a otro.
Ni un músculo se tensa, ningún hueso se rompe, nada absolutamente nada, pero sé que hay dolor más insoportable que cualquier otro. Mi corazón se siente vacío. ¿Acaso ésta es la sensación que siente una madre al perder su hijo?
—Despierte, señorita. —Una voz femenina interrumpe mi ahogamiento interno—. Tiene que comer algo por su propio bienestar.
¿Mi bienestar?
Qué sabe ella de eso.
Solo quiero no despertar.
Que todo termine.
—Por favor —suelta.
Suspiro.
Entonces, escucho su voz resonar en mi cabeza. La odio. Quiero matarla. No quiero escucharla. Por favor, no. Por favor...
No dejaré que tengas un hijo de él.
Y luego mi grito.
—¡No! —Mi grito se vuelve claro. Ya no es un pensamiento ni un eco. Es real. Abro mis ojos por el pánico.
Miro a la señora que lleva traje de enfermera parada a mi costado. Sigo mirando por la habitación y caigo en la confirmación de que estoy en un hospital. ¿Quién me trajo? Tan cerca de mi pregunta llega mi respuesta. Random.
Sí, debe ser él.
—¿Dónde está? —pregunto desesperada.
La enfermera me mira con ojos inexpresivos. Niego con mi cabeza. ¡Estúpida¡ Deberías preguntar por tu hijo, aunque ya sabes la respuesta.
—Mi hijo. —No puedo decir más.
Me duele.
Maldición cómo hago para que este dolor no esté. Me ahogo y no hay nada más que pueda ser peor que esto.
—Mi niña, no sobrevivió tu angelito. —me informa, con una expresión caída y con pena quizás.
Me arranco las ganas de no gritar a lo único que le doy permiso son a mis lágrimas, sabiendo que eso no me lo devolverá. Nunca.
—¿Y él? —Suspiro.
Niega con su cabeza.
Tal vez piensa que sigo preguntándole por mi hijo. Aclaro mi garganta para informarle sobre a quién me refiero.
¿Qué le diré?
Mi novio.
Mi esposo.
Mi amante.
El padre de mi hijo.
Nada, ninguna de las anteriores me parece viable. Tal vez la última es más clara, pero muy dentro de mí omite decirlo así que, solo digo su nombre.
—Random.
La señora coloca en su rostro una expresión de pena más notoria. Intento procesar lo que quiere dar a entender con aquello, pero termino por pensar que su expresión se debe a que sus facciones faciales le dan para verse así todo el tiempo. Es algo nato. No tiene ningún mensaje oculto su gesto.
No, claro que no.
Me repito una y otra vez mentalmente, mientras la veo sacar del bolsillo de su traje un papelito que termina por extendérmelo.
—Él dijo que cuando despertarás te lo entregara.
Con la mano temblorosa tomo el papel y desdoblo con cuidado. Reconozco su letra. Desearía no haberlo hecho.
Si estás leyendo esta nota estoy muerto. Juro que quería estar ahí para cuando despertarás. Juro que me destroza saber que nuestro hijo está muerto, pero vengué su muerte. Mi muerte debió de valer de algo.
No quiero recordarte el nombre del hijo de puta a quién a estás horas debí matar, pero él regreso. Amenazó con matar a mi hermana y he ido tras su rescate. No regreses a donde fue mi hogar un día. Te quiero lejos de lo que un día fue mi vida. No quiero destruirte más. Tú te mereces algo mejor.
Al final de la nota te dejo un número de cuenta. Antes de que llegáramos a Hawaii arreglé una cuenta para ti con una suma importante para emergencias. Tal vez, sabría qué algo como esto podría ocurrir. Por favor, vete lejos de aquí.
Te amo.
Y juro que lo estaré recordando en mi último minuto de vida.
—¿Qué ocurre, señorita? —La enfermera llama mi atención. La veo por segundos antes de que mis lágrimas le muestre a ella que estoy rota.Rota de mil formas posible.
No quiero creerlo.
No así.
Tengo que ver su cuerpo.
______________________________________
✓Cuarto capítulo de la maratón de hoy. Y posible adiós. Tal vez el capítulo que siga sea el epílogo.
ESTÁS LEYENDO
London © - [Serie Apariencias] [Libro #2]
Romansa[ADVERTENCIA: Debes leer Random para poder leer esta parte.] London era un chica buena: No rompía ningún plato en su casa, tampoco en la calle. No bebía. No fumaba. No salía de fiesta. Era cari...