Ver a tu hermana darle una bofetada a la futura madre de tu hijo no es para nada una situación que me esperaba.
—¡Emma, detente! —grito, mirando rápido hacia el pasillo por donde viene Amy corriendo.
Antes de que pueda ocurrir algo más, ingreso al cuarto y me apresuro en agarrar a Emma por la cintura y ubicarla lejos de London.
—¡Déjame, Rod! —Se queja, clavando sus uñas en mis brazos— ¡La maldita empezó!
Miro a London de inmediato con la expresión en su rostro de no creer lo que está pasando. A la vez que, lleva su mano a su mejilla, acariándola para apaciguar el dolor.
—¿Mamá? —La voz de Amy invade el lugar.
Miro hacia la puerta, y no soy el único a quién eso toma por sorpresa. El calor de la discusión se ve aplaca por mi pequeña.
Veo que mira confundida la escena. Suelto a Emma, quien se tranquiliza y recupera compostura, dirigiéndose directo a Amy para tomarla en brazos y salir del cuarto.
No tengo que preguntar a qué se debe tal comportamiento por ambas, lo sé. Me instinto lo sabe.
—Ella tiene razón. —Mi pensamiento se ve irrumpido por la voz de London.
Vuelvo mi rostro hacia ella. Apega su espalda a la puerta del baño y se deja vencer al suelo, cayendo sentada con la mirada perdida en la nada.
—¡Maldición! —protesto.
Me acerco a su lado y me siento frente a ella. Acuno sus delicado rostro con mis manos y la obligo a mirarme.
En sus ojos azules puede ver tristeza. Un tela cristalina acuosa que los cubre, dejándome ver que está por derrumbarse.
—¿Qué te dijo mi hermana? —inquiero.
La miro expectante. Necesito una respuesta, London. No puedo suponer nada. Quiero que me lo digas tú.
Y como si mi mirada le diera a entender mi batalla interna, responde:
—Sabe que fui la amante de Dean. —Se congela mi tiempo en los pocos segundos que dice la frase.
Siento sus manos retirar las mías de su rostro. Sin dejarnos de ver el uno con el otro, somos incapaces de afrontar esto. Sabía que mi hermana podría saberlo, pero eso solo me confirmaría una cosa.
—Dean se ha puesto en contacto con Emma. —Irracional de lo que digo, me levanto y le extiendo la mano a London para que se apoye y pueda levantarse.
Lo hace.
Al sentir su tacto, me veo sorprendido por un leve temblor en su piel. Está asustada. El simple hecho de pronunciar tan solo ese nombre la aterra. No quiero ni imaginar qué hizo ese desgraciado con ella.
No le doy tiempo a reaccionar, una vez levantada, la abrazo. Su aroma, su suavidad, su energía, su fragilidad, su todo... se reclama por mi protección.
—Vendrá por nosotros —susurra, en quiebre, cerca de mi cuello.
Reafirmo mi agarre. Mis brazos encajan perfectamente como cadenas a su cuerpo, pero esta vez no serán de condena... Esta vez, será de salvación.
Desde un inicio, desde el día en que me conociste, fuiste a mí a quien le esperabas una redención, pero no te diste cuenta que quién la necesita no soy yo.
La redención siempre ha sido de London, y tal vez te estás olvidando una que otra cosa que has pasado por alto, pero yo no te lo diré. No esperes más de mí de lo que puedo dar.
No cambiaré lo que soy. Nadie lo hace de la noche a la mañana. Ni seré el prototipo de hombre perfecto que todas las princesas esperan, ni tan poco me creas que seré el golpeador que las mujeres resignadas aguantan.
Solo soy lo poco que tus ojos han querido ver.
—No, no lo hará. —Trato de convencerme a mí mismo con eso—. Y si llegará hacerlo, él o yo perecerá antes de siquiera tener la valentía de querer volver a tocarte.
Enrosca más sus brazos en mi cuello. La escucho suspirar. Rezo al mismísimo infierno que él no aparezca, porque preferiría estar en la cárcel pagando por su muerte antes de que le haga daño a mi familia.
—Tenemos que asearnos y comer —anuncio, mientras me separo de nuestro agarre y evidente desahogo.
Inquieta se apresura a limpiar con sus manos las lágrimas que en su rostro se han desplegado. Mi misteriosa, London. Qué hace que mi atención esté en ti. Lo hace todo, y a eso me refiero tu capacidad de no entregarlo todo en primer momento. Y no resalto a tu cuerpo, lo digo por el receloso misterio de mantener tu vida personal en secreto.
Cuántas chicas no lo entregan todo en un día. Cuentan sobre su familia, sus actividades, sus pasatiempos, qué hora están libres o no a un desconocido que en unos meses se pueden estar despidiendo de ellas.
Chiquillas, si supieran la importancia grande que le tomamos los hombres a esas mujeres que no exponen mucho de ellas. Las que se aseguran si son el correcto para poder presentarlos a su padres, y no somos el quinto han presentado en el año. O en un hecho más simple, las que se aseguran de no estar el cien por ciento libre cuando le decimos esta noche quiero verte.
—¿Y dónde nos asearemos? —En su mirada salta la duda, girando levemente hacia tras y viendo la puerta del baño.
Antes de que saque cualquier conclusión, le digo:
—Tenemos un cuarto para nosotros que aún no conoces.
Gira y su sonrisa aparece en alivio. En su mejilla está la marca que le propició mi hermana. Empuño mi mano de rabia. ¿Cómo se atrevió Emma a golpearla? Ella sabe que London está embarazada.
Al menos que sepa de mi estadía en el hospital, por lo que sé es un secreto debido a que Frank no se atrevió a decirle algo, y piense que mi hijo es de Dean.
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✓Dentro de un par de horas se subirá otro capítulo.✓Siento los gritos venir, y no lo digo por la maratón.
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London © - [Serie Apariencias] [Libro #2]
Romance[ADVERTENCIA: Debes leer Random para poder leer esta parte.] London era un chica buena: No rompía ningún plato en su casa, tampoco en la calle. No bebía. No fumaba. No salía de fiesta. Era cari...