Escabullido entre los invitados con el fin de pasar desapercibido, escondiéndome entre los grandes pilares de mármol que rodean el salón. Todos vestidos con trajes de diseñador, elegantes y sostificados, dejando en claro que el dinero no es su principal problema. Y justo ahí, la veo a ella bajar de las escaleras.
Una elegante y tierna belleza, más hermosa de lo que recordaba. Mi corazón no pide permiso para dejar en claro su desesperación por estar a su lado. Imposible de domar, él me domina a mí y no me importa. Me da igual, porque está reaccionando ante la mujer que veo como una deidad.
Dean entrelaza su mano con la de ella. El cretino tiene una sonrisa que quisiera extinguir de su rostro a golpes. Quiero salir de mi escondite y gritar: London estoy aquí. Sin embargo, como un cobarde, solo observo. No es mi objetivo, no es a lo que he venido. ¿Observar nada más? No, definitivamente, no.
Estoy esperando el momento, el más adecuado, para tomarla y arrebatarla de su lado.
—Bienvenidos, todos —dice Dean, deteniéndose a unos cuantos escalones. Aún mantiene su agarre de ella como si llevara a su mujer. Pudo mirarla que tiene su ojos cansados, perdidos a un pensamiento infinito, analizando la situación, tal vez. Se ve como una niña desprotegida aun estando rodeada de personas.
Ella no quiere estar a su lado.
No, no... Ella es mía.
Maldita sea, ella es mía.
—Antes de que empiece la recepción... —Alza con sonoridad su voz—. Debo empezar por el principal motivo por el cual en esta noche están aquí.
Veo que introduce una mano en el bolsillo de su pantalón y de éste saca una pequeña caja roja y cuadrada. Mi imaginación vuela, pero es imposible no ser obvio a lo que eso representa. Ese detalle solo significa una cosa.
Pero, ¿En qué jodido momento ocurrió eso?
Dean lleva su atención a London que mira sorprendida la cajita. Él toma el rostro de la mujer que quiero y lo dirige a nivel de su mirar. Ambos se miran. Hay una intimidad, algo que golpea mi ego. Solo ella y yo teníamos ese contacto. Y ahora parece que a otro se la ha obsequiado.
¿Mi ausencia no pudo cambiar las cosas del todo?
Jodidamente, ¡no!
—London, cásate conmigo.
Y siento que disparan en mi pecho, pero no veo a nadie apuntando con un arma en mi dirección. Entonces, capto la consecuencia de mi dolor que a medida que aparece se vuelve más fuerte y profundo que la cicatriz que por justicia se ancla ahí.
*Tercer capítulo del maratón.
*Fin por hoy.
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London © - [Serie Apariencias] [Libro #2]
Romance[ADVERTENCIA: Debes leer Random para poder leer esta parte.] London era un chica buena: No rompía ningún plato en su casa, tampoco en la calle. No bebía. No fumaba. No salía de fiesta. Era cari...