Capítulo IV: Enemigo

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Dejo mi maleta en el piso para irme al sofá de Frank y descansar

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Dejo mi maleta en el piso para irme al sofá de Frank y descansar. Necesito relajarme, es una locura lo que me estoy permitiendo hacer por una mujer y por un enemigo a quien debo vencer una vez más.

—Realmente te gusta fastidiar a London —comenta Frank, mientras se dirige a la cocina.

Me parto de risa.

Recuerdo su cara de sorpresa al verme parado frente a la puerta de su apartamento. Y más, el hacerle creer que viviría con ella. Me estiro en la suavidad de los cojines. Es mejor ir con cautela, pero no podía contenerme en fastidiar las primeras horas de su día. La esperaba más agresiva... una fiera. Sé que se contiene, pero no falta mucho para que mis manos se deslicen en sus curvaturas.

—Bueno, es algo que me gusta hacer —digo.

Escucho que Frank licua algo. Me relajo y bajo mis párpados con el fin de descansar. No había dormido toda una noche por pensar en mi plan, pero sinceramente prefiero desvelarme con una mujer en mi cama que estar planificando cómo derrotar a alguien. Es enfermizo y contaminante para el alma hacerlo. Sin embargo, no queda de otra.

Cuando pienso en mi enemigo teniéndola en formas en las que no puedo, quiero golpear mi puño en su cara hasta que no quede nada.

Ella es mía.

—Ten tu desayuno, Rod. —La voz de Frank interrumpe mis más preciados pensamientos.

Alzo la vista a la bandeja de plata que está sobre mi cabeza que si optara por levantarme golpearía contra ella.

—Quita eso de mi radar —exijo.

En segundos, desaparece. Me siento aún con el cansancio adherido a mi cuerpo. Frank se sienta en el sofá de frente, dejando la bandeja con el desayuno en la mesa de centro. Miro a todo el cuadrante del lugar esperando ver un comedor, pero no hay nada que se le parezca. No tiene un lugar donde se pueda comer con propiedad los alimentos esenciales del día. No esperaba más, después de todo, es el apartamento de un soltero que se la pasa viajando. Y eso que tenemos el mismo trabajo, pero yo he aprovechado más mis recursos financieros.

—Deberías comprar un comedor pequeño —comento.

Me extiendo a coger la tostada que me ha preparado para llevarme un bocado a la boca.

—Para qué si solo soy yo quien vive aquí —dice con dificultad, mientras digiere un trozo de manzana.

—Ahora tienes compañia —le recuerdo.

—Recuérdame los motivos por los cuales te he aceptado aquí. —Me mira fijamente.

—Porque soy un ser muy agradable —bromeo.

Cojo el vaso que contiene un licuado de moras. Me lo tomo todo de un solo sorbo.

—Hazte el amnésico. —Se levanta—. Espero que cumplas con lo acordado o yo mismo haré lo posible por hacer que tus planes fracasen.

London © - [Serie Apariencias] [Libro #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora