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— ¡Mesa siete, nueva!
— ¡¿Cuál es la siete?!
—¡Tiene un cartel con el número siete, maldición!
Sook se disculpó repetidas veces antes de llevar el pedido a dicha mesa. Se encontraba en su nuevo trabajo de medio tiempo. No podía creer lo rápido que había encontrado uno, y lo mejor de todo, era que la paga era genial.
Se había vuelto mesera del Tuan's Tasty, uno de los mejores restaurantes de comida estadounidense de Seúl. Exactamente por eso se encontraba muerta de los nervios y, bueno, estaba más torpe de lo normal.
— Déjala respirar un segundo, hyung.— escuchó a un chico decir a su lado. ¿En qué momento había llegado? Y más que eso, ¿por qué se le hacía tan familiar?
— Sólo lo haré porque es un desastre. Tú.— dijo el chico, si no le fallaba la memoria, era el gerente del restaurante.— ve a tomarte un descanso y, por amor de Dios, relájate. Vas a ahuyentar a todos los clientes si sigues así.
La chica asintió antes de dirigirse a la sala de empleados. Era cierto, estaba demasiado tensa, era el primer empleo que tenía en el que requería ser ágil. Sook siempre había sido torpe físicamente.
— Hola.— miró a la puerta y se encontró con el chico de antes sonriéndole. Era alto, no tanto, pero más que ella. Tenía el cabello claro, obviamente teñido y su rostro era un poco alargado. Tenía facciones finas y sus dientes eran demasiado bonitos. Era guapo. Pero no tanto como Jungkook.—¿No soy tan guapo cómo quién?—preguntó el chico soltando una carcajada.
Rayos.
¿Qué clase de persona tonta dice lo que está pensando?
— ¿Q-Qué? Pfff, no se de qué hablas.— dijo la chica, muerta de vergüenza y abanicando su rostro para evitar ponerse más roja de lo que seguro ya estaba.
El chico volvió a reír antes de sentarse a un lado de Sook:—Soy Mark.
— Sook.— contestó viendo al techo, aún se sentía avergonzada. Demasiado avergonzada.
—Eso ya lo sé, tomatito.
¿Qué?:—¿Tomatito?
— Ya te lo había explicado antes. — comentó el chico haciendo un puchero con sus labios.
Un foco se prendió en la cabeza de la chica. Ahora lo recordaba. Claro que lo recordaba.
— ¡Oh por Dios! ¡Mark! ¿Cuándo volviste? ¡No he sabido de ti en años!— gritó la castaña golpeando juguetonamente el brazo del chico.