Luz

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CAPITULO 2

MIA

Siento luz infiltrándose por mis párpados. Aprieto con fuerza mis párpados y todo se vuelve más oscuro. Mi cuerpo pesa y apenas puedo moverme. Estoy muy cansada y tengo mucha sed. Escucho un repiqueteo que no me deja descansar; lluvia; agua. Agua. Incómoda muevo la cabeza intentando protegerme de las gotas. Quiero levantarme y saber dónde estoy pero parezco anestesiada; mi cuerpo no reacciona. Algo frió roza mi mejilla. Agua.

La cabeza me zumba y tengo nauseas. ¿Qué me pasó? El agua vuelve a mojar mi mejilla y me obligo a abrir los ojos.

Lo primero que veo es el cielo gris cubierto por las ramas de los árboles. Parece que estoy en un bosque. ¿Cómo llegué hasta acá?

Lentamente me siento. El suelo es un colchón de hojas secas y a mi lado hay un charco profundo. Me acerco y me limpio la cara con el agua. Cuando las gotas dejan de caer veo mi reflejo en un charco. Mi pelo largo es un desastre y mis ojos marrones muestran angustia.

¿Qué pasó? ¿Dónde estoy?  … ¿Quién soy? Pienso.

La única respuesta es mi reflejo y me quedó inmóvil esperando un milagro.

SIMÓN

La luz se filtra a través de la ventana y yo estoy inquieto en la cama. Hundo la cabeza en la almohada ignorando el despertador que no deja de sonar. Finalmente le doy unos golpes hasta que se calla.

Poco a poco me siento en la cama y me estiro. Muevo la cabeza e intento acostumbrarme a la luz de la mañana.  De pronto me mareo. Veo el piso levantándose y los colores borrosos. Un dolor agudo viaja por todo mi cuerpo. Pero lo soporto. Cierro fuerte los ojos y apretó los dientes. Así con los ojos cerrados veo un flash… Stephen alejándose.

Me saco los boxers y entro en la ducha. Intento que el agua me despierte pero una parte de mí no quiere entrar en razón. Busco unos jeans y una remera gris para cambiarme. Vuelvo hasta el baño y veeo mi reflejo en el espejo de la pared. Sin dudar adelanto el hombro y veo la marca negra en mi piel. Enojado golpeo el espejo que se quiebra y mi puño sangra. Me visto con una remera y cuando saco la cabeza la veo entre los quiebres del vidrio mirando fijamente mi espalda. Ya no hay nada que ocultar.

El canasto de ropa que carga cae con un golpe seco y mi mamá se tapa la boca para ahogar un grito. Sollozando se agacha para recoger la ropa esparcida por todo el piso. Yo sé que lo hace para ocultar sus lágrimas.

No soporto volver a verla de ese modo. Camino con paso tembloroso hacia ella y la ayudo a levantarse. Me rodea con sus brazos y se sujeta de mi remera para no caer. Acaricio su pelo que cae por sus hombros. Susurro palabras de consuelo y le ruego que se cuide; yo estaré bien.

Pasó una hora, tal vez dos pero ninguno se separó. Repaso cada uno de sus detalles para no olvidarlos jamás. Su aroma a limón, sus arrugas que rodeaban sus ojos almendrados como los míos y arrugas antiguas alrededor de sus labios que recordaban los momentos en los que reíamos. La extrañaría mucho.

Lo que más duele no es pensar en mi destino mortal o por lo que debería pasar los últimos días de mi vida sino en dejarla a mamá una vez más. Ya había perdido a Stephen ¿por qué merecía perder tan pronto a su último hijo? La impotencia me ciega; odio ser un juguete del destino.

Lentamente me separo de ella e intentando no escuchar sus súplicas armo un bolso. Doy una última ojeada a mi habitación para guardar en mi memoria lo que queda de mi hogar. Silenciosamente camino hasta a la puerta. Las maderas crujen bajo mis pies y cuando apoyo la mano en el picaporte escucho unos pasos de tras de mí.

-No lo hagas. Quedáte – cierro los ojos y guardo en su tono de voz en mi memoria. Sin darme vuelta respondo:

-No puedo hacerlo mamá. El destino ya me marcó y tengo que cumplir la misión.

- No me dejes sola. No estás obligado a cumplir tu…

-Mamá, necesita mi ayuda. No voy a dejar que muera sin tener una oportunidad de despertar.

-¿Entregando tu vida por la suya?

-¿Qué es lo que te sorprende? Eso hacemos los ángeles guardianes.

Giro el picaporte y salgo afuera. Es un día nublado y empiezan a caer algunas gotas. Sin mirar a tras, sin detenerme, cierro la puerta y camino hacia el Banco de Registros.

DespertarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora