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CAPITULO 6

Desvío mi mirada entre su mano y sus ojos.  Jadeo intentando de recuperar el aire y con temor miro los cuerpos pálidos que se encuentran a unos metros de mí. Vuelvo a mirar su mano y de vuelta a sus ojos. Es un asesino. Vi como mató a los tres monstruos en segundos y sin dudarlo. Vi la furia en sus ojos cuando mató al último. Pero salvó mi vida…

-Soy la única opción para que logres sobrevivir a este mundo. Si no aceptas mi ayuda morirás apenas me de vuelta.

-¿Qué quieres decir?

-Este lugar es peligroso. Te protegeré.

Lo miro dubitativa. No lo conozco, ni siquiera sé su nombre. Pero salvó mi vida. Él salvó mi vida. Algo dice que aceptar su ayuda no es seguro pero hay algo más fuerte que me grita que acepte. Mi instinto. Como si él fue enviado especialmente para mí. Me muerdo el labio intentando de decidirme. ¿Qué otras opciones tengo? No sé dónde estoy, ni mi nombre ni a dónde tengo que ir. Es un mundo totalmente desconocido y necesito a alguien que me guíe.

Hago un esfuerzo para pararme pero caigo agotada. Mi garganta me arde y siento cada musculo de mi cuerpo tenso. Estoy agotada. Él insiste en que tome su mano y me mira esperando a que la acepte. Es el momento de decidir. Sin volver a pensarlo la acepto y de un tirón me pone en pie.

-Soy Simón.

Es el momento en que debo decir mi nombre pero no lo recuerdo así que me quedo callada.

-Bueno si no te  vas a presentar pasemos a la parte…

-No tengo un nombre- lo interrumpo.

-¿Cómo que no tienes un nombre? ¡Todos tienen un nombre!

-Me refiero a que no recuerdo mi nombre. No recuerdo nada de mí.

-¿Nada? ¿Tu país? ¿Tu familia? ¿Tu edad?- a todas las preguntas muevo la cabeza. Él me estudia de arriba abajo y entrecierra los ojos exageradamente – Supongo que por tus arrugas y por algunas canas debes tener cincuenta años, aproximadamente.

-¡¿Qué canas?! – veo que el ríe y yo me cruzo de brazos.- Basta. No sé quién soy y no estoy de humor para que te burles.

-Bien, bien. Sólo hay una forma de ponerte una edad… ¿vos cuántos años crees que tienes?

Aquella pregunta me agarró desprevenida. Lo pienso unos segundos:

-Debo tener dieciséis.

-Perfecto, tienes dieciséis años. Ahora te doy un regalo tan valioso que nadie es capaz de dártelo,…puedes elegir el nombre que a vos más te guste.

-¡Pero yo quiero saber mi nombre verdadero!

-Por favor, no seas caprichosa. Te estoy dando un regalo y te quejas. Entonces eres Mía.

-¿Qué? ¡No soy tuya!

- Voy a llamarte Mía porque así dice tu anillo. Mía debe ser tu nombre.

Lo miro confuso y luego me miro la mano. Tengo un fino anillo de oro. Con esfuerzo me lo saco y leo que está grabado Mía con delicadas letras cursiva minúsculas. ¿Cómo lo leyó?

-¿Cómo…

-Ahora que esto está solucionado sigamos. No voy a perder el tiempo… ¿Alguna pregunta que tengas para hacerme?

¡¿Alguna?! Por mi mente vagan miles de preguntas ¿Dónde estoy? ¿Hacia dónde vamos? ¿Dónde está mi familia?... ¿Tengo familia?

Pasaron exactamente dos segundos cuando abrí la boca para preguntar, pero antes de que algún sonido salga de mi boca Simón me interrumpe.

-Qué bueno que no hay dudas. Ahora vamos- me dio la espalda y comenzó a caminar con grandes pasos - ¡Ya! – me sobresalto con el grito pero mis pies no se mueven. Cruzo los brazos e intento de mostrarme determinada.

-No me voy a mover.

Simón me mira y suspira. El sol está de tras de él apunto de esconderse. Con la luz desde ese punto parece más alto y con una espalda más ancha, su pelo rubio parece dorado y sus ojos están ocultos en las sombras.

-Como quieras… solo voy a decirte que tengas cuidado con el resto de los Desalmados; no se pondrán contentos cuando vean que sus familiares están muertos. Pero si podes enfrentarlos vos misma, mejor, no voy a tener que gastar energía.

Vuelve a darme la espalda y sigue caminando. Miro los cuerpos de los seres que intentaron atacarme a unos metros de distancia y me aterrorizo. Un escalofrío me cae por la espalda y miro fijo como Simón se aleja. Sin pensarlo dos veces troto hasta llegar a su altura mientras escucho su risa de satisfacción.

-Mía, quiero que estés preparada, va a ser un largo viaje.

-¿Viaje? Tengo miles de preguntas, necesito respuestas.

-Bien… voy a contestar todo pero no soy muy paciente así que te voy a explicar todo una sola vez y listo- lo miro con una mueca. ¿Quién se cree que es?

-Está bien- contesto en un suspiro.

-¿La primer pregunta?

SIMÓN

-¿Por qué estoy acá?

Dejo de caminar y la miro pensativo. Esa siempre es la respuesta más difícil. La estudio de arriba abajo mientras busco las palabras adecuadas. Mide una cabeza menos que yo y es muy flacucha como para poder pelear. Su pelo castaño largo está todo enredado y le da un aspecto exótico. Respiro hondo y contesto:

-La razón por la que despertaste en Lit es porque estás en coma.

-¡¿Qué?!

-No me interrumpas- va a protestar pero continúo-. Estás en la sala de un hospital “dormida” por decirlo de alguna manera. Para despertar tienes que llegar hasta La Fosa Oscura pero no es nada fácil y con vos peor no pude haber empezado.

-¿Estoy en coma?

-Sí, ¿no escuchas lo que te digo?

-¡Estoy en coma en un lugar del que nunca escuché hablar, tengo que llegar a una fosa de no sé qué con un chico que no conozco, no recuerdo nada de mí y encima tengo que soportar tus maltratos! – dijo todo sin respirar y sin pausa. Se tapa la cara con las manos y ahoga un grito.

-Para que sepas no soy un chico pero todo lo demás lo entendiste bien.

Deja caer sus manos y me mira con una ceja levantada:

-Y ¿qué eres?

-Un ángel. Soy tu ángel guardián.

-¿No se suponen que los ángeles  son bebés semidesnudos que tocan instrumentos y van con un arco y flechas inofensivas?

-¿Y bailamos ballet en puntitas de pie con un tutú?- hago una pausa y la miro con seriedad –No. Los ángeles somos guerreros. Luchamos y protegemos a los humanos.

-Esto es demasiado. Casi muero en mano de unos monstruos escalofriantes y ahora hablo con un ángel.

-Para que sepas esos monstruos escalofriantes se llaman Desalmados y si eso te pareció mucho no sabes todo lo que queda por conocer… Sigamos caminando, falta mucho por recorrer.

DespertarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora