Sirenas

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Capitulo 22 

MIA:

Le escucho decir una palabra pero entre las lágrimas no logo entender lo que dijo

-¿Qué?

Es lo último que puedo decir antes de ahogar un grito y encontrarme bajo el agua.

Mi adrenalina corre por mis venas. Al instante entiendo que estoy en peligro: una chica mitad pez me sujeta del tobillo y me empuja hacia las profundidades.

¿Una sirena? No puede ser. Intento verla con más detalle. Mis ojos ven su cola moverse de arriba a abajo con toda velocidad.

Vuelvo a la realidad.

Mis pulmones arden. Necesito respirar ya.

La sirena me lleva muy profundo y yo comienzo a desesperarme. Hago lo que puedo para no abrir la boca. Pateo a la sirena hasta que logro liberarme y nado lo más rápido posible hasta la superficie. Justo cuando siento que no soporto más saco la cabeza fuera del agua y respiro soportando las nauseas que siento.

-¡Mía!- es un grito desesperado de Simón. Doy vueltas en el agua pero no lo veo.

-¡¿Simón?! ¿Dónde estás?

Antes de conseguir una respuesta doy un grito que lastima mi garganta y devuelta estoy bajo el agua.

Ahora me sujetan dos sirenas. Siento sus uñas en mi piel y apretó los labios con fuerza para no gritar.

Lucho dando brazada, intentando volver a la superficie. Pero una parte de mí sabe que no lo lograré. La desesperación de saber que nunca más voy a volver a respirar me hace abrir la boca intentando dar un grito que solo sale en formas de burbujas.

El pecho me hace presión y mi cabeza parece pesar. Pierdo la conciencia .Comienzo a tener alucinaciones. Veo una niña rubia nadando hacia las sirenas, me mira y me sonríe; hay algo de ella que me resulta muy familiar. Tal vez sus ojos me recuerdan a Simón. Simón.

La niña nada hasta las sirenas y sin saber porqué las dos sirenas miran al otro lado y salen nadando a toda velocidad.

Ya no tengo fuerzas para nadar; sólo dejo que mi cuerpo flote. Antes de cerrar los ojos veo una figura borrosa acercarse hacia mí… no sé que es.

 Todo se vuelve oscuro, muy oscuro.

Escucho una voz retumbar en mi mente; Simón gritando mi nombre. Se repite como un eco que va perdiendo fuerza hasta que no lo escucho más.

Finalmente cierro los ojos.

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