Un monstruo

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Capitulo 31

Mía

En el silencio del bosque avanzamos sin detenernos. Mis ojos no dejan de moverse de un lado a otro buscando algo peligroso. Nerviosa me muerdo el labio. Tranquilízate todo estará bien. No hay razón para temer. Tobías te protege.

-Sofía deja de respirar así. Me estás poniendo nervioso.

Su voz suena agresiva y mis nervios se alteran aún más.

-Lo siento- susurro.

En la lejanía escucho un trueno y gotas frías comienzan a caer como una cortina de agua. Pronto el pelo se me pega a la frente y chorrea agua por mi espalda. En un segundo en el que apenas pestañeo un rayo ilumina el lugar y conteniendo la respiración veo a Tobías con una forma inhumana. Un monstruo.

Asustada me suelto de él y con un traspié caigo al piso. Él se gira para verme y mi respiración se acelera.

-¿Qué pasa Mía? Te dije que no respires así.

Siento como se acerca tanto a mí que apenas nos separan centímetros. Huelo algo que me provoca ahorcadas. Me preparo para salir corriendo cuando otro rayo ilumina el cielo y veo el rostro de Tobías, no un monstruo. Mi cuerpo se relaja y suspiro aliviada. Con la voz temblorosa le pregunto si podemos parar a descansar y él acepta. Con la tormenta eléctrica soy consciente de que no debería refugiarme en un árbol pero Tobías dejó las armas y la mochila apoyada en el tronco. En la mochila revuelvo buscando un cuchillo cuando siento que un filo me corta el dedo y hago una mueca de dolor.

-Sofi, ¿qué estás haciendo? – antes de contestar agarro firme el mango del cuchillo y me paro lentamente.

-Sólo busco un arma para protegerme.

-¿Un cuchillo? Suelta eso.

-No te preocupes, sé cómo usarlo. Me sirve para defenderme.

-¿Defenderte? ¿De qué?

Apenas un rayo actúa como un flash, Tobías me empuja al tronco del árbol y con su cuerpo, un brazo a cada lado de mi cabeza, me encierra sin dejarme salida.  Como una jaula.

-De… de un monstruo.

-Dame el cuchillo- dice con voz firme.

Mis ojos llegan a la altura de su mentón. Con más fuerza él me aprieta contra el árbol y me falta la respiración.

-Estás lastimándome.

-Dame el cuchillo.

-¡No! – intento de zafarme de él pero no lo logro.

-¿Qué dijiste? – me mira directo a los ojos esperando que le responda.

Lo miro sin entender. Su tono de voz es distinto y sus ojos… sus ojos son más oscuros. Sólo unos ojos me provocaron tanto miedo y fueron los del Desalmado que me atacó el primer día. Pero los de Tobías son peor; parecen prendidos fuego.

-Suéltame. Lo digo en serio.

Con fuerza me agarra la cara  con una mano y hunde sus dedos en mi mejilla. Se acerca tanto que puedo sentir su respiración en mi rostro e intento moverme a un costado pero hace fuerza para que lo mire a los ojos.

-¿Qué pasa? ¿Por qué estás asustada?

-No estoy asustada.

-Tendrías que estarlo.

-¿Tobías?

Mirándome a los ojos baja su mano por mi brazo hasta que llega al cuchillo y lo rodea con firmeza. Como instinto suelto el cuchillo y él sonríe burlonamente. Una sonrisa que me da un escalofrío. Siento la punta del filo apretando contra mi piel y contengo la respiración.

-Un centímetro y estás muerta.

Habla en serio. Él ya no es el chico tierno que había salvado mi vida el mar, que se preocupaba por mí y el beso en el bosque me viene a la memoria con un sabor agrio.

-No entiendo nada. ¿Qué estás haciendo?

-Ya vas a tener tiempo para entender. Ahora sólo hay que esperar a que tu angelito se acerque a salvar tu vida.

¿Simón? Sus palabras de varios días atrás resuenan en mi cabeza: “Cuando alguien te ataque y no tengas armas debes recordar que tu cuerpo es tu arma más poderosa.”  Tobías es más alto, más fuerte y más ágil pero no lo dudo. Con rapidez lo tomo de los hombros y con fuerza le pego con la rodilla en el estómago. Él se dobla en dos más por la sorpresa que por el dolor. Me muevo a un lado y salgo corriendo pero él me agarra del pelo y me tira al suelo. Un poco mareada me paro y lo veo respirando pesadamente como si fuera un toro. Se acerca y con fuerza le pego una patada pero es inútil, su cuerpo es una pared de ladrillos. Vuelvo a intentar cuando él agarra mi pierna en el aire y me la da vuelta. Grito de dolor cuando siento que un hueso se rompe. En el piso intento arrastrarme desesperada pero él me agarra de las muñecas y me levanta con un tirón. Me aprieta tan fuerte que puedo sentir mi latido bajo la piel. Intento zafarme de su fuerza pero él me sacude. Grito. Grito por el terror, la desesperación, el dolor. Grito con la esperanza de que Simón escuche pero sé que es inútil. Estamos muy lejos como para que llegue a tiempo.

Me arrastra de vuelta hasta el árbol y tomándome del cuello me levanta despegando mis pies del suelo:

-No me gustan las chicas que no hacen caso así que no me dejas opción.

Lo último que veo antes de qué Tobías tome fuerza es su rostro cambiando progresivamente por las facciones de un monstruo. Después sentí mi cabeza golpear con fuerza contra el tronco y todo fue oscuridad y silencio.

DespertarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora