Mantén los Ojos Abiertos

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Capitulo 8

MÍA

Mis ojos se descontrolan y no lo puedo evitar. De reojo lo observo caminar.  Se mueve sin dificultad por el terreno irregular y cada tres pasos que yo doy indecisa el da uno largo y firme. Su camisa gris le va suelta como si no comiera hace un tiempo pero cuando sopla el viento se le pega al cuerpo que haría que todas se pararan en la calle a mirarlo. Es gracioso pensar que la sociedad vea a los ángeles como niños inocentes con alas. Simón no era un niño, no llevaba alas y no era para nada inocente. Siempre tiene una mirada seria como si estuviera concentrado cada segundo y parece el chico malo pero cuando logro que hable más de tres oraciones pierde esa cara y aparece un chico gracioso.

Un sonido débil me sobresalta; Simón intentaba ahogar una risa. Lo miro desconcertada y distraída tropiezo con un pozo y caigo al piso. Mis dedos se ensucian de tierra y mi mano se raspa. Escucho a Simón reír más fuerte y lo miro entrecerrando los ojos. A mi ángel guardián le resulta gracioso que me lastime. A mí no.

-Un momento, ¿vos sabias que esto iba a pasarme?

-Lo presentí.

-¡¿Por qué no me advertiste?!

-De todas las caídas se aprende algo- su voz se vuelve seria -. No te distraigas.

De todas las caídas se prende algo: no confíes en que tu ángel. Sólo quiere verte caer. Suspiro  intentando de tranquilizar mis nervios o voy a gritarle. ¿Se dio cuenta que lo estaba mirando?  Me ofrece la mano para ponerme de pie pero avergonzada le hago caso omiso e ignorándolo me paro. Sacudo la tierra de mis manos en mis jeans y sigo caminando con la mirada en el suelo.

-¿No se supone que tienes que protegerme?

-¿Cómo un guardaespaldas? ¡No! Simplemente intento que no te maten.

-Es lo mismo…

-Shhh.

Me tapa la boca con su mano y huelo su aroma masculino. Parpadeo para quemarlo con la mirada; no soporto que todo el tiempo esté diciendo que cierre la boca. Voy a morderlo cuando me suelta y prepara una flecha en el arco. Abro los ojos bien grandes y mi pulso se acelera. Quiero darme vuelta pero tengo miedo de lo que puede haber. Otro desalmado tal vez…

Simón se muerde el labio y entrecierra los ojos para disparar. La flecha me pasa raspando la cabeza y escucho como traspasa un cuerpo que cae desde la rama de un árbol con un golpe seco al piso. Lo más lento posible me giro para ver qué era lo que iba a atacarme y veo un animal que no recordaba haber visto antes. Su piel era rosada con un cuello largo, un hocico y patas de pájaro.

-Ya tengo la cena- Simón le saca la flecha y agarra al animal de las patas -.Tendrías que haber visto tu cara de miedo.

-¡Pensé que podía ser otro Desalmado o lo que sea que iba a atacarme! Podrías haberme avisado que estabas de cacería.

-Si te avisaba te ibas a dar vuelta. No quería que arruinaras nada ya bastante problemas causaste en menos de un día.

-Ai perdón-digo sarcástica –Te crees tan superior como para menospreciarme pero perfectamente puedo defenderme sola.

-Sí seguro. Apenas caminas sin tropezarte- hace una pausa y se me acerca a mi cara, tanto que debí tirarme atrás pero no pude –Espera un momento… ¡ni siquiera eso podés hacer!

-Basta. Vamos a acampar acá.

-Las órdenes las doy yo.

Me muerdo la lengua para no seguir gritando. No lo soporto, no lo soporto, no lo soporto. Si alguna vez pensé que era gracioso y tierno definitivamente me equivoqué. Ya ni siquiera me quedan fuerzas para discutir así que lo sigo sin decir ni una palabra más mientras una lágrima cae por mi mejilla.

Simón

Ya es bastante tarde cuando llegamos a un lugar entre los árboles seguro para dormir. Hago una fogata pequeña para no llamar la atención y preparo la comida. Al principio Mía lo mira dudando pero lo come sin quejarse. Cuando termina veo que sigue con hambre. Le ofrezco mi comida diciéndole que no lo quiero y me agradece. Es la primera palabra que me dice desde la discusión.

No debí tratarla de ese modo pero hay veces que no puedo controlarme. Y por alguna razón ella saca lo peor de mí. Hay un pensamiento que pasa como un flash por mi mente pero lo evito al segundo.

Mía se acuesta apoyando su cabeza en sus manos lista para dormir. Miro alrededor y tengo un mal presentimiento. Busco un cuchillo en la mochila y me acerco para dejarlo al lado de las manos de ella.

-¿Un cuchillo? ¿Para qué?

-Mía, tienes que escucharme bien. Incluso cuando estés durmiendo mantén tus ojos abiertos. En Lit puede pasar cualquier cosa en cualquier momento y… confío en que sabes cómo defenderte.

Ella me dedica una sonrisa débil y cierra los ojos.

Sigo despierto por un par de horas más hasta  que me acuesto. Ya estoy casi dormido cuando el pensamiento que intenté evitar vuelve a pasar por mi mente. Mía me hace acordar mucho a Stephen y no soporto no tenerla a mi lado.

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