CAPITULO 5
Mía
Estoy cansada de esperar. Ya se fueron todos y ahora estoy sola. No les puedo explicar lo aburrido que es estar en un cuarto sólo con paredes blancas y dos bancos. Además de tener millones de preguntas en mi cabeza. Ya no resisto más no saber nada. ¿Me van a tener acá una eternidad? Abro la puerta blanca y me encuentro con la pared gris. Vuelvo a cerrarla y la vuelvo a abrir; la pared sigue ahí. Acerco la mano y veo que el cemento toma la forma de mis dedos. Sin dudar cierro los ojos y camino hacia la pared. Cuando los abro estoy en un túnel con la forma de mi cuerpo. Sigo avanzando despacio hasta que me acostumbro y acelero el paso. Todo está muy oscuro y no sé hacia dónde voy pero avanzo sin detenerme; sin dudarlo ni un segundo, sin pensar en el riesgo al que me expongo.
Después de un rato la pared me expulsa y me encuentro en un bosque con pinos y árboles muy altos. Sigo caminando entre los árboles sin detenerme. En realidad, ¿hacia dónde camino? No sé dónde estoy. No sé quién soy. No sé dónde está mi hogar. No sé hacia dónde ir. Me siento realmente perdida y más que en ningún momento necesito a alguien a mi lado. Alguien que sepa guiarme y que me acompañe.
A unos metros veo a tres hombres. Parecen estar coordinados; el primero mide unos cinco centímetros más que el segundo y el segundo parece llevarle la misma ventaja al tercero. Sin embargo, el hombre más bajo es el que más temor me provoca. Su cabeza calva es de un color pálido y sus pómulos sobresalidos le dan aún más aspecto de espectro. Me pregunto si no son en realidad fantasmas y los inspecciono de arriba abajo. No parecen tocar el piso, parecen estar flotando. Imposible. Tal vez soy yo que comienzo a sentir mareos debido al ayuno y el agotamiento. Pienso en preguntarles a los tres hombres en dónde me encuentro pero me arrepiento. Algo me dice que siga caminando y que no me detenga pero me quedo inmóvil. Noto que se me acercan lentamente con una sonrisa escalofriante.
-Miren qué tenemos acá- dice el más alto.
-Una presa fácil- le contesta el que le sigue.
-¿Quiénes son ustedes? – intento que la voz no me tiemble.
-Sshh, acá las preguntas las hacemos nosotros.
-¿Podemos dejar de hablar y pasar a la parte divertida?
Los dos caminan alrededor mío inspeccionándome mientras que el de menor altura mantiene distancia. No puedo mirarlos a los ojos o voy a salir corriendo. Me concentro en sus túnicas negras y fijo la mirada. No tengas miedo, no tengas miedo, no tengas miedo.
-¿Dónde está tu ángel guardián?
-¿Mi ángel? Yo no…- algo dice que piense mejor lo que voy a decir –Mi ángel está cerca. Muy cerca.
-Pero yo no lo veo.
-Me parece que estás mintiendo y no me gustan las pequeñas mentirosas.
-Basta de juegos – los dos miran al de menor estatura que parece ser el líder.
Ya no escucho lo que discuten. Miro a mis al rededores y busco una forma de escapar. Respiro hondo y salgo corriendo hacia un costado pero apenas avanzo uno de ellos me agarra del pelo y me tira al piso. Antes de que reaccione el líder me toma del cuello y me alza en el aire. Su piel es fría y sus uñas largas me lastiman la piel. Pataleo, intento separar su mano pero cada vez tiene más fuerza, grito para pedir ayuda pero los sonidos se ahogan en mi garganta. Me está asfixiando. No puedo respirar y comienzo a tener ahorcadas. Me mira directo a los ojos y nunca sentí tanto miedo. Es entonces cuando ya no me resisto y sólo cierro los ojos para no ver los suyos mientras escucho las risas de los otros dos.
SIMÓN
Cuando llego a la habitación 204 encuentro la puerta abierta. Miro en el interior y no hay nadie. Es imposible. Mi misión debía estar adentro esperándome. ¡¿Por qué los humanos nunca hacen lo que se les pide?! Deberíamos empezar a usar la psicología inversa a ver si se quedan quietos esperando.
Escucho un sonido en las lejanías. Miro la pared y la veo de un gris más claro. Tomo en esa dirección lo más rápido posible. Corro para encontrarla antes de que llegue al bosque o sino la habré perdido. La pared me expulsa hacia afuera y estoy en el bosque de los Desalmados. Preparo una flecha en el arco y avanzo buscando señales de un humano. Me agacho para ver el suelo y encuentro pisadas borrosas. Intento seguirlas pero me detengo cuando escucho unos ruidos y me escondo de tras de un árbol. Me asomo lo más disimuladamente posible y veo a tres Desalmados. Uno sujeta a una chica en el aire. La miro detenidamente y veo que está inmóvil con los ojos cerrados. Sin desperdiciar ni un segundo más disparo una flecha contra el más alto y le doy en el cuello. Tomo un dardo y lo tiro contra el otro que intenta escapar pero alcanzo a darle en la espalda. El que tenía a la chica la dejó caer y me mira detenidamente. Odio a los Desalmados, odio sus ojos negros. Juego con el dardo en mi mano mientras lo miro con una sonrisa pícara; es una presa fácil.
-¿Simón verdad? La leyenda…
-No quiero escucharte.
-Yo estaba ahí con los otros 5. Yo ví como mataban a tu hermana, Stephen.
Se me corta la respiración y se me borra la sonrisa. Siento como el odio recorre mis venas. Sin pensarlo suelto el arco, agarro la espada y corro hacia él. Me sorprende que él no se resista y lo atravieso con la espada en el pecho. Él cae de rodillas al piso y sus pupilas negras se agrandan aún más pero lo miro fijo con la furia en mis ojos.
-Tarde o temprano me ibas a matar – susurra antes de dar el último suspiro.
Agarro un dardo y se lo clavo en el cuello para que nunca más pueda despertar. Lo mismo hago con el otro; le saco la flecha del cuello para guardarla y le inyecto el veneno. Suspiro aliviado cuando veo a la chica apoyada contra un árbol intentando de recuperar la respiración. Me acerco lentamente y le ofrezco una mano para ayudarla a ponerse de pie pero ella se queda muda mirándome a los ojos.
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Despertar
Teen FictionUna chica despierta en un lugar en el que nunca estuvo ni escuchó hablar. Descubre que está en coma luego de un accidente y debe despertar. Por alguna extraña razón no recuerda ni su nombre, ni su edad ni nada de su familia. Allí conocerá a Simón su...