Despertar

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Capitulo 39  Despertar

Mía

Conteniendo la respiración y como instinto hago lo posible para no caer. Asustada intento aferrarme a lo que sea y en un movimiento frenético de mis brazos consigo sujetarme de la frágil cadena que una vez Simón me dio pero que yo le devolví. Con un sordo click escucho como se rompe y mi cuerpo cae a toda velocidad.

Siento la adrenalina de mil ataques cardiacos cuando la oscuridad me traga y veo por última vez a Simón. Caigo y caigo. Desesperada por aferrarme a algo intento buscar una pared para poder detener mi caída pero parece que caigo por un lugar sin límites. Infinito…

Ni siquiera grito ¿Para qué? Me cuesta respirar y lucho con mis pulmones pero cada bocanada de aire quema. Con todas las fuerzas agarro la cadena de Simón  que llevo en mi mano hasta que siento mis uñas lastimándome la piel. De pronto mi caída se detiene, como si no existiera gravedad, y quedo flotando en el lugar.

De las oscuridades veo asomarse dos ángeles pálidos. Tienen alas grandes cubiertas de plumas blancas, sus túnicas blancas parecen desintegrarse al final y el pelo les cae por los hombros. Desde la distancia extienden las manos y empiezan a musitar algo en una lengua que no logro comprender. Un dolor agudo en la cabeza me obliga a gritar lastimando mi garganta.

Como una línea del tiempo veo pasar imágenes por mi mente: el cielo que vi cuando desperté en Lit  y mi reflejo en el charco, la gente corriendo por todos lados en el Banco de registros, Candy, Didet. Me veo corriendo en un bosque pálido y de pronto aparece Simón. Vuelvo a gritar de dolor y cierro los ojos con más fuerza pero cada vez soy más débil. Veo su mano extendida y la mía aceptándola pero pronto la imagen se desfigura cuando unas lágrimas caen y como ondas provocadas en el agua otro recuerdo pasa por mis ojos. Las estrellas  grandes que se ven en Lit. Los ojos de Simón, su voz, su sonrisa. Sin aviso, una imagen se queda estancada en mi mente: nosotros en el laberinto, yo en sus brazos y nuestro primer beso. Todo parece avanzar más lento por unos segundos y el mundo se detiene cuando me veo adentro de sus pupilas.

Cada detalle va saliendo de mi memoria en milésimas de segundos que me parecen horas. No paro de gritar intentando de ocultar el dolor y haciendo fuerzas para retener algún recuerdo, algún detalle de Simón. Respirando lo más profundo que puedo repito su nombre millones de veces para no dejarlo ir. No quiero olvidarlo. No quiero olvidarlo. No quiero olvidarlo. Pero…

Abro los ojos confundida y miro en todas las direcciones. Sólo oscuridad. Me siento tan débil que mis párpados pesan pero por alguna razón los mantengo abiertos. Hay algo adentro mío que grita algo pero no puedo entender.

Con brusquedad me elevo apenas para caer a toda velocidad. Sólo caigo y caigo hasta que choco con fuerza y con un golpe brusco.

Adormecida abro los ojos y parpadeo varias veces para evitar la luz fluorescente que ilumina el lugar. Un sonido lejano entra a mi cabeza una y otra vez pip pip pip pip pip. Mareada apenas muevo la cabeza y veo los latidos de mi corazón en un monitor. Siento que mi cabeza pesa toneladas y la dejo caer en la almohada agotada.

Nerviosa, confundida, las preguntas empiezan a llenar mi mente: ¿Dónde estoy? ¿Qué pasó? ¿Cuánto tiempo pasó?

Desesperada intento aferrarme a las sabanas blancas de la camilla cuando siento un metal frío. Estirando la mano busco entre las sabanas y encuentro una cadena con una chapita con un nombre escrito… Simón Valmort. Confundida leo el nombre una y otra vez hasta que las palabras ya no tienen sentido.

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