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Apenas abrió la puerta, Mateo abrazó a Daniel como si no lo hubiese visto hace años. El último le correspondió. Fue inevitable no sonreír. Se relamió los labios y se separó lentamente del mas alto. Lo miró fijo, lo había extrañado demasiado y al parecer el otro también.

— ¿Me querías? Acá me tenés.— habló Tego con toques de gracia.

Daniel intentó sonreír sincero, pero no pudo, ya que con solo pensar en lo que tenia que confesar se le rompía el corazón. Odiaba que la gente hiciera sentir mal a Mateo, y el lo haría en ese momento. No se iba a perdonar nunca.

— ¿Dani? Eu.— dijo llamando su atención, se había quedado tildado como siempre. Mateo creía que eso lo hacia ver más tierno, más de lo normal obvio.— Uy, ¿en que pensas?— su voz sonaba hermosa para Daniel. Suspiró.

— Mira— comenzó.—, siento que después de que te diga esto no me vas hablar nunca más.— de a poco se acercó. Tego iba a hablar pero Dani le hizo una seña para que escuchara.— No quiero que hables porque me lo vas hacer mas difícil. Me siento re gil por no haberlo dicho antes.— lo acorraló, haciendo que el más alto quede con su espalda apoyada en la pared. Daniel contenía las ganas de llorar, Mateo nunca lo había visto así. Cerró fuertemente sus ojos, haciendo que las lágrimas empezaran a correr muy lento.

— Dani, no llores eu.— lo tomó de las mejillas secando las gotas que recién comenzaban a caer. Daniel se soltó del agarre, no quería verlo cuando sea él el que este mal.

— ¿Sabes por qué no quiero que salgas con Agustín?— preguntó sin mirarlo. Pero sentía que Mateo había negado.— Porque yo salía con el.

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