Mi salvación.

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Día 1.

El viento que traía el mar me golpeaba directo en la cara. Era frío, pero no estaba segura si era realmente así, o el vodka ya me estaba afectando.

Lo cierto es que, el precipicio se veía más provocativo que antes.

Balanceé la pierna sentada en la punta del risco y ladeé la cabeza observando cómo las olas golpeaban las rocas, muchos metros abajo de mí, como unos quince aproximadamente.

-Quizás la estúpida de Bella no sobrevivió a la caída y todo lo que pasó después fue una ilusión de su alma en pena. -Dije refiriéndome a una de las películas de las sagas más odiadas por mí, Luna Nueva, de Crepúsculo. Reí un poco imaginando que Stephenie Meyer le dijera eso a sus fans y cómo éstos explotarían.

Vi el horizonte observando el atardecer.

¿Valía la pena lanzarme? ¿Valía la pena dejarme ahogar por las cosas malas en mi vida y perderme de las cosas hermosas, como esta vista?

Suspiré y di un vistazo a mi izquierda y percibí algo extraño. En el otro risco que estaba algo lejos, más bajo pero que se adentraba más al mar, vi a una chica de cabello castaño oscuro caminando hacia el borde. Fruncí el ceño y dejé la botella a un lado. Cuando vi que se acercaba decidida, me levanté angustiada.

-¡HEY! -Grité, pero el risco estaba muy lejos, no podía escucharme. Comencé a caminar rápidamente hacia él, por la montaña. -¡HEY, TÚ! -Volví a gritar, pero la chica no me escuchó. Se acercaba más al borde, así que comencé a correr. -¡NO LO HAGAS! -Gritaba apenas mientras corría. El aire frío quemaba mis pulmones pero yo seguí corriendo. Se detuvo en la punta del risco viendo hacia abajo. -No, no, detente. -Y cuando ya yo estaba llegando a la saliente, ella se dejó caer. Me detuve impresionada por lo que acababa de pasar pero enseguida continué mi marcha, tratando de ir imposiblemente más rápido. Me quité la chaqueta y cuando llegué a la punta, salté. La caída duró unos segundos, el risco era como de unos seis metros.

El agua fría enseguida atacó mi cuerpo pero yo la ignoré. Me sumergí buscando a la chica y vi cómo su cuerpo se hundía. Ella estaba desmayada. Nadé y cuando tomé su mano la halé hacia la superficie. Tomé su cuerpo con uno de mis brazos y la fui llevando hasta la orilla de la playa más cercana.

Acosté su cuerpo en la arena blanca al llegar y acerqué mi mejilla a su boca para ver si respiraba. No lo hacía. Incliné su cabeza hacia atrás, tapé su nariz y comencé a darle respiración boca a boca. Lo hice tres veces y ella aún no reaccionaba. Comencé a darle masajes cardíacos, y al medio minuto, comenzó a toser.

Expulsó una gran cantidad de agua y se ladeó para vomitarla con más facilidad. Acaricié su espalda dándole confort mientra su cuerpo se recuperaba.

-Tranquila, ya pasó. -Dije masajeando su espalda. -Estás bien.

Y entonces se giró a verme, y ese color verde me ató para siempre.

Día 72.

-Se supone que no podemos hacer ruido. -Susurró ella sonriendo juguetonamente. Estábamos en su biblioteca favorita, paseando por los estantes que contenían novelas.

-Fue un accidente. -Respondí susurrando entre risas y tomé uno de los libros. Jugábamos a recomendarnos libros leídos mutuamente. -Isabel Allende. La isla bajo el mar. -Le mostré la portada.

-Harper Lee, Matar a un ruiseñor. -Me mostró la portada del libro y yo sonreí, tomando otro.

-Paulo Coehlo, Once minutos.

-¿En serio? ¿Paulo Coehlo? -Dijo ella haciendo una mueca.

-Es el único bueno de él, lo vas a amar. -Susurré y ella accedió asintiendo. Tomó otro libro.

Imagina... Con Lauren Jauregui.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora