Destino.

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-Tiene que ser una broma. No puede ser ella. -Murmuré viendo la respuesta en el agua sagrada, atónita.

La sacerdotisa respiró profundo, con cansancio.

-Otra vez. Pero esta vez no esperaba que fuera la princesa. -Me vio con lástima. -Lamento todo esto.

-Pero se supone... -Comencé a sentir algo en el pecho. Algo doloroso. -Ella no puede... -Mi respiración comenzó a acelerarse. Caí al suelo y sentí cómo mis colmillos brotaron sólo un poco, a diferencia de cuando cazaba y un calor parecido a la luz pura llenaba mi cuerpo. Levanté la vista hacia la sacerdotisa, viéndola con necesidad. -Ella está maldita, ella no puede... No puede... -Sacudí la cabeza.

-Así es, ella está maldita. No puede amar porque cada persona a quien ame morirá. -Explicó ella con tristeza. -No sabes cuántas veces me arrepentí de decirle a muchos otros como tú quién era su mitad. Pero ahora... Eres tú quien está en peligro, nuestra princesa. Y por lo que veo, no puedes reprimirte. Es mucho más fuerte, por tu sangre real.

-D-Duele... No dejes que v-vaya. No. Si m-me ve... -Dije soltando pequeñas convulsiones. -Ella entr-rará en celo y... Le dol-lerá y s-si la m-muerdo y m-muero ella... Suf-frirá. -Dije apenas soportando los espasmos de mi cuerpo. Estaba en una lucha interna contra mi necesidad de encontrar mi mitad. Todo el dolor era porque mi fuerza de voluntad estaba tratando de controlar mi lado salvaje.

La sacerdotisa sonrió de medio lado, sin dejar su mirada de lástima.

-El amor actúa muy rápido, como siempre. -Dijo por lo bajo.

-E-Enciérrame. E-Es una orden. -Dije aún retorciéndome y ella frunció el ceño. -C-Catacumbas de l-luz.

-Princesa, se lo advierto. No funcionará, usted es muy fuerte.

-¡AHORA! -Grité con fuerza y ella suspiró. Golpeó su cayado contra el suelo y entraron dos guardias.

-La princesa ordena que se le encierre en las catacumbas de luz. -Explicó con calma. Ellos se miraron con extrañeza.

-¡RÁPIDO! -Les grité y ellos se apresuraron a cumplir la orden. Me sostuvieron con fuerza para evitar que mis convulsiones fueran tan fuertes y yo cerré los ojos, concentrándome en mantenerme quieta, sin dejar que mi necesidad de buscar mi media mitad me dominara.

Sentí enseguida el peso del poder de la luz pura en mi cuerpo y escuché claramente cómo se cerraban las compuertas. La luz quemaba levemente mi piel, manteniéndome en el suelo, pero sin causarme daños graves.

Estas catacumbas estaban diseñadas para apresar a vampiros que rompían con nuestras reglas. No los mataban, pero el dolor y el poder los dejaba incapacitados y sin fuerzas, para que no escaparan ni hicieran daño.

Pero el poder no es suficiente para la sangre real. Para matar o lastimar a un vampiro real tiene que utilizarse luz pura muy concentrada y los niveles en las catatumbas son sólo para controlar y someter a vampiros comunes. Lo que me estaba manteniendo quieta era mi propia fuerza e incluso, sentía como poco a poco mermaba.

No podía ir con ella. Me lo repetía una y otra vez para controlarme. Eran demasiadas las malas consecuencias que traía el hecho de reclamarla.

Su maldición es la principal consecuencia. Ella era una bruja ancestral que estaba maldita desde hace milenios. No se sabe quién hizo el hechizo, pero el mismo no le permitía amar. Todo a quien ella ame morirá enseguida. Sea quien sea, perecerá cuando ella sepa que siente amor por dicho ser. Y es peor cuando se trata de un vampiro.

Cuando un vampiro llega a la madurez debe ir con su sacerdotisa para conocer quién es su pareja destinada. Puede ser cualquier individuo pensante, un humano, una bruja, un mismo vampiro o incluso un hombre lobo aunque muchos crean que son nuestros enemigos naturales. En realidad las riñas entre nuestras especies han desaparecido desde hace más de mil años y ahora estamos en paz.

Imagina... Con Lauren Jauregui.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora