Luz y Oscuridad. (Especial Diciembre 5/10)

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Para las personas existen muchos significados para esos dos términos. Bien y mal. Alegría y tristeza. Y para los escépticos, una es simplemente la ausencia de la otra. Lo que no saben es que a pesar de que son significados guiados por diferentes culturas y maneras de pensar, todos son ciertos. La luz es el bien, la esperanza, la bondad, el amor y la paz. Mientras que la oscuridad es la tristeza, la agonía, el odio y el rencor. Sin embargo, una no puede vivir sin la otra. Las dos coexisten, tratando de mantenerse firmes entre ellas, una buscando el poder absoluto, y otra, sólo manteniendo el equilibrio de nuestro mundo.

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La lluvia caía abundantemente aquel día. Los paraguas de color negro cubrían al grupo de personas que se congregaban alrededor del ataúd, que era bendecido por el padre de la ciudad. Sin embargo, a lo lejos, una figura con un abrigo negro, se empapaba mientras observaba la escena. Las gotas de lluvia resbalaban por su rostro, pero a la vez, se mezclaban con las lágrimas que salían de sus ojos.

Luego de que el último montó de tierra hubiese sido echado en la fosa, las personas se fueron alejando, hasta que no quedó nadie. Entonces la persona se fue acercando hacia el nuevo montículo de tierra. Cuando se puso al frente, se arrodilló frente a la lápida, leyendo la inscripción bajo el nombre y las fechas de nacimiento y muerte.

"Sé un ser de luz."

La persona sonrió, llorando en silencio. Acarició la grabación con el nombre, añorando profundamente a esa persona que ya no estaba. Su pecho dolía, y la tristeza le embargaba con fuerza.

-No tenías por qué mantenerte lejos, mamá. -Dijo una voz masculina a su espalda. La mujer giró y vio a dos personas, un hombre y una mujer, observándola bajo un paraguas. Sus dos hijos.

-No creo que hubiese sido bueno que yo hubiese estado cerca de los demás. -Dijo con voz rota, levantándose de la tierra.

-No importa lo que piensen los demás. -Dijo la mujer. -Sólo importa ella.

-Lo sé. -Susurró viendo de nuevo hacia la lápida. Sacó una rosa roja de su abrigo, con una pluma blanca atada al tallo, y la dejó junto a la lápida. Se incorporó frente a sus hijos y acarició sus rostros. -Los estaré cuidando. Los amo. -Les dio un abrazo y se marchó.

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La lluvia no había cesado. La mujer estaba sentada sobre el tejado del edificio, viendo hacia abajo, al departamento de uno de sus hijos, en una cena familiar que habían organizado con los allegados más cercanos.

Vio hacia el cielo. Ya era de noche, pero las nubes estaban repletas de agua y seguían descargando sobre la ciudad. Sentía frío, pero no le molestaba, como siempre. Ella sólo se preocupaba por las personas que se encontraban en ese apartamento. Después de todo, eran su familia, y a pesar de que el amor de su existencia ya no estaba, su corazón seguía amando a aquellos que fueron los resultados de los sentimientos más fuertes y hermosos que había sentido en su existencia.

Se recostó un momento en la saliente de aquel edificio. Se relajó, pensando en la última vez que había estado sola en el mundo. Casi no lo recordaba, pero por suerte sí. En aquel entonces, la soledad era su rutina. Ahora, era su dolor.

Se llevó una mano al pecho. Una de las cosas que extrañaba de su vida anterior era lo desapegada que a veces podía ser con los demás. No muchos sentimientos y emociones involucradas. Sólo lo esencial. Pero en esta nueva realidad, no tan reciente, todo era mucho más intenso, más puro. Incluso la tristeza y el dolor.

Cerró sus ojos temporalmente para descansar. Quería olvidar por un momento la desdicha de su presente y enfocarse necesariamente en lo esencial: proteger a sus seres queridos. Pero el descanso se convirtió en siesta, y la siesta, en un sueño profundo, lleno de imágenes, lleno de recuerdos.

Imagina... Con Lauren Jauregui.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora