Capitulo 36

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La chica me miró luciendo bastante sorprendida, como si le acabará de decir que tenia una enfermedad mortal contagiosa. Para nada me esperaba aquella reacción y su mirada desconcertada.

—Ah... —dijo luego de unos segundos, reaccionado—. Eso suena entretenido, felicidades por tu boda —volvió a recobrar su compostura y le dio una mirada a Castiel antes de seguir hablando—. Apuesto que a Castiel le gustaría ¿No?

Los ojos de Rosalya y Laeti quemaban, me miraban con tanta intensidad y enojo que si las miradas mataran yo ya estaría muerta.

Castiel no decía nada, seguía inmóvil y serio en su lugar.

—Claro ¿Por qué no? —dijo sin expresión alguna.

El ambiente se había puesto muy extraño. ¿Qué había hecho? ¿No podía dejar de abrir mi gran bocota y callarme de una maldita vez? Pero era el miedo, miedo a su rechazo. Era ver que ahora tenía una nueva chica con él, y se veían bien ¿Quién era yo para arruinar eso? 

  —¡Genial!  —soltó Juliet provocando que todos la miráramos—. Por cierto, iba a ordenar algo para comer pero mi padre me ha llamado y tendré que ir a verlo. No creo que pueda volver hoy—dijo acercándose a Castiel y pasando una mano por su cabello revolviéndolo con suavidad. 

Mi corazón dolió un poco más. Yo solía hacer eso.

  —Nos vemos mañana  —dijo aún mirándolo, agachándose un poco para depositar un beso en su mejilla. Al menos no tuve que verlos mientras se besuqueaban.

La chica sonrió e hizo una seña con la mano despidiéndose de nosotras. En el momento en que cerró la puerta tras de ella Rosalya explotó.

  —¡Tienes que estas bromeando!  —dijo sin siquiera dar tiempo para que se formara algún tipo de silencio incomodo. Sabía a que se refería pero no dije nada. 

Castiel se puso de pie ignorando a Rosalya y camino hacia la puerta abriéndola.

  —Pueden irse  —su expresión seguía siendo fría. 

Me paré también y cerré los ojos. Vamos Sucrette, piensa rápido. Podía salir por aquella puerta, volver a la vida que tenía sin siquiera despedirme correctamente de Castiel, podía hacer que este viaje no valiera de nada y resignarme para siempre. O podía intentarlo, dejar que las palabras sinceras salieran de mi boca, dejar de retenerme a mí misma. 

Quería resignarme. Pero algo me detuvo, algo dentro de mí me gritaba que solo lo dejara salir.

  —Castiel... —su nombre salió de mi boca resonando en toda la habitación. Se sentía agridulce, me quemaba y me dolía. 

  —No sé que es lo que pretendes, Sucrette, solo vete. No tengo tiempo para tus idioteces.  

Me lo merecía, cada palabra. 

Antes que pudiera hacer o decir cualquier cosa Laeti tomó a Rosalya del brazo y ambas se precipitaron fuera del salón, fuera del apartamento de Castiel sin decir nada. Entendí lo que querían, lo agradecía. 

  —Solo quiero hablar...—le dije. 

  —¿Sobre qué?  Todo lo que tenias que decir ya lo dijiste antes.

Me interpuse entre él y la puerta, cerrándola y apoyándome en ella, mirándolo. No sabía por donde empezar, ni siquiera sabía que es lo que pretendía con todo esto, pero lo necesitaba de vuelta en mi vida, de cualquier forma. 

  —Esa chica, con la que estás saliendo, es muy guapa...no es como Debrah —dije sonriendo nerviosa. 

  —¿Viniste aquí a decir eso?

Corazón de melón: La sombra del pasado [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora