Capítulo 10

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Deposité mi chaqueta en el escritorio de Minerva. El collar maldito brilló suavemente bajo la luz de las velas. Harry, Hermione, Ronald y Leanne estaban a mi lado y, esperando a que Minerva se nos acercase, todos nos miramos a los ojos.

Leanne no paraba de sollozar, lo cual hacía que me dieran escalofríos.

Tras cerrar la puerta, Minerva se ubicó detrás de su mesa, de cara a nosotros.

— ¿Y bien? —Dijo con brusquedad—. ¿Qué ha sucedido?

Con voz entrecortada y haciendo pausas para dominar el llanto, Leanne contó que Katie había vuelto del lavabo de Las Tres Escobas con un paquete en las manos, que a ella le había parecido un poco raro y que habían discutido sobre la conveniencia de prestarse a entregar objetos desconocidos, de modo que al final la discusión había culminado en un forcejeo y el paquete se había abierto. Al llegar a ese punto, Leanne estaba tan abrumada que no hubo manera de sonsacarle una palabra más.

—Está bien —dijo Minerva, comprensiva—. Leanne, sube a la enfermería, y que la señora Pomfrey te dé algo para el susto.

Cuando la muchacha abandonó el despacho, Minerva se volvió, mirándonos tras las gafas.

— ¿Qué ocurrió cuando Katie tocó el collar?

—Se elevó por los aires —contestó Harry adelantándose a sus amigos—. Luego se puso a chillar y al final se desplomó. Profesora, ¿puedo hablar con el profesor Dumbledore, por favor?

—El director se ha marchado y no volverá hasta el lunes, Potter.

— ¿Que se ha marchado?

— ¡Sí, Potter, se ha marchado! —repitió Minerva con tono cortante—. Pero cualquier cosa que tengas que decir relacionada con este desagradable incidente puedes confiármela a mí.

Harry vaciló una fracción de segundo.

—Creo que Draco Malfoy le dio ese collar a Katie, profesora.

Miré a Harry, parpadeando con perplejidad. Ronald se frotó la nariz mientras que Hermione arrastraba los pies contra el suelo

—Ésa es una acusación muy grave, Potter —manifestó Minerva tras un momento tenso—. ¿Tienes alguna prueba?

—No, pero antes de que comenzaran las clases, tuve la oportunidad de seguir a Malfoy.

Recuerdo de Harry (Narrado omniscientemente)

Habían llegado a la altura de la única tienda del callejón Knockturn en que Harry había entrado alguna vez: Borgin y Burkes, donde vendían una amplia variedad de objetos siniestros. Allí, rodeado de cajas llenas de cráneos y botellas viejas, se encontraba Draco Malfoy, de espaldas a la calle y semi-oculto por el mismo armario negro en que Harry se había escondido en una ocasión para evitar que lo vieran Malfoy y su padre. A juzgar por los movimientos que hacía con las manos, Draco estaba enfrascado en una animada disertación, mientras el propietario de la tienda, el señor Borgin (un individuo chepudo de cabello grasiento), permanecía de pie frente al chico, escuchándolo con una curiosa expresión de resentimiento y temor.

— ¡Ojalá pudiéramos oír lo que están diciendo! —se lamentó Hermione.

— ¡Podemos oírlo! —Saltó Ron—. Esperen... ¡Mecachis...!

Dejó caer un par de cajas de las que todavía llevaba en las manos y se puso a hurgar en la más grande.

— ¡Miren! ¡Orejas extensibles!

— ¡Genial! —Dijo Hermione mientras Ron desenredaba las largas cuerdas de color carne y empezaba a pasarlas por debajo de la puerta—. Espero que no le hayan hecho un encantamiento de impasibilidad a la puerta...

Artemisa Slytherin y el Misterio del Príncipe Mestizo ➂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora