Capítulo 27

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NARRADOR OMNISCIENTE

Se suspendieron las clases y se aplazaron los exámenes. En los dos días siguientes, algunos padres se llevaron a sus hijos de Hogwarts; las gemelas Patil se marcharon la mañana después de la muerte de Albus Dumbledore, antes del desayuno, y a Zacharias Smith fue a recogerlo su altanero padre. Seamus Finnigan, en cambio, se negó rotundamente a acompañar a su madre a casa; discutieron a gritos en el vestíbulo, y al final ella permitió que su hijo se quedara hasta después del funeral. Se rumoreaba que a Hogsmeade no cesaban de llegar al pueblo magos y brujas que querían presentarle sus últimos respetos a Dumbledore.

Los estudiantes más jóvenes se emocionaron mucho cuando vieron por primera vez un carruaje azul pálido, del tamaño de una casa y tirado por una docena de enormes caballos alados de crin y cola blancas, que llegó volando a última hora de la tarde —el día antes del funeral— y aterrizó en el borde del Bosque Prohibido.

Entretanto, iban acomodando en el castillo a una delegación de funcionarios del ministerio, entre ellos el ministro de Magia en persona.

Mientras los alumnos de las cuatro casas desayunaban en el Gran Comedor, el día del funeral de Albus Dumbledore, Artemisa Slytherin se encontraba recostada contra un árbol de sauce que se hallaba en el exterior del castillo.

El viento revolvió suavemente sus cabellos castaños, acariciándole el rostro con sus débiles ráfagas. Scorpius, su mejor amigo, reposaba su cabeza sobre las rodillas de ella mientras ambos observaban el movimiento del agua en el Lago Negro.

La chica soltó un suspiro cansino, una costumbre que había adquirido después de enterarse de la inevitable verdad. Aquellos días habían sido muy fuertes para todos, sobre todo para Harry Potter y para ella. Sin la presencia de Severus Snape ni de Draco Malfoy, era un tanto deprimente permanecer en la sala común de Slytherin, sin mencionar el hecho definitivo de la muerte del director de Hogwarts.

Las últimas noches en el castillo, la chica había estado durmiendo en la habitación de Draco, con la esperanza de encontrar algo de él en aquel espacio que tantos recuerdos le traían. Para despejar su pesar, iba tres veces al día a la enfermería para ayudar en lo que pudiera. A Neville ya le habían dado el alta, pero Bill Weasley seguía bajo los cuidados de Madame Pomfrey. Tenía unas cicatrices horribles; de hecho, se parecía mucho a Alastor Moody, aunque por fortuna conservaba tanto los ojos como las piernas; pero su carácter no había cambiado. La principal diferencia es que enseguida desarrolló una gran afición a los filetes de carne poco hechos.

«Es una suegte que se case conmigo —había dicho Fleur alegremente mientras le arreglaba las almohadas a Bill—, pogque los bguitánicos cocinan demasiado la cagne, siempgue lo he afigmado.»

Después de que se diese el funeral del gran Albus Dumbledore, los alumnos regresarían a sus hogares y eso le daba mayor aliento a Artemisa. Podría estar con Sirius, Remus y Dora todo el tiempo que quisiese, podría desahogarse con ellos y tendría un apoyo incondicional sin la necesidad de que la viesen con lástima.

Cuando le avisó a Theodore Nott que ella no desayunaría ese día, el chico de cabello castaño le había insistido que era muy importante comer algo. Pero ella se negaba, lo cual ocasionó una pequeña discusión con el muchacho que había sido su bastón de soporte, junto a Blaise, cada vez que alguien nombraba a su novio.

El suave sonido de las pisadas golpeando la grava logró conseguir que la chica Slytherin saliera de su fuero interno. Parpadeó varias veces, un poco confundida al ver a los alumnos de Hogwarts y demás personas que ella no podía distinguir a tan larga distancia. Suspiró con pesadez nuevamente, levantándose del suelo mientras sacudía con sus manos los rastros de hierba que se habían adherido al vestido de tonalidad blanca brillante.

Artemisa Slytherin y el Misterio del Príncipe Mestizo ➂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora