Capítulo 11

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*Capítulo largo*

Salí del Gran Comedor, acompañada por Scorpius. Theo y Blaise habían decidido quedarse con Draco esa noche, ya que ambos debían dividirse entre nosotros dos. En vista de que ya ni siquiera nos dirigíamos la palabra.

Estaba deambulando por los pasillos, caminando hacia el despacho de Albus. Cuando estaba por cruzar una de las esquinas, escucho a los lejos como alguien me estaba llamando. Me giré para ver a Harry Potter corriendo hacia donde nos encontrábamos Scorpius y yo, esbocé una suave sonrisa cuando se ubicó a mi lado.

– Hola, Arts. – Me sonrió. – ¿Vas a ver a Dumbledore?

– Sí – me limité a contestar, comenzando a caminar nuevamente – Imagino que tú también, ¿no?

– Sí, también.

Ambos caminamos en silencio hasta llegar al despacho de Albus, justamente a las ocho en punto. Harry llamó a la puerta y Albus nos hizo pasar, él se encontraba sentado en su mesa, pareciendo estar más cansado que la última vez que nos vimos (es decir, ayer). El pensadero volvía a reposar en la mesa y proyectaba motas plateadas de luz en el techo.

—Han estado muy ocupados durante mi ausencia —dijo Albus, sin sonreír—. Tengo entendido que ambos presenciaron el accidente de Katie.

—Sí, señor. ¿Cómo se encuentra ella? – Murmura Harry, sin muchos miramientos.

—Todavía no se siente bien, aunque podríamos decir que tuvo suerte. Al parecer, el collar apenas le rozó la piel a través de un diminuto roto que tenía uno de sus guantes. Si se lo hubiera puesto o lo hubiese cogido con la mano desnuda, quizá habría muerto al instante. Por fortuna, el profesor Snape consiguió impedir una rápida extensión de la maldición...

— ¿Por qué él? —Se apresuró a preguntar Harry—. ¿Por qué no la señora Pomfrey?

—Impertinente —musitó una débil voz procedente de uno de los retratos que había en la pared, y Phineas Nigellus Black, el tatarabuelo de Sirius, levantó la cabeza que hasta ese momento tenía apoyada sobre los brazos fingiendo dormir—. En mis tiempos, yo no habría permitido que un alumno cuestionara el funcionamiento de Hogwarts.

—Gracias, Phineas —dijo Albus, condescendiente—. El profesor Snape sabe mucho más de artes oscuras que la señora Pomfrey, Harry. En fin, el personal de San Mungo me envía informes cada hora y confío en que Katie se recuperará del todo a su debido tiempo.

— ¿Dónde ha pasado el fin de semana, señor? —cambió de tema Harry sin tener en cuenta que estaba desafiando la suerte, una sensación compartida por Phineas Nigellus, que murmuró algo entre dientes.

—Prefiero no revelarlo todavía. Sin embargo, se los diré en su momento.

— ¿De verdad? —preguntamos Harry y yo con un sobresalto.

—Sí, eso espero —repuso Albus mientras sacaba otra botella de recuerdos plateados de su túnica y quitaba el tapón con un golpecito de la varita.

—Profesor —dijo Harry tras una breve pausa—, ¿le ha contado la profesora McGonagall lo que le dije sobre Draco Malfoy después de que Katie sufriera el accidente?

Al oír el nombre de Draco, mi corazón se encogió y miré hacia el suelo, apretando fuertemente los labios.

—Sí, Harry, me ha hablado de tus sospechas.

— ¿Y usted...?

—Tomaré todas las medidas oportunas para investigar a cualquiera que haya podido estar relacionado con el accidente de Katie. Pero lo que ahora me preocupa, Harry, es nuestra clase.

Artemisa Slytherin y el Misterio del Príncipe Mestizo ➂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora