Aspiré profundamente, escuchando el suave susurro de las olas. Una fresca brisa hizo que mis cabellos se alborotaran mientras contemplaba un mar iluminando por la luna y un cielo repleto de hermosas estrellas. No encontrábamos sobre un alto afloramiento de roca negra y, a nuestros pies, el agua del mar se agitaba.
Era un paisaje inhóspito y deprimente pero, curiosamente, me parecía agradable. Siempre me habían gustado los lugares sin muchas personas, lugares donde se pueda pensar en tranquilidad y donde se pueda conectar el alma con el cuerpo.
— ¿Qué les parece? —nos preguntó Albus.
— ¿Aquí trajeron a los niños del orfanato? —preguntó Harry, arrugando el entrecejo.
—No, no exactamente aquí. Hay una aldea, si se puede llamar así, a medio camino, en esos acantilados que tenemos detrás. Creo que llevaron a los huérfanos allí para que les diera el aire del mar y contemplaran el oleaje. Supongo que sólo Tom Ryddle y sus dos jóvenes víctimas visitaron este lugar. Ningún muggle podría llegar hasta esta roca a menos que fuera un excelente escalador, y a las barcas no les es posible acercarse a los acantilados porque las aguas son demasiado peligrosas. Imagino que Ryddle llegó hasta aquí bajando por el acantilado; la magia debió de serle más útil que las cuerdas. Y trajo a dos niños pequeños, probablemente por el puro placer de hacerles pasar miedo. Yo diría que debió de bastar el trayecto hasta este lugar para aterrorizarlos, ¿no creen? —Contemplé el precipicio y se me puso la carne de gallina, Scorpius se estremeció en mis hombros—. Pero su destino final, y el nuestro, está un poco más allá. Síganme.
Nos condujo hasta el mismo borde de la roca, donde una serie de huecos irregulares servían de punto de apoyo para los pies y nos permitían llegar hasta un lecho de rocas grandes y erosionadas, parcialmente sumergidas en el agua y más cercanas a la pared del precipicio. Era un descenso peligroso y, como Albus no podía ayudarse con ambas manos, tuvimos que impulsarle suavemente para poder ir avanzando poco a poco.
— ¡Lumos! —exclamó Albus cuando llegó a la roca lisa más próxima a la pared del acantilado.
Un millar de motas de luz dorada chispearon sobre la oscura superficie del agua, unos palmos más abajo de donde Albus se había agachado; la negra pared de roca que tenía al lado también se iluminó.
— ¿Lo ven? —dijo el anciano profesor con voz queda al tiempo que levantaba un poco más la varita. Pude ver una fisura en el acantilado, en cuyo interior se arremolinaba el agua—. ¿Tienen algún inconveniente en mojarse un poco?
—No –contestamos Harry y yo, sacudiendo la cabeza.
—Entonces quítense la capa invisible. Ahora no la necesitan. Tendremos que darnos un chapuzón.
Y dicho eso, Albus, con la agilidad propia de un hombre mucho más joven, saltó de la roca lisa, se zambulló en el mar y empezó a nadar con elegantes brazadas hacia la oscura grieta de la pared de roca sujetando con los dientes la varita encendida.
Harry nos quitó la capa de encima, la guardó en su bolsillo y tomó mi mano. Ambos nos miramos fijamente antes de saltar al agua.
Estaba helada; las empapadas ropas se inflaban y me empezaban a pesar. Scorpius estaba fuertemente aferrado en mis hombros, intentando no caerse. Respirando hondo, emprendimos el camino hacia la titilante luz que ya se adentraba en el acantilado.
La fisura pronto dio paso a un oscuro túnel. Sólo había un metro de distancia entre las viscosas paredes, que brillaban como alquitrán mojado, iluminadas por la luz que emitía la varita de Albus. Asimismo pude ver que, un poco más adelante, el túnel describía una curva hacia la izquierda y se extendía hacia el interior del acantilado.
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Artemisa Slytherin y el Misterio del Príncipe Mestizo ➂
Fiksi PenggemarLUMOS... Definitivamente no puedo vivir en un mundo normal, ni mucho menos seguro. Mi vida está repleta de circunstancias insólitas, es como si el creador del mundo estuviese burlándose de mí. Soy la heredera de un poderoso mago, ganadora del Torne...