Capítulo 17

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Observé a Albus, quien parecía bastante complacido por nuestro interés.

—Hepzibah Smith murió dos días después de esa breve escena —explicó Albus mientras volvía a su asiento mientras nos indicaba que nos sentáramos—. El ministerio condenó a Hokey por el envenenamiento accidental del chocolate de su ama.

– No puede ser...

— ¡No puedo creerlo! —exclamó Harry, indignado.

—Veo que somos de la misma opinión. Ciertamente, hay varias coincidencias entre esa muerte y la de los Ryddle. En ambos casos culparon a otra persona, a alguien que recordaba con claridad haber causado la muerte...

— ¿Hokey confesó?

—Recordaba haber puesto algo en el chocolate de su ama que resultó no ser azúcar, sino un veneno mortal poco conocido. Y llegaron a la conclusión de que la elfina no lo había puesto a propósito, sino que como era muy anciana y muy despistada...

— ¡Voldemort modificó su memoria, igual que hizo con Morfin! – Reclamé aún más indignada que antes.

—Sí, ésa es la conclusión a la que llegué yo también. Pero, como en el caso de Morfin, el ministerio estaba predispuesto a sospechar de Hokey...

—... porque era una elfina doméstica —terminó Harry.

La sangre me hirvió.

—Exacto —confirmó Albus—. Era muy mayor y como admitió haber puesto algo en la bebida, nadie del ministerio se molestó en seguir investigando. Igual que en el caso de Morfin, cuando di con ella y conseguí extraerle ese recuerdo, la elfina estaba a punto de morir; pero, como comprenderán, lo único que demuestra su recuerdo es que Voldemort conocía la existencia de la copa y el guardapelo.

>> Cuando condenaron a Hokey, la familia de Hepzibah ya sabía que faltaban dos de los más preciados tesoros de la anciana bruja. Tardaron un tiempo en averiguarlo porque la mujer tenía muchos escondites; siempre había guardado celosamente su colección. Pero, antes de que los parientes comprobaran que la copa y el guardapelo habían desaparecido, el dependiente que trabajaba en Borgin y Burkes, aquel joven que había visitado a menudo a Hepzibah y la había conquistado con sus encantos, dejó su empleo y se marchó. Los dueños de la tienda ignoraban adónde había ido y estaban tan asombrados como todo el mundo de su marcha. Y durante mucho tiempo nadie volvió a ver ni oír hablar de Tom Ryddle.

Qué poco disimulado, primito.

»Y ahora, me gustaría detenerme una vez más para dirigir su atención hacia ciertos aspectos de nuestra historia. Voldemort había cometido otro asesinato; ignoro si fue el primero desde que matara a los Ryddle, pero creo que sí. Esta vez, como habrán observado, no mató por venganza, sino para obtener un beneficio. Quería poseer los dos fabulosos tesoros que le había enseñado aquella pobre y obsesionada anciana. Primero robaba a los otros niños del orfanato, luego le sustrajo el anillo a su tío Morfin y después se apropió de la copa y el guardapelo de Hepzibah.

—Pero qué raro que lo arriesgara todo —dijo Harry frunciendo el entrecejo— y dejara su empleo sólo por esos...

—Quizá tú lo encuentres raro, pero Voldemort no —aclaró Albus—. Espero que entiendan, en su debido momento, qué significaban con exactitud para él esos objetos, pero admitirán que no es difícil imaginar que, como mínimo, considerara que el guardapelo era suyo por legítimo derecho.

Y también mío, primito, sería bueno que compartieras el botín.

—El guardapelo quizá sí, pero ¿por qué se llevó también la copa? – Pregunté con una exclamación de alarma en la voz.

Artemisa Slytherin y el Misterio del Príncipe Mestizo ➂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora