Pequeña Recompensa

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A todos los guapos lectores y todas las hermosas lectoras, les quiero regalar este pequeño apartado para que me quieran y para que disfruten de mis atenciones. Los quiero mucho, muchísimo. Sin ustedes, mis historias no serían más que palabras escritas en la web. 


Salté los últimos escalones de la escalera que comunicaba hacia el despacho de Albus. Sabía que Harry se había quedado hablando un momento con Albus pero, en estos momentos, me encontraba interesada en otra cosa mucho más importante. Algo que tenía que ver con un hurón teñido.

Mis pies me guiaron con rapidez por los pasillos de Hogwarts y, sin prestarle atención a la oscuridad que había aquella noche, caminé con altivez y velocidad. Llegué, casi corriendo, a la sala común de Slytherin. Pronuncié la contraseña rápidamente y, cuando la pared se hizo a un lado para darme el acceso al interior de la sala común, me moví con agilidad y corrí hacia las escaleras. Las subí de dos en dos, meditando las acciones que iba a tomar en pocos segundos, pasé por las puertas de los muchachos de Slytherin, únicamente concentrada en mi destino.

Mis ojos viajaron por la puerta a la cual quería llevar, visualizaron la placa que ponía el nombre del susodicho. Levanté mi mano sudorosa, sin pensar.

Toqué una vez, suave. Los nervios me traicionaron, lo cual ocasionó que aporrease la puerta con fuerza. Agudicé el oído.

Un estrepitoso ruido se oyó en el interior de la habitación. Me eché hacia atrás, acobardándome.

Podía quedar en todas las casas pero la última sería Gryffindor.

La puerta sonó y se abrió. En el umbral apareció un malhumorado Draco Malfoy, que parecía querer golpear el rostro de alguien.

– ¿Qué es lo que...? – Se interrumpido cuando, sin previo aviso, salté sobre él.

Tropezó con la puerta mientras ambos nos caímos. La puerta se cerró en una algarabía. Solté una risita nerviosa cuando vi la situación comprometedora en la que nos encontrábamos. Quiero decir, yo me encontraba sentada a arcadas sobre Draco, a quien se le había quitado el ceño fruncido.

Malditas hormonas, este no es momento para volverse locas.

– ¿Arts? ¿Qué sucede? – Preguntó Draco con la voz tres veces más ronca que su voz original.

Un escalofrío recorrió mi columna vertebral, haciéndome saltar suavemente.

Será mejor que se calmen, hormonitas. Me hacen quedar mal.

Se supone que debo parecer tranquila pero, no. Parezco una jodida gelatina llena de nervios locos y hormonas fuera de control.

– No pasa nada. – Me aclaré la garganta. – Bueno, sí.

– ¿Qué pasó?

Suspiré con torpeza.

Control, control, control.

– Dime una cosa, Draco Malfoy. – Murmuré mientras me enderezaba con cuidado de no tocar nada fuera de lugar. Que situacioncita. – ¿Por qué no puedes ser como los demás chicos normales? ¿Por qué no puedes hacer que te odie?

Draco frunció el ceño antes de reírse con incredulidad.

– ¿De qué estás hablando? ¿Acaso te encontraste con Blaise y compartieron una botella de Whisky de Fuego? – Arqueó las cejas, sonriendo con impertinencia.

– ¡Estoy hablándote en serio, hurón de pacotilla!

– Ya, ya, te creo. – Intentó sentarse pero todo se volvió un papelón y, juntos, volvimos a caer contra el frío el suelo. – ¡Serás torpe, Artemisa!

– ¿Qué? ¡Si has sido tú!

Ambos nos reímos mientras nos sentábamos con tranquilidad.

– Ahora sí, cuéntame qué es lo que te está pasando. – Draco me indicó que hablara con ademán.

– La situación es la siguiente, hurón. Mientras estaba de vacaciones recibí una carta que venía de tu parte, una carta con un contenido bastante comprometedor...

– ¿Ah, sí? ¿Una carta, dices? – Se hizo el desentendido y tuve que propinarle un golpecito en el hombro. – Estás agresiva...

– Claro que no...

– Sí, lo estás. – Antes de que pudiese responder, él se me adelantó. – ¿Todo este comportamiento es por una simple carta?

– ¿Dices que es una simple carta? ¿Acaso te has vuelto loco? – Lo miré alarmada antes de percatarme de su sonrisa burlona. – ¿Me estás tomando el pelo, Draco Malfoy?

– Para nada, Artemisa Slytherin. – Se rió débilmente, haciendo que entornara los ojos. – Bien, en algo tienes razón. No fue una simple carta.

Lo miré con los ojos entrecerrados.

– Pero tengo una pregunta para ti. – Fruncí el entrecejo. – ¿Hice que cambiaras de opinión?

– ¿Cambiar de opinión con respecto a qué?

– Sinceramente, no quiero permanecer en la zona de amigos por más tiempo, Arts. Es muy patético. – Aflojé el ceño, mirándolo con incredulidad. – Además, como ya te lo expresé en la carta, estoy perdidamente enamorado de ti...

– ¡Alto ahí, campeón! – Salté, haciendo que se cállese. Sus ojos se abrieron mucho al ver mi estrambótica actitud.

Hormonas + Nervios = Nada bueno.

– No puedes simplemente llegar y decirme que estás enamorado de mí. – Él me miró con curiosidad. – ¡Digo! Tienes que ser más romántico...

<< ¿Qué se supone estás haciendo? >> Evangeline se rió en mi mente. << Oh, qué dulce es el amor >>

– ¿Más romántico que enviarte una carta donde expongo todos mis sentimientos hacia ti? – Draco se rió con incredulidad. – ¿Qué más esperas? ¿Qué escriba tu nombre en el cielo?

– ¡Me estás mal interpretando! – Me esforcé por no meter la pata. – Quería decirte que no podías declararte en medio de tu habitación, en la penumbra de la noche...

– Por Merlín, Artemisa. – Me agarró por los hombros con fuerza. – Si quieres algo romántico, lo tendrás.

Antes de que pudiese procesar sus palabras, sus labios ya se encontraban sobre los míos. Mis dedos se elevaron por decisión propia, enredándose en el cabello sedoso y fino de Draco, mientras tanto, las manos él viajaron desde mi rostro hasta el borde de mi suéter verde. El calor estaba incendiando todo mi interior y, aún más, cuando Draco se levantó del suelo, conmigo en brazos, y caminó hasta la cama. Él se encontraba sobre mí, sin apoyar todo su peso.

Los besos se volvieron más feroces. Merlín, me estaba consumiendo.

Sentía mis hormonas volando como unicornios por todo mi cuerpo.

Por un instante, vislumbró algo en mi cerebro, tal vez algo de cordura. Me separé de Draco con lentitud, respirando entrecortadamente.

– Eso ha sido...

Draco besó brevemente mis labios, silenciándome.

– Estoy perdidamente enamorado de ti, Artemisa Elissa Slytherin. – Mis mejillas se tornaron de color rojo. – Y me encantaría que volvieses a hacerme el honor de ser tu novio.

– Con gusto seré tu novia, señor Draco Malfoy. – Sus ojos brillaron con alegría. – Por cierto, sólo para que lo sepas, también estoy perdidamente enamorada de ti.

Draco sonrió antes de volver a juntar sus labios con los míos.

Artemisa Slytherin y el Misterio del Príncipe Mestizo ➂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora