Max Holland

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 Arrojé mi bolso sobre la mesa junto con mis llaves y me tiré en la primer silla que estuvo a mi paso. Solté un suspiro, cansada. Ese día la Universidad había apestado. Estaba bastante cansada de tener que hacer esa maldita carrera que a decir verdad no me gustaba para nada. El silencio reinaba en todo el departamento. Consideré la idea de comprarme alguna mascota para que me recibiera cada vez que yo llegaba a la casa. La idea era tan triste como poco alentadora. ¿De verdad necesitaba un perro o cualquier clase de animal para no sentirme tan sola como lo estaba?

 Mi celular comenzó a sonar y con algo de pesadez deslicé mi brazo dentro de mi bolso buscando a tientas el teléfono. Conseguí contestar al tercer pitido.

 — ¿Hola? — Era número desconocido. — ¿Quién habla?

 —Hola Anna, habla Max— Escuché su familiar voz del otro lado de la línea. Me enderecé en mi asiento y sonreí.

— ¡Max! Maldita sea, ya echaba de menos tus llamadas— Escuché su risa— ¿Cómo has estado? — Hacía poco más de dos semanas que no había hablado con él. A decir verdad, luego de lo sucedido con Ethan nosotros mantuvimos el contacto y por lo general él siempre me preguntaba que tal iban las cosas con la investigación sobre el asesino de mi ex novio. Su hermano.

 —Bastante bien, de hecho. Llamaba para ver si tenías un tiempo libre hoy por la noche para así poder ir a cenar y charlar un poco ¿Qué te parece? — Sonaba bastante animado y esa alegría se me contagió al instante.

 —Opino que suena genial ¿Te parece a las ocho? — Apenas y eran las cinco.

 —Me parece estupendo. Paso por tu apartamento a esa hora, Ann. Tengo que colgar porque estoy en medio de algo. Nos vemos luego ¿De acuerdo?

 —Hasta más tarde, Max.

 Colgué la llamada y lanzando mi celular sobre la mesa, nuevamente, me dirigí hacia mi habitación para descansar un momento.

 Cerré los ojos y el cansancio comenzó a hacerse dueño de mí. Por algún motivo, como me sucedía de costumbre, un recuerdo vino a mi.

 La primera vez que Ethan me había invitado a salir. Recuerdo lo nervioso que él se encontraba en aquella ocasión y como movía sus manos nerviosamente. Ese día yo había estado con los nervios de punta porque toda la escuela comentaba que uno de los hermanos Holland me invitaría a salir. En ese entonces solo Rush y Ethan estaban cursando el instituto, ya que Max lo había terminado hace poco más de dos años. En cuanto vi a Ethan acercarse a mí, mi corazón comenzó a latir rápidamente en mi pecho. Siempre había gustado de él, en secreto. Y siempre había pedido internamente porque algún día se fijara en mí. Sonreí al recordar cómo me había llamado por mi apellido y balbuceando consiguió invitarme al cine en una cita formal. Yo estaba prácticamente saltando sobre mis piernas cuando lo dijo pero me mantuve serena y asentí con una sonrisa. Su hermano Rush, estaba gritando desde su auto que se apurara porque tenían que irse, y con un beso en mi mejilla se largó corriendo de allí prometiendo llamarme en pocos minutos. Así lo había hecho y así habíamos comenzado a salir.

 Mis ojos se aguaron e intenté reprimir las lágrimas que luchaban por salir de ellos. Siempre iba a recordar ese día y la alegría que sentí esa noche, más tarde cuando él tomó mi mano por primera vez. Cada día me preguntaba como hacía para seguir viviendo sin él en mi vida y cada día era una nueva lucha.

 El dolor que había sentido el día que fui informada de su muerte no se compara con él que sentí el día que mi madre murió de cáncer, pero aun así no dejaba de ser profundo.

Antes de poder darme cuenta ya eran las siete, por lo que no tenía mucho margen para darme un baño y vestirme. De modo que me apresuré a hacer las cosas necesarias y luego de escoger entre mis prendas me decidí por un pantalón negro que se ajustaba a mis piernas y caderas y una camisa blanca encima. Coloqué mis zapatos bajos y cuando estaba terminando de acomodar mi cabello en una coleta alta, sonó el timbre. Revisé el reloj que descansaba sobre mi mesa de noche y comprobé que eran las ocho y dos minutos. Max siempre solía llegar puntual y esta no fue la excepción. Tomé un pequeño bolso donde empuje mi celular, llaves y algún que otro maquillaje y finalmente me dirigí a mi encuentro con él.

 El camino al restaurante fue lo de más cómodo, como siempre. Él había estado contándome que había conocido a una linda mujer la semana anterior, cuando salía de las oficinas y al parecer había quedado flechado por ella. La sonrisa en su rostro cuando hablaba de ella lo decía todo. Al parecer habían tenido una cita el pasado día y él planeaba invitarla a salir nuevamente. Me alegraba de que haya vuelto a encontrar el amor, ya que luego de que su esposa falleció en un trágico accidente automovilístico, él no se había dado la posibilidad de ninguna relación amorosa ni nada por el estilo.  De modo que yo no era la única que había perdido a alguien importante en mi vida.  Max hace pocos meses había cumplido los treinta años y deseaba que él volviera a ser feliz.

  En cuanto llegamos al lugar donde íbamos siempre, el camarero nos recibió con una sonrisa y nos ubicó en una mesa que se encontraba en el centro del lugar. El lugar estaba bastante lleno y el ambiente era realmente acogedor.

 — ¿Qué hay de ti, Anna? ¿Qué has hecho últimamente además de asistir a tu aburrida Universidad? — Preguntó Max, divertido, al tiempo que se llevaba una copa de vino a sus labios. Me encogí de hombros, realmente no había nada nuevo en mi vida desde la última vez que hablamos… A excepción de una cosa, pero no estaba segura de contarle.

 —Ya sabes, ese maldito empleo me estaba consumiendo por completo. Estoy considerando buscar otra cosa, me siento tan mediocre por dejar que mi padre mantenga muchos de mis gastos— Torcí la boca en un gesto que al parecer le resultó gracioso.

— ¿Sabes, en la oficina necesitamos una secretaria? Amanda dijo que se mudará en pocas semanas y su puesto quedará libre ¿Qué te parecería trabajar allí? Puedo acomodar tus horarios para que tengas tiempo de asistir a la Universidad y estudiar para tus exámenes.

 — ¿Lo dices en serio? — Estaba segura de que tenía la sonrisa más estúpida en mi rostro —Me encantaría— Le respondí contenta.

 —Entonces es un hecho. Pásate por allí en cuanto puedas y llenamos los formularios correspondientes. Podrías comenzar la semana entrante si así lo deseas— Trabajar con Max sería realmente bueno. Además cualquier cosa con tal de salir de aquel maldito empleo en el café de la Universidad.  Asentí con la cabeza y de repente no pude aguantar más la pregunta que había estado martilleando en mi cabeza desde que pasó a recogerme.

—Oye Max ¿Has tenido noticias de Rush? — Traté de sonar lo más casual posible. No iba a arrojarle así como así que lo había visto colocado y borracho— Una arruga se formó entre sus cejas.

—El maldito cabrón se apareció por la casa de mis padres hace poco más de diez días, completamente ebrio, estábamos almorzando y él entró como si nada comenzando a gritar y queriendo entrar al cuarto de Ethan a buscar algo. Mi padre lo sacó a patadas de allí— Se lo veía preocupado— Jonathan jamás había estado tan furioso como ese día y mi madre no dejaba de llorar— Era mediodía y el maldito estaba ebrio ¿Puedes creerlo? — Apretó el puente de su nariz inhalando una profunda respiración.

 Así que esa era la vida que estaba llevando Rush…

 Ni de coña iba a decirle que yo lo había visto. No después de ver la expresión que cruzó por su rostro cuando hablaba de él.

 —Es una lástima— Comenté tratando de no sonar incómoda ante el tema. Después de todo yo había sido la que preguntó por él.

 —Espero que se dé cuenta de lo que está haciendo antes de que sea demasiado tarde. Intenté hablar con él pero estaba furioso y cuando fui a verlo a su departamento no abrió la puerta. Cabrón.

TroubleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora