Conflicto interno

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—No puedo quedarme aquí, Annabelle— Rezongó Rush por décima vez en lo que iba de la tarde.

—Rush, maldita sea, tienes fiebre, no voy a dejarte tirado en la calle— Puse los ojos en blanco.

 —Annabelle, yo no vivo en la calle. Que me hayas encontrado allí no significa que yo viva de esa manera. Tengo mi propio departamento— Intentó levantarse pero desistió cuando yo empujé su hombro hacia atrás, para que finalmente recostara su espalda en el cómodo sillón de tres cuerpos que estaba en mi sala. —Solo por hoy. Agradezco lo que estás haciendo por mí, Anna. Pero no quiero interrumpir en tu vida— Agregó.

 Sonreí satisfecha por haber ganado y me dirigí hacia la cocina a preparar algo para comer.

 Horas después ambos estábamos sentados hombro con hombro frente al televisor mirando una tonta película de comedía romántica. Las risas de Rush, algo amortiguadas debido a que su herida aún no estaba curada, retumbaban ligeramente y en ese momento me permití la posibilidad de considerar como sería vivir con Rush. ¿Todos los días sería así? Para ser sincera había estado más que a gusto con su compañía y aunque el motivo había sido algo perturbador, no podía quejarme. Él sabía cómo levantar mi ánimo y que comentarios hacer en los momentos adecuados.

  Me había dirigido a buscar un tercer tazón de palomitas para mirar la siguiente película cuando escuché que su celular sonaba y segundos después su tono de voz bajó a uno más ¿Confidencial?

 —Lamento no haber podido ido a buscar el paquete esta mañana, Mark— Permanecí parada en umbral de la puerta que conectaba la cocina con la sala de estar. Rush seguía de frente al televisor con su teléfono pegado a su oído. —No te preocupes, iré por eso mañana a esta hora— Hubo una pausa en la que supuse que la persona al otro lado de la línea le decía algo y él volvió a responder— De acuerdo, 300 dólares serán entonces. Nos vemos— Dijo para finalizar la llamada y hacer a un lado su teléfono celular

 — ¿No has podido ir a buscar eso hoy? — Pregunté de manera irónica. Él giró su cabeza hacia mí a una velocidad bastante sorprendente. Sus ojos me miraban como los de un cachorro asustado o mejor dicho un niño travieso que había sido descubierto.

 —Annabelle…Yo…humm…Lo que escuchaste…— Se lo notaba nervioso. Sus palabras habían quedado trabadas en su boca.

 Rush podía ser una buena compañía pero no dejaba de ser un jodido alcohólico metido en las drogas. ¿Cómo había sido capaz de olvidar eso?

 ¿Acaso yo era estúpida?

 —Entiendo Rush, no tienes que explicar— La ira comenzó a hacerse presente y mis palabras casi sonaron como gritos. Aún seguía sin entender cómo es que Rush había terminado metido en todo eso. Tomé una gran bocanada de aire y cuando estuve a punto de preguntar sobre eso, lo consideré mejor — ¿Sabes qué? Creo que me dio algo de sueño, voy a acostarme un rato— Y sin decir más me dirigí hacia mi cuarto dando un fuerte portazo detrás de mí.

 Maldije a Rush una y mil veces más y de hecho hubiera seguido con mi agradable pasatiempo de no ser que la puerta de mi habitación sonó con tres toques firmes.

— ¿Qué quieres?

 —Quiero hablar contigo, Anna ¿Puedo entrar? — Su voz al otro lado de la puerta sonaba decaída.

—Estoy cansada, Rush. Quiero dormir, vete— Me tiré de espaldas al colchón y cerré los ojos esperando que se rindiera en su pobre intento de hablar conmigo.

  Pero no, maldita sea, es Rush Holland, un jodido impulsivo. De modo que abrió la puerta sin siquiera esperar a que yo lo hiciera y antes de darme cuenta él ya se encontraba sentado en una de las esquinas de la cama.

 — ¿Te pusiste de este modo por lo que escuchaste, verdad? — Sus profundos ojos azules se clavaron en los míos y algo extraño se sacudió en mi interior.

 — ¿Eh? — Sacudí la cabeza intentando alejar esa estúpida sensación y aparté la mirada a cualquier lado de la habitación menos a esas dos fosas azules.

 — ¿Me escuchas o no cuando hablo, Anna? — Llevó su mano hacia mi rodilla y la apoyó suavemente allí presionado ligeramente dos puntos que hicieron que me apartara de la cama de un salto.

 Y otra vez volvíamos al tema del contacto físico. ¿Por qué mi cuerpo reaccionaba de aquella manera? Era algo que no comprendía y no me agradaba para nada.

 Decidí atacar con mi mejor arma antes de que intentara otro acercamiento de esos.

 —Te drogas— Solté de repente y él pareció imperturbable por unos segundos.

 — ¿Y qué con eso? No lo estoy haciendo en tu departamento, Annabelle— Y cuando pronunció mi nombre fue como si una caricia se hubiera extendido por todo mi cuerpo.

— ¿Por qué lo haces, Rush? ¿Por qué arruinas tu vida de esa manera? — Mi voz sonó más desesperada de lo que yo hubiera querido que el escuchase. Y maldije por eso.

 — ¿Por qué te importa saberlo? — Al parecer la charla se iba a basar en responder preguntas con más preguntas. Que inteligentes.

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