Hipnotizante

4.3K 205 8
                                    

Tres meses después

 Estaba harta de tener que asistir a esa maldita Universidad que sabía yo poco me servía para lo que yo realmente quería estudiar. Era un lugar precioso pero eso no alcanzaba. Estaba cansada de lidiar con las matemáticas todos los jodidos días, escuchar como el anciano profesor de algebra explicaba todos los días un tema diferente. Cansada en fin de estudiar esa estúpida y jodida carrera. Pero era todo lo que podía hacer. Mi padre no estaba dispuesto a pagar otra universidad, o mejor dicho ESA universidad que yo tanto quería. Pues claro, para un hombre de negocios como él, un simple profesor de Historia no era nadie. Y sí, eso quería ser yo. Profesora de Historia pero no lo conseguiría, al menos no de momento. Y el dinero que yo ganaba con mi empleo de medio tiempo lo gastaba todo en abogados, detectives, investigadores y demás. Ya habían pasado tres meses y aún no se sabía sobre el asesino de Ethan. Aquel maldito había conseguido matar a un hombre y huir sin más. Pasaba mis noches despierta intentando recordar el sonido de su voz, su risa y el calor de su cuerpo. Pero de a poco comenzaba a olvidarme de los pequeños detalles y eso me dolía. Quería recordarlo, recordarlo por siempre. Cerrar los ojos y poder recordar sus ojos mirando fijamente los míos, pero nada de eso sucedía y yo comenzaba volverme loca. Mamá había insistido en que consultara con un psicólogo, pues ella creía que estaba haciendo mal a mi salud. De acuerdo, puede ser que mi salud haya quedado en un segundo plano en mi vida diaria, pero realmente tenía cosas más importantes que hacer que sentarme a comer. Estaba un poco más delgada, de hecho había tenido que renovar todos mis pantalones, porque los viejos me quedaban grandes pero no era más que eso. Tal vez había adelgazado unas 10 libras pero ya tendría tiempo para recuperarlas en algún momento de mi vida.

  Tomé mi bolso y mi teléfono celular para finalmente comenzar otro maldito día. El departamento donde vivía quedaba solo a unas ocho calles de la Universidad de modo que todos los días iba caminando. Adoraba el tiempo que hacía esos días. El viento y el frío siempre se colaban por debajo de mi ropa y yo no podía estar más a gusto. Este era el clima preferido de Ethan, de hecho. Él solía disfrutar yendo al parque los días de lluvia y yo había tomado eso como una nueva costumbre mía.

 Bajé las escaleras que me separaban de la planta baja y cuando abrí la puerta de entrada del edificio el frío chocó contra mi cara. La bufanda que me había colocado servía para protegerme un poco pero no del todo. Decidí apresurar el paso para poder llegar a tiempo y luego de quince minutos caminando llegué a mi tan preciada Universidad.

 El día fue de lo más normal y aburrido. Los profesores y sus clases. Los estúpidos que nunca entendían los temas más fáciles y hacían la clase más lentas y como no, las coquetas y huecas niñas de la clase intentando llamar la atención del profesor de Calculo. Un joven de tan solo veintitrés años que la verdad no estaba nada mal. Cuando finalmente conseguí terminar mi día académico eran las siete y media de la tarde. Odiaba los martes porque entraba demasiado temprano y salía a estas horas pero no me quedaba de otra.

 Las calles estaban algo vacías debido al mal tiempo que estaba haciendo. La caminata hacia el apartamento sería larga y fría. Intenté apurar mi paso, no quería toparme en el camino de ningún delincuente y tentar a mi suerte. Ya había pasado en más de una ocasión y no había sido nada agradable.

 Cuando estaba a tan solo dos cuadras de mi destino, escuché el llanto de un hombre proveniente de la plaza donde yo solía sentarme a leer por las mañanas. Pude escucharlo pues porque en la calle por poco y habían tres o cuatro personas más caminando y los autos no circulaban demasiado. Era un lugar tranquilo.

 Las nubes grises amenazaban con iniciar una tormenta pero aquel muchacho parecía ignorar todo aquello. Mejor ni me entrometía.

 — ¿Por qué Ethan? ¡¿Por qué diablos sigo vivo mientras que tú no lo estás?! — Me paralicé al escuchar ese grito proveniente del chico de la plaza. Su voz sonaba ronca y el llanto lo ahogaba, pero era inconfundible. Maldije ser tan idiota y arrastrando los pies me acerqué a aquel banco donde se encontraba sentado él.

TroubleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora