¿Los hermanos sean unidos o ...?

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  Corría.

  Corría entre medio de pastizales. Todo se encontraba oscuro. No sabía de quién o de que corría solo que estaba aterrorizada. Mi piel sudaba, mis piernas ardían y los cortes en mis brazos quemaban como el infierno pero aun así no me detuve. Escuchaba pasos detrás de mí, tal vez a pocos metros y sabía que si me detenía a descansar me alcanzarían. Todo lo que veía era oscuridad, árboles, arbustos, troncos y el interminable pastizal picando contra mi cara a lo largo de mi carrera. Mi respiración era pesada, estaba segura de que en cualquier momento caería. Mi cuerpo no resistiría…

 — ¡Annabelle!

 Su voz me detuvo.

 — ¡Anna! ¡Por Dios, Anna!

 Era Rush. Estaba gritando mi nombre. Podía sentirlo muy cerca. Solo tenía que correr un poco más y estaría a salvo con él. Tragué el nudo de mi garganta y sequé rápidamente las lágrimas saladas que mojaban mis mejillas.

 Las pisadas estaban prácticamente detrás de mí. Podía escuchar los jadeos de alguien más. Y me empujé hacia adelante. Hacia donde estuviera Rush. Pero no lo conseguí. Mi pie se enrosco entre las ramas que cubrían el suelo de aquel bosque y caí al vacío.

 Lo último que recuerdo es que abrí la boca para gritar con todas mis fuerzas pero aunque mi garganta quemaba, el sonido no salió.

 — ¡Anna, despierta!— Desperté y lo primero que visualice fueron dos profundas piscinas azules mirándome fijamente. Se veía más que asustado, preocupado.

 Me sostenía por los hombros y estaba a horcadas sobre mi cuerpo.

 —Cariño, fue solo un sueño— Y en ese momento me di cuenta de que estaba llorando. Rush me escrutaba por completo. Una de sus manos viajó hasta mi mejilla y la acarició gentilmente. —Todo mejorara, ya verás— Me aseguró. Y quise creerlo.

  Asentí con rápidos movimientos de cabeza y él se levantó. Su cuerpo se llevó el calor con él. De repente tenía frío y estaba segura de que las ventanas estaban cerradas.

 Me incorporé en el duro colchón orillándome hasta el borde mientras veía a Rush buscar entre bolsas que parecían de compras. ¿Estaban ahí la noche anterior?

 —Conseguí un poco de ropa— Dijo él mientras seguía revisando aquellas bolsas. Y cuando se giró hacia mí en sus manos tenía lo que supuse era un pantalón de Jean y una camiseta color gris. —Son de tu talla— Me tendió la ropa y la tomé sin decir una palabra.

 Caminé aún temblorosa a causa de la pesadilla y me metí en el baño. Enjuague mi boca e hice lo necesario para quedar más o menos decente. Resultó ser que tal y como había dicho Rush, la ropa era de mi talla y me quedaba normal. Ni demasiado suelta ni demasiado ajustada y eso me hacía sentir mejor. Después de haber corrido por el bosque la noche anterior y haberla rasgado por completo dudaba que aquellas prendas fueran decentes. De modo que estaba agradecida de no tener que llevarlas.

 —Anna, date prisa. Tenemos que largarnos de aquí— Dijo Rush desde el otro lado de la puerta.

 Me di un vistazo al espejo y la chica que me devolvió la mirada se veía aterrada. Casi podría decir que parecía un ciervo asustado, completamente magullado.

 Aparté la mirada de inmediato y me apresuré a salir de allí.

 Rush estaba colocándose lo que parecían ser botas de combate, muy de su estilo.

 —Hay un par para ti, allí— Dijo señalando hacia un pequeño par muy parecido al suyo, en color negro.

 Reprimí una risa y los coloqué. Resultó que eran bastante cómodos y también eran de mi talla, ya podía entender porque él los llevaba todo el rato.

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