El inicio de la tormenta

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 Trataba de no romperme del todo. No podía terminar de creer que aquello era cierto. Realmente no podía serlo. Él tenía que estar lleno de vida, feliz y con aquella sonrisa que era capaz de iluminar hasta el más oscuro de mis días. Ethan tenía que estar esperándome en el departamento con el más bello sus abrazos como siempre solía hacerlo.

 No es cierto, Ethan está vivo. Repetía esa mantra para mí misma una y otra vez como si con cada paso que diera no me estuviera acercando a su ataúd.

 Pude distinguir a su madre abrazada a su esposo, Jonathan. Las lágrimas de la mujer se escurrían por la camiseta del padre de Ethan y eso fue todo lo que necesité para romperme por completo.

 Intenté tomar una respiración profunda con el fin de retener mis lágrimas en los ojos pero no lo conseguí. Todo lo que logré fue soltar un profundo ruido desgarrador que hizo que todos los presentes giraran sus rostros hacia mí.

 Allí estaba yo, la desolada y rota novia de Ethan Holland parada en el medio del gran salón donde se llevaba a cabo su funeral. Ignoré todas las miradas que comenzaban a perturbarme y me acerqué de una vez por todas a despedirme por última vez de él.

 Creí que me desmayaría en cuanto lo vi. Su rostro. Su rostro tan tranquilo como siempre que dormía. De hecho quería creer que así era, pero no. Ya no, no estaba durmiendo. Estaba muerto. Ethan estaba muerto y yo estaba con mi corazón roto por la pérdida de mi gran amor.

 Mis piernas temblaron y creí que me caería, pero no fue así. Sentí que alguien me sostenía de la cintura antes de que tocara el suelo. No sentía mi cuerpo, solo podía sentir el profundo dolor que me embargaba al verlo allí. Me vi llevada por alguien lejos de la sala y no hice nada más que quedarme quieta. Mis lágrimas empapaban por completo mi rostro. Quería gritar, quitar patear y golpear todo a mi paso como si aquello fuera a calmar mi dolor. Pero no lo hice, solo me quedé petrificada. Sentí el frío colarse en mis piernas y supuse que estaba sentada en alguna especie de banco. El frío comenzaba a colarse por la tela de mi chaqueta negra pero realmente no me importaba.

 —Annabelle ¿Estás bien? — Reconocí esa voz de inmediato, era Max. El hermano mayor de Ethan.

 — ¿Tú que crees? — Respondí con ironía— ¿Cómo crees que me encuentro? ¡Maldita sea! — Grité sin importar que alguien escuchara. Refregué mi rostro con el puño de mi chaqueta aunque sabía que era en vano, las lágrimas no tardaban en empapar mi rostro nuevamente.

—Lo lamento, no debí preguntar eso— Dijo él apenado y me sentí mal por tratarlo de aquel modo. Después de todo yo no era la única que había perdido a Ethan. Él había perdido a su hermano.

 —Lo lamento Max, no quise hablarte de ese modo— Conseguí decir entre sollozos y me abracé a él en un intento de compartir mi dolor con alguien más. Sus brazos me envolvieron y apoyé mi cabeza en su pecho.

 —Por lo visto no tardas demasiado en encontrar compañía masculina— Escuché la voz de alguien y me separé de Max para ver a aquel idiota que se encontraba parado a unos metros de nosotros y me miraba con odio. Sus ojos estaban rojos y estaba más que segura de que no era por haber llorado.

— ¿Qué haces aquí, Rush? — Dijo Max apretándome contra su pecho. Quería apartarme pero la fuerza de Max era superior a la mía.

 —Y tú, Max —Soltó una horrenda carcajada— No te creía capaz de querer meterte entre las bragas de esta chiquilla, pero ya veo que puedes sorprenderme siempre— Sus palabras arrastradas terminaban de confirmar lo que creía.

 —Suéltame Max— Le dije y él aflojó su agarré. Me separé de él y luego de limpiarme nuevamente el rostro, le hice frente a aquel idiota.

 —Oh, por lo visto la zorra que tenía por novia mi querido hermano tiene algo de carácter— Continuó riendo.

 —O te ubicas o te ubico yo, Rush. No deberías estar aquí en este estado— Lo amenazó Max poniéndose de pie a mi lado.

 —Él también era mi hermano, imbécil— Soltó con furia y por un momento vi reflejado el dolor en sus ojos. Pero no duro mucho ya que volvió a su postura anterior. Sus ojos recorrieron mi cuerpo por completo y soltó una risilla que me puso los pelos de punta.

— ¿Qué demonios pasa contigo?  ¿Es que acaso no eres capaz de tener un mínimo de respeto por la muerte de tu hermano? — Dije entre dientes aguantando las lágrimas.

 —Maldito Ethan y maldita seas tú, Annabelle— Escupió y sin decir más nada se alejó de allí.

TroubleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora