Sí, Lorenzo tiene razón. Me resulta absolutamente irresistible, y estoy segura que eso no es bueno para mí.
¿Pero qué puedo hacer para evitar caer rendida a sus pies si cada vez que lo veo me provoca una sonrisa tonta que no puedo ocultar, si cada vez que lo tengo cerca y su aroma me abraza quisiera ser capaz de retenerlo eternamente en mis sentidos, y cómo evitar desear fundirme con él cada vez que me pone una mano encima?
Me resulta imposible ignorar su presencia, y aún cuando no estamos juntos el recuerdo de sus besos, sus caricias y de la deliciosa manera que tiene de hacerme el amor, acapara todos mis pensamientos.¡Estoy perdida! ¡Me volví completamente loca al permitir que un hombre como Lorenzo Castelli entre en mi vida!
Y ahora ya no hay vuelta atrás... a lo mejor debería seguir el consejo de Lorenzo, relajarme y disfrutar del momento; claro, mientras me preparo mentalmente para el momento en que todo acabe y termine quemándome con el fuego que yo misma permití que ardiera.—Tierra llamando a Isabella—La voz de Lorenzo me trae de regreso.
Lo miro mientras me muerdo el labio inferior.¿Qué voy a hacer con él, mejor dicho qué haré cuando todo acabe?
—Deja descansar el cerebro, Isa. ¿Qué es lo que tanto te preocupa?
¿Me preocupa que ya estoy loquita por ti. Y sé que cuando te aburras de mí tendré que pagarle un dineral a mi psicóloga para que me ayude a salir del pozo que yo misma he cavado? ¡No, no puedo decirle eso!
—Me preocupa el futuro... es decir... nunca me he embarcado en una relación que desde el principio sé que no me conducirá a ningún lado.
—Pero sí lo hiciste en una que creías que te llevaría a buen puerto y sin embargo naufragó. ¿Quién puede saber qué pasará, Isabella? ¡No podemos controlarlo todo! A veces hay que tomar riesgos y saltar al vacío... y a lo mejor, tras dar uno de esos saltos es que te encuentras con lo mejor de tu vida.
Doy un profundo suspiro.
—Lo tienes todo muy claro...
—No, Isabella. No lo tengo todo claro, lo único que sé es que sólo tenemos una vida, y debemos arriesgarnos a ser felices. Aunque nos lastimemos en algún punto del camino, estoy seguro que vale la pena el recorrido.
—¿No has pensado en escribir un libro de auto ayuda o algo por el estilo?
—¡No te burles de mí!—exclama fingiendo haberse ofendido por mis palabras—. Es sólo mi manera de ver las cosas... y no me fue fácil llegar a ver la vida con esta perspectiva...
—¿Por qué dices que no fue fácil? ¿Qué ocurrió?
Creo que mi pregunta lo ha incomodado, porque sus ojos pierden el brillo que tenían hasta hace un momento, y en su frente aparecen unas finas líneas de expresión al fruncir el ceño.
—Isabella, no te enojes pero no es algo de lo que me encante hablar... quizá en otro momento ¿sí?
Asiento.
—Está bien. No tienes que contarme nada... —replico calmada, aunque en el fondo me molesta que yo haya sido capaz de abrirme ante él pero que él no lo pueda hacer conmigo.
—¿Tienes hambre? —dice de pronto cambiando el tema de conversación.
—Estoy muriendo de hambre. Creí que habías dicho que ibas alimentarme y dejarme descansar antes de darme sexo salvaje...
—¿Lo de recién te pareció salvaje? ¡Aún no empiezo contigo, Isabella! —dice haciéndome cosquillas.
Aunque odio las cosquillas me hace reír a carcajadas y disfruto el momento.
—¡Ufff... la noche promete señor Castelli! —exclamo cuando logro hablar de nuevo.
Abandono sus cálidos brazos, me pongo de pie y recojo mi ropa del suelo. Rápidamente vuelvo a colocarme la tanga,
estoy poniéndome la blusa cuando me detiene.—No te vistas, preciosa—Lo cuestiono con la mirada—. Quiero verte andar por mi casa en ropa interior... ese conjunto de encaje rojo me fascina.
—¡Estás loco!
—Eres tú quien me vuelve loco, Isabella —dice al tiempo que su mirada recorriendo mi cuerpo parece hacerme el amor.
Cuando deja de mirarme recoge su camiseta y su pantalón que también han terminado esparcidos en el suelo.
—¿Y tú no te quedaras en ropa interior? —pregunto al ver su intención de ponerse el pantalón.
Me dedica una media sonrisa provocativa y enarca una ceja.
—¿Tú quieres que me quede en ropa interior?
—Sí, no... —las palabras me salen torpemente.
—¿Sí o no, Isabella? Sólo tienes que pedirlo. Pídemelo y lo tendrás.
Tener a Lorenzo Castelli semi desnudo al alcance de la mano es seguramente el sueño de cualquier mujer que aprecie la belleza masculina, y estaría mintiendo si dijera que quiero que cubra su perfecto torso y esas tabletitas de chocolate que invitan a pasar la lengua por cada una de ellas; o decir que quiero dejar de apreciar ese firme trasero capaz de volverme loca. No, no quiero que vuelva a vestirse. Es más debería ser ilegal ocultar un escultural cuerpo como el suyo. Sin embargo, no le voy a dar el gusto de presumir que me tiene babeando por él.
Lo miro encogiéndome de hombros y luego respondo:
—Haz lo que quieras, me da igual...—Y tras dejarlo con la boca abierta salgo del despacho meneando las caderas.
Le oigo reír mientras me alejo y no puedo evitar reír yo también al recordar la cara que puso.
Segundos después lo tengo tras de mí abrazándome desde atrás.
—¿Así que te da igual? —me susurra al oído mientras se pega a mi espalda y sus manos se ahuecan en mis pechos.
Cierro los ojos y largo un suspiro.
—Sabes bien que no es así... Lo dije sólo para bajarte un poquito ese ego tan grande que tienes...
Entierra su rostro en mi cuello y ríe sobre él, su aliento allí me hace estremecer.
—No es sólo el ego... —me susurra al tiempo que sus caderas se pegan a mi trasero, dejándome claro que no solamente su ego es enorme.
—No, claro que no sólo tu ego es grande... pero lo otro no me molesta —replico entre risas—. Y ahora haz el favor de alimentarme, ¡Estoy famélica!
—Sus deseos son órdenes, señorita Rienzo —dice tomando mi mano para conducirme a la cocina.
No había tenido oportunidad de entrar en su cocina antes y debo decir que asombrosa, como todo su departamento.
Es muy amplia y vanguardista, decorada en tonos terrosos y con electrodomésticos en acero inoxidable. En el centro se encuentra el mesón rodeado por tres taburetes de color blanco a cada lado y sobre él recae la moderna luminaria.Tomo asiento en uno de los taburetes mientras observo todo a mi alrededor. Lorenzo revuelve dentro de una de las alacenas y hasta dar con lo que parece estaba buscando.
—¿Te gusta la pizza? —dice volviéndose hacia mí; en sus manos tiene un tarro que dice harina.
—¿Y se supone que tú cocinarás?
—Te dije que lo hacía muy bien, así que voy a demostrártelo. Vas a deleitarte con la original pizza italiana.
—Mi piace la pizza signor Castelli —digo en un primitivo italiano que le hace sonreír.
Deja el tarro con harina sobre la mesada y camina a paso lento hasta llegar a mi lado.
Se inclina sobre mí y murmura sobre mis labios:—Usted signorina Rienzo, mi piaci così tanto tanto....
Tomo su rostro entre mis manos, y beso sus labios con dulzura.
Definitivamente soy incapaz de resistirme a sus encantos.
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Deliciosa Adicción
RomanceCuando la periodista Isabella Rienzo descubre la traición de su prometido a días de su boda, promete no volverse a enamorar. Todo se complica cuando una mañana despierta en la cama del terriblemente sexy y arrogante Lorenzo Castelli, quien desplegar...