Cara Williams y Denis Preston son mejores amigos desde niños a pesar del ferviente odio que hay entre sus familias. Una amistad indestructible o eso es lo que parece hasta que un terrible secreto que podría dejar una marca imborrable en la vida de a...
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— ¡Cara! —Oigo a mi madre gritar desde abajo. —La huérfana de tu amiga está aquí —me anuncia.
— ¡Denme un minuto! —les pido a ambas entre exclamaciones, me retoco un poco el maquillaje antes de ir escaleras abajo. El celular me vibra con una llamada de Dénis en espera de que le responda, esta es la llamada número setenta desde anoche.
Tuve que apagar el teléfono para poder dormir pues no dejaba de sonar, pienso un segundo en sí debería contestarle o no. Su actitud agresiva de ayer realmente me desquicio, pero también sé que la mayoría de las veces no usa el cerebro como debería cuando el enfadado se le sube a la cabeza.
Decido que ya es suficiente castigo por hoy respondiéndole por fin. — ¿Hola? —un suspiro aliviado resuena del otro lado de la bocina.
—Joder Cara —toma un poco de aire. — ¿Por qué no respondes a mis llamadas? Te he hecho miles desde anoche —el tono de su voz es como el de un niño regañado.
Tomo una respiración larga para poder responder, y darle una explicación adecuada de mi comportamiento distante. —Estaba molesta porque has sido un monstruo conmigo, y además no piensas en que no quiero que te hagan daño y tú te metes en problemas como si fuera tu hobby favorito.
Otro suspiro pero este suena casi desesperado.
—Vale, lo siento ¿sí? Pero debes saber me haces más daño tú al no dirigirme la palabra. — expresa, eso me conmueve. Nunca puedo permanecer enojada con denis por más de veinticuatro horas.
— Voy a perdonarte si prometes no meterte en un lio otra vez —sentencio, un breve silencio se asienta entre nosotros para luego decir: —Entonces gracias por ser mi amiga todos estos años... fue un placer conocerte —bromea el rizado.
Pongo los ojos en blanco, soltando una leve risita.
— Denis...—le regaño,
—Está bien, lo prometo —murmura con voz cansina como lo haría un niño travieso.
—Bueno ya que te perdone, tengo que irme iré al centro comercial con Bárbara. Hasta luego, te quiero.
—Yo también te quiero nena. — contesta y de ese modo finalizo la llamada.
— ¡Cara! —ahí está la voz de mi madre otra vez.
—Ya voy.
Bárbara se encuentra conversando con mi madre sobre cómo le ha estado yendo en la carrera de medicina comiendo de las galletas con chispas de chocolate que ha preparado por la mañana.
—Es complicado. —suelta un suspiro— Solo lo hago solo para complacer a mis padres, me habría encantado ser diseñadora de modas y tener mi propia línea de ropa, ser algo así como la nueva Coco Chanel —le cuenta a mi madre con emoción en tanto mi madre la mira con una combinación de tristeza y ternura.
