Cara Williams y Denis Preston son mejores amigos desde niños a pesar del ferviente odio que hay entre sus familias. Una amistad indestructible o eso es lo que parece hasta que un terrible secreto que podría dejar una marca imborrable en la vida de a...
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—Taylor está aquí —me avisa mí madre, en cuanto esa información salió de su boca, baje las escaleras de dos en dos cuál niña entusiasmada por la llegada de Santa Claus.
Solo que este Santa Claus llevaba consigo un cuerpo de infarto y una mirada que podría derretir a cualquier chica con tan solo posar su mirada en ella.
Claro que cuando me refiero a cualquier chica estoy hablando de mí.
Su auto estaba estacionado frente a mí casa con él reposando su espalda cómodamente en la puerta del pasajero con un cigarrillo en su boca.
Al verme sus ojos destellan alegría y en su boca se asoma lo que sería una sonrisa si no fuera por el cigarro que la estropea, se ve tan guapo como todos los días enfundado en sus vaqueros mezclilla, ajustados por supuesto, camiseta blanca y su inseparable chaqueta de cuero café.
Me acerco a él sin quitarle los ojos de encima.
Como si pudiera.
Le arrebato el cigarrillo de la boca con una mueca en mí rostro. —Sabes cuánto detesto que metas veneno en tus pulmones —le regaño y luego le doy un pequeño beso en los labios.
—No puedo hacer nada, es un vicio del que no puedo deshacerme, al igual que tu —se excusa envolviendo mí cintura con sus manos atrayéndome hacia él y devolviéndome el beso de forma feroz y posesiva.
Jamás me ha besado con ternura, siempre ha sido así desde que empezamos, me he tenido que acostumbrar a ello, pero tampoco es que me desagrade su forma de besar. Taylor interrumpe el beso y dice:
—Si no nos vamos, no nos dejarán entrar —hago un puchero por haberme alejado tan bruscamente de sus labios.
— ¿Y si nos perdemos las clases? —Le propongo con seriedad él ríe divertido, mira con un picardía todavía abrazándome.
— ¿Desde cuándo el cerebrito de la escuela quiere faltar a sus clases? —indaga metiendo un mechón rebelde a mi oreja. Me muerdo el labio pensando en una respuesta que lo deje sin argumento.
— Desde que salgo con el chico más guapo de la universidad, y porque quiero hacerlo —le dedico una sonrisa coqueta.
Taylor pega su boca en la mía y el sabor a cigarro con menta invade mis papilas gustativas.
—Mí nena se volvió una chica mala —susurra cerca de mis labios.
Pongo un poco de distancia y suelto de repente: —No me digas nena —demando mirándolo a los ojos, Taylor me contempla confuso
— ¿Qué? ¿Por qué no? — cuestiona arrugando el entrecejo.
"—Oh no es nada, es solo que el imbécil de mí mejor amigo me dijo así cuando decidió dejarme y no quiero recordarlo. —"pienso para mis adentros.
