Denis 24

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Aquello que por desgracia presencié me hizo sentir como la sangre en mis venas se detenía, y en su lugar una rabia que jamás pensé poseer me emanaba desde dentro

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Aquello que por desgracia presencié me hizo sentir como la sangre en mis venas se detenía, y en su lugar una rabia que jamás pensé poseer me emanaba desde dentro.

En palabras más sencillas sentí como mi corazón se volvía hielo.

Seguí mi camino a pesar de que Cara me pedía que parará, no quería verla a los ojos y ser testigo de una felicidad de la que mi egoísmo no estaba de acuerdo.

— ¡Denis pará! —me obligo a detenerme poniendo una mano sobre mi abrazo, y la quito de encima con un movimiento tan brusco que la hice retroceder.

Me vuelvo para encararla dedicándole una mirada lúgubre. — ¡Con una mierda, déjame tranquilo! Déjalo ya ¿vale? —espete alejándome de ahí con rapidez para no sentirme culpable por cómo me miraba.

Entre a la clase de estadísticas tarde, pues el señor Steven ya se hallaba explicando las variables cuantitativas.

Abrí la puerta y entre sin importarme si podía o no, arrojé la mochila en mi lugar llamando la atención de todos incluyendo el profesor.

—Bienvenido a la clase Preston —dice con notable sarcasmo en su voz.

A lo que ignoré sentándome  para escuchar la clase, pero no continuó sólo me miró como esperando algo de mí, igual que todos pues no me quitaban la mirada de encima.

— ¿Que? —pregunté molesto.

—Estoy esperando una justificación a su retardo —exige saber.

—Lo qué debe importarle es que he asistido, las explicaciones sólo se las doy a mi madre —escupí y una oleada de burlas de parte de los alumnos invadió el salóna consecuencia de eso el profesor Steven me fulminó con la mirada.

—Salga de mi clase Preston y vaya a detención para comunicar porque lo he echado —ordenó furioso, muy furioso de hecho. Colgué mi mochila en mi hombro y salí del salón directo a detención como me lo había pedido cocoliso,  mejor conocido como el profesor Steven.

Es de complexión baja, robusta, piel  tan amarillenta que tiene que evitar usar esos colores para no camuflarse, una calva brillante cual bola de cristal, y con poca tolerancia a las respuestas honestas.

Entro y tomó asiento en una de las sillas azules que me hacen sentir como en un hospital, Nuria la secretaría teclea con rapidez algo en el computador con semblante aburrido por estar recibiendo tan a menudo chicos problema, me imagino.

— ¿Porque estás aquí? —me cuestiona sin despegar la vista del aparato.

—Por designios de cocoliso —le explicó, ella hace una mueca ante mi contestación.

—Ya veo porque, debes esperar a que el otro chico salga, mientras tanto lee una revista —propone con desgana, diez minutos más tarde la puerta de detención  se abre.

Por Ti Lo  Haría( Disponible en Amazon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora