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Marinette respiró hondo mientras recogía sus cosas. Había sido otra sesión improductiva. Se despidió de Wayzz y del maestro Fu antes de irse. Su entrenamiento de primeras no parecía ser algo de otro mundo, pero era agotador, más mental que físico, y todos sabemos que ese es el peor cansancio. Fu se lo había dejado claro: de nada le servía ser buena en combate físico si su mente no estaba ejercitada también, así que era habitual las meditaciones en las que buscaba ayuda de las portadora pasada, la mujer que se le hacía tan familiar. Cada vez que meditaba, si lograba volver a aquel lugar envuelto en la neblina, se enfrascaba en encontrarla y, si lo hacía, era imposible acercarse o sacar algo de ella. La había visto ese día, pero de nuevo, se le había escabullido de las manos. Era como si no la escuchara o, en el peor de los casos, que no la quisiera escuchar.

—Significa que no quiere hablar contigo —le dijo el maestro Fu.

—No me había percatado de ello —dijo Marinette, sarcástica. Estaba cansada y comenzaba a dolerle la cabeza.

—No es el tiempo, Marinette. Ella solo habla cuando tiene que. No es como las otras.

—¿Otras? ¿Qué otras?

—Lo hablaremos mañana, ve a descansar.

Puedo hablar con más de una, pensó esperanzada. Había sido demasiado tonta como para no pensar en esa posibilidad. Sabía que habían más portadoras. Sin embargo... ¿Cómo llamaba la atención de las otras? No sabía quienes eran, fueron, como lucían... Así que su esperanza volvió a ser una atormentada resignación. Tenía que ser esa mujer, no había otra opción. Así que se dijo que dejara de pensar en ello, después de todo no podría haber un avance hasta su próxima sesión con Fu y hacerlo sola era demasiado riesgoso.

Pero durante todo el camino no dejó de pensar en ello. Le mortificó tanto... deseó poder hablarlo con Alya, pero su sentido común le decía que no. Y Tikki... ella la confundiría más, sabía que sí. Por un momento pensó en llamar a Adrien, pero era algo absurdo, no podía hablarle de nada de eso. Luego pensó en Chat Noir... Él entendería. Él también debería ir a ver al guardián, pero ella no tenía forma certera de contactarse con él. Los ataques de akuma no se repitieron luego de Lila, y tampoco siguieron las patrullas constantes. De alguna forma simplemente no habían akumas y eso le ocasionaba un mal sabor en la boca. 

—Creo que extraño a ese estúpido gato —se dijo a sí misma.

Ese fue el instante en el que el autobús en el que iba se detuvo, pero no fue en la calle del instituto. Es más, ni siquiera era tráfico. Marinette bajó del autobús junto con todos los demás, quienes gritaban y corrían en dirección contraria. En frente se había formado un gran cráter, y lo peor de todo era que el causante estaba en él. Ahí en medio había una mujer dorada. La visión de ella hizo que algo se revolviera en la mente de Marinette, como si fuera la pieza de un rompecabezas que ni siquiera existía. La mujer no le dedicó una mirada a Marinette ni a los pocos ojos curiosos que se asomaban a ver el desastre, sino a la causante de su desgracia: una figura blanca, alada, que estaba preparada para arremeter contra ella. Marinette esperaba un impacto pero antes de que pudiera suceder la mujer dorada se convirtió en polvo y se arrastró fuera de allí. La figura alada la siguió envuelta en un aura de furia. Entonces fue cuando ella entendió: no era que la mujer dorada estuviera destruyendo la ciudad.

Estaba siendo cazada.

Marinette corrió al escondrijo más cercano.

—Tenemos que irnos de aquí, Marinette 一le dijo Tikki, asustada, pero Marinette no notó eso.

—No hay tiempo —dijo ella—. Tikki, ¡transfórmame!

Tikki chilló al ser absorbida por los aretes, y Marinette se percató de ello luego. No había marcha atrás, luego le preguntaría.

¿Quién es Chat Noir? [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora