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Chloé le lanzó la taza de té, vacía, a Ámber, que impactó con gran sonar en su cabeza y posteriormente en el suelo.

¡Chloé! le reprendió Marinette, recogiendo la taza.

La niña soltó un bufido mientras se cruzaba de brazos. Odiaba cuando Ámber quería jugar con ellas, se llevaba toda la atención de Marinette. Además, estaba obsesionada con jugar a tomar el té incluso cuando ya se había acabado el jugo y no tenían más nada que verter en la tetera o tazas. A Chloé le resultaba ridículo. A ella le gustaba más jugar a las muñecas, le divertía cambiarles el atuendo y hacerlas modelar por su alfombra, o hacer que Marinette se probara su ropa y hacerla modelar por la habitación. Chloé no era fanática del modelaje, al menos si era ella quien modelaba, pero le gustaba decirles a las personas qué usar o que no.

Eso fue descortés dijo Marinette, sus cachetes inflados, como siempre estaban cuando se enojaba con la rubia.

Yo no las mando a jugar juegos estúpidos dijo Chloé, como si no fuera nada, mientras peinaba el cabello de su muñeca, rubia como ella.

Estúpida tú le gruñó Ámber con las lágrimas en el borde de sus ojos.

Al menos a mí no me han golpeado con una taza dijo Chloé.

A Marinette le sorprendía la calma con la que discutía con Ámber, cuando era con alguien más como ella lo hacía fuerte y con burla o enojo, pero con su hermana siempre se la veía tranquila, como si ella supiera de antemano lo que Ámber pudiera hacer.

Ámber tomó la misma taza que le había lanzado su hermana y la arrojó contra ella, Marinette no tuvo tiempo de adveritrle a Chloé. No fue necesario, ella ni siquiera se movió y la taza nunca le impactó. Chloé lo sabía: su hermana tenía la peor puntería de toda la historia.

¿Podrían dejar de pelear? pidió la azabache.

Ambas hermanas soltaron un bufido, volviendo a lo suyo, ignorando a la niña.

A Marinette no le importó mucho, aunque le hubiese gustado entender por qué. Chloé había cumplido años hacía una semana y aquel día fue el que se dignó a dirigirle la palabra. No le había mencionado nada sobre el niño de ojos verdes, aunque estaba segura de que ella lo conocía; Marinette tenía miedo de que Chloé quisiera alejarlo de ella. Chloé siempre se salía con la suya y, aunque la azabache no entendía por qué ella estaba molesta con ella, pensaba que algo tenía que ver su nuevo amigo en ello.

Esa noche no fue Chloé la que la invitó a una pijamada, había sido Ámber que había pedido permiso a su padre para telefonear a la panadería y ella misma pedirle permiso a Tom Dupain. Fue algo raro, la niña no estaba muy acostumbrada a estar con la hermana mayor aunque sí convivía con ella. Cuando llegó Ámber le contó lo emocionada que estaba porque no tendría que volver a viajar por un tiempo. Ella viajaba a muchos concursos de modelaje para niñas por toda Europa, Ámber era una ganadora por naturaleza, nunca perdía y no pensaba en ello ni un poco. Su madre, la señora Bourgeois siempre la acompañaba. Ámber adoraba a su madre pero Chloé parecía reacia siempre a darle cariño como lo hacía su hermana, aunque Marinette no entendía.

Había demasiadas cosas que no entendía.

Como la hermana de André, el padre de Chloé y Ámber. Ni siquiera las niñas Bourgeois sabían a ciencia cierta su nombre, ellas no preguntaban nada al respecto, les aterraba. Así que por las noches, cuando comenzaban a crearle una nueva vida a esa extraña mujer, la llamaban Andrea.  A Chloé le molestó cuando decidieron ese nombre porque pensó que era muy bonito y la señora esa le daba miedo. No se lo diría nunca a Marinette, pero a veces tenía pesadillas en la que los ojos de su tía la perseguían, de un azul sombrío, tratando de capturarla.

¿Quién es Chat Noir? [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora