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Para el momento en que Bridgette se animó a sacarlas de su escondrijo, las calles estaban desiertas. No sabía dónde estaban los afectados por Style Queen, pero era mejor no cuestionar los golpes de suerte. Todos ellos —Juleka, Rose y Nino— corrieron hacia casa de su tía Sabine. Sabía que estarían seguros allí, y, sobre todo, quería procurar que sus tíos estaban a salvo. La última vez que había hablado con ellos le contaron que su tío Tom se había caído en la cocina y tenía el tobillo torcido. Si ellos necesitaran huir eso procuraría un fatal retraso y Bridgette estaba dispuesta a generar distracción para que se marcharan si la situación lo ameritara.

Nino lucía muy asustado. Bridgette se lo topó mientras iba a por Juleka y Rose. Él estaba buscando a Alya y ella lo tranquilizó diciéndole que ella seguro ya había optado por ir a casa de su tía Sabine, así que Nino las acompañó a regañadientes.

Sin embargo, cuando Sabine les abrió la puerta, temerosa, les preguntó por Alya. Ella nunca había llegado al punto de encuentro.

Ahora Bridgette tenía que lidiar con resguardar a un ansioso Nino, dispuesto a salir de la casa en cada segundo.

Ella revisó a sus tíos. Procuró que se mantuvieran a salvo y que no abrieran la puerta a nadie a menos que fuese Ladybug, porque Bridgette estaba segura de que Marinette no acudiría allí en su forma civil, al menos, no sin haber resulto todo aquel embrollo. Eso hacía que Bridgette se llenara de impotencia: ¡ella debería estar allí fuera, ayudándola! Pero no podía salir y dejar a sus amigos allí, como si nada.

Ahora, pensaba que Henry y Jean-Luc, en lo desprotegidos que deberían estar. Pensó en Félix y en cómo ella le trató. Ahora se arrepentía, como siempre que le soltaba tres maldiciones al rubio, preocupada de que algo malo le sucediera.

Mas sólo le quedaba la espera. La angustiosa espera.


❇❇❇


Le Blanc y Ladybug cayeron sordamente en el suelo. Afuera reinaba el silencio, un silencio de los que indican que pronto se avecinaba algo peor. Dentro de la tienda parecía reinar el mismo silencio, cosa que no le agradaba nada a Ladybug.

Tocaron la puerta y escucharon varios quejidos al otro lado de la puerta. Tom Dupain se asomó y parpadeó varias veces, como si le costara procesar lo que veía. Abrió la puerta y dijo:

—Amor..., te buscan.

Ladybug ladeó la cabeza, confundida, pero Le Blanc se abrió paso dentro con dificultad, soltó un suspiro ruidoso, como si hubiera olvidado algo y susurró algo en un idioma que Ladybug no sabía hablar.

Fterá.

Las alas de Le Blanc brillaron con un débil resplandor y luego desaparecieron. Su melena rubia cubrió toda su espalda, como una cascada plateada.

Vaya, pensó Ladybug, de verdad que es poderosa.

—¿Es Marin...? —comenzó a decir Sabine, saliendo de la parte de atrás, y se fijó en Le Blanc—. Oh, Dios mío...

—Hola, Sab —le sonrió la heroína.

Sabine Cheng se quedó quieta durante unos instantes y luego comenzó a llorar. Lo hizo sin hacer ruido, las lágrimas sólo se deslizaban por sus mejillas como si se tratara de una fuente. Tom no fue a su lado de inmediato, como Ladybug pensó que sucedería. En cambio, con dificultad, dio un paso hacia atrás mientras se sostenía del mostrador y dejó que Sabine lo enfretara sola.

Sabine se abalanzó sobre Le Blanc, envolviéndola en un abrazo, ahora sollozando con ganas. Le Blanc le sonrió con dulzura, algo que desconcertó a Ladybug, y le pasó la mano por el corto pelo azabache.

¿Quién es Chat Noir? [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora