I: Obsesionado con Haru

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Hace siglos, la sociedad se dividió en tres grupos: los primeros pertenecían a la clase más alta, quienes lideraban siempre y tomaban el mando de la civilización; los segundos eran de clase media por ser comunes y los terceros eran marginados. Alfas, betas y omegas; tres personalidades totalmente diferentes que convivían con el único objetivo de procrear una nueva vida.

Sin embargo, esa jerarquía fue evolucionando con el paso de los años. Los omegas, que eran repudiados por su condición durante el celo, y los betas se convirtieron en personas iguales a los alfas. La humanidad no se fragmentaba por ser alfa, beta u omega. Cada individuo tenía la posibilidad de trabajar y desarrollarse profesionalmente, aunque claro, los omegas siempre iban a estar al tanto de lo que acontecía a su alrededor, pues a pesar de que la discriminación era mínima, ellos aún entraban en celo. Por este motivo, los científicos lograron crear un supresor para los alfas. El medicamento era capaz de inhibir al alfa de sus deseos carnales, a menos que el omega quisiera ser marcado.

La actualidad podía ser muy fácil de describir, incluso sin esas tres etiquetas. De hecho, la mayoría de la gente optó por no decir si era alfa, beta u omega, pues ya no debía importar en la sociedad.

Rin.

—Sousuke —lo llamé gruñendo y tamborileé la puerta de la recámara —. ¡Joder, despierta o tumbaré esta maldita...!

—Rin —murmuró del otro lado —. ¿Por qué me levantas tan temprano? —preguntó mientras abría y bostezaba formando una enorme o con los labios.

—¿Será porque tienes trabajo? —le recriminé frunciendo el entrecejo. Él me miró sonriendo y revoloteó mis cabellos, como si fuera suficiente ese gesto.

—Vete a tu sesión, estaré bien. —Solté un suspiro al escucharlo.

Era obvio que, si lo dejaba, volvería a meterse debajo de las sábanas. Ése es un típico sábado en la mañana para Sou; un sábado sin ganas de mover un cabello. Su trabajo en el bar consumía sus noches, pero, ¡es el dueño!

Yo todavía me preguntó por qué le gusta estar en ese bar hasta que se marcha el último cliente. Él contrató personal, se supone que la razón de esto es para que no se la pase ahí vigilando. En fin, no es mi problema que se desvele por mero gusto.

—Me llevo el coche —avisé delineando una sonrisita en mi rostro.

—¿Ah? ¿Por qué? —Me di la vuelta y, por supuesto, el perro me siguió lloriqueando por su grandioso y maravilloso auto.

—Porque soy Rin, ¿no te basta esa explicación? —Crucé el pasillo y la sala rumbo a la entrada del apartamento.

—¡Oe, Rin! —bramó, pero no le hice caso.

Mis caóticos días iniciaban con un baño de burbujas a las siete. A las ocho, mi piel estaba cubierta con cremas y menjurjes que me mantenían fresco y reluciente. A las nueve desayunaba cualquier fruta o cereal que Sousuke compraba. A las diez recibía una llamada y mis piernas se movían hacia la agencia de modelaje más famosa: Cherry.

Claro, yo soy uno de los modelos principales. Las personas me dicen que luzco como una mujer porque mi piel es perfecta, mi cabello es sedoso y, sí, mi cara es mi orgullo, pero bueno, ellos hablan de todos. No me molesta ser el centro de atención ni me enojo al oír rumores de mí, ya me acostumbré.

Estacioné el automóvil en mi espacio privado, jalé mi bolso café y fui directo al ascensor. Oprimí un par de botones y en seguida me llevó al piso siete, en donde las chicas me esperaban ansiosas y preocupadas.

—¡Rin! —exclamó Natasha, la morena de melena azabache.

—¿Qué es esto? ¿Un huracán? —Ella me agarró del brazo derecho y, apresurada, me condujo a mi vestidor.

—Jimmy nos canceló hace veinte minutos y el camarógrafo dijo que tú serías su reemplazo. —Ingresó al cuarto y me tumbó en la silla frente al espejo grande.

—¡¿Un reemplazo?! ¿No necesitaban a un rubio? ¿Por qué yo? Ni siquiera tengo el cabello rubio —bufé. Natasha me vio por el vidrio y exhaló una vez más.

—Lo sé y cambiaron a la pareja.

—¿Y quién es mi pareja? —cuestioné con la boca entreabierta.

—Haruka Nanase. —Tragué saliva de sólo imaginarme en el mismo sitio que él.

¡Por dios! Haru vendrá, ¡Haru será mi pareja! No me lo creo. ¿Estoy soñando? ¿Acaso un sueño puede emocionarme tanto? Mi corazón está latiendo como loco. Nunca me visualicé con Haru porque ese estúpido pelinegro es el número uno aquí y no le agrada la idea de compartir una sesión fotográfica con alguien más.

Oh, ¿eso significa que soy especial? ¿Me conoce? ¿Haru me conoce?

—Cierto, Rin, Zack me comentó de tu obsesión por Nanase, pero te digo que no te ilusiones porque ese chico es frío. —Nat empezó a buscar las prendas que utilizaría, por lo que aproveché para mensajearle a Sou.

"¡HARU Y YO TENEMOS UNA SESIÓN!"

"¿Ese mocoso? ¿Por qué?"

"Parece que no estás feliz por tu mejor amigo <//3".

"Eh, Rin... Estoy ocupado. Te localizo antes y charlamos".

—¡Maldición! —Aventé mi celular en la repisa y chasqueé los dientes.

A los cinco años, mi padre murió en un accidente en alta mar. A los doce, mi madre falleció de un paro cardíaco. En ese momento, sentí que no tenía sentido seguir existiendo. Lo que amaba me era arrebatado lentamente, y eso me dolía. Yo nunca he sido muy fuerte y es fácil que ese tipo de sucesos me derrumben.

En esa época, me extravié en el camino y choqué contra un muro. Mi hermana sufrió mucho, pero yo no la consolé. Ella terminó alejándose de mí y yo encontré una salida en la muerte. Intenté ahogarme en el mar, justo donde mi padre perdió la vida, y no pude. Mi cuerpo me lo impidió porque sabía nadar y me frustré demasiado.

¿Por qué continuaba viviendo? ¿Para qué?, ésas eran mis preguntas diarias. No hallaba algo que llenara mis vacíos sentimientos y me dejé hundir. Me hundí en la derrota, en la desesperación y en el dolor. Entonces, en una tarde calurosa, vi un poster de Haru con un fondo cubierto de pétalos de cerezo y me enamoré de él. Quería ser un reflejo de él.

Haru ha sido mi salvación y mi amor platónico.

—¿Está Natasha? —giré la cabeza a mi derecha y me sorprendí por su belleza.

—H-Haru... —titubeé. Su mirada no se apartó de la mía en ningún segundo y contempló mi ridícula expresión.

Recuerdo que cuando lo observé en ese anuncio, lo primero que me fascinó fueron sus ojos azules. Un azul intenso cargado de emociones; un azul electrizante que me cortó el aliento. Sus ojos son una obra de arte y combinan con su personalidad solitaria.

—¿Eres el modelo? —Finalizó dentro de la habitación y cerró la puerta.

—Sí —afirmé embobado. En serio, ese tipo es perfecto.

—Hm, no luces mal —musitó con una voz suave y se acercó a mí con paso lento —. Eres Rin Matsuoka.

—¿Sabes mi nombre completo?, es decir, obvio que lo sabes, pero ¿cómo?

—Lo sé y punto. —Se inclinó delante de mí e inhaló mi aroma o mi perfume o lo que sea, pero me estaba olisqueando y yo me derretía al sentir su aliento caliente golpeando mi cuello —. ¿Usas supresores de omega?

—¿Qué? —lo empujé. Haru sonrió de oreja a oreja y sujetó mi mentón con su mano.

—Detesto a los omegas y tendré que trabajar contigo porque ya firmé el contrato, así que no te atrevas a hablarme —ordenó —. ¿Entendido, Rin?

—¿Los omegas te dan asco? —agaché la vista temblando. ¿Haru me odia por ser un omega?

—Rin, te mandé mensaje. —Sousuke entró y rápidamente alejó a Haru de mí, protegiéndome con su cuerpo —. ¿Qué le hiciste a Rin? 

Tú eres mi reflejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora