XXVII: Tú eres mi reflejo

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Sousuke.

Rin y Sakura se mudan hoy a un nuevo apartamento, ubicado a las afueras de la ciudad. La propiedad fue adquirida por Nanase hace un año, pero estaba desolada porque él residía en un edificio del centro. Ese lugar, alejado de la sociedad y del tráfico, será el hogar de ellos.

No conozco la casa, tampoco sé si Rin y Sakura estarán bien con Nanase, pero estoy seguro de que tendrán problemas. No obstante, los problemas fortalecen una relación y esos dos no son una simple pareja de novios; ahora están más unidos. Sakura sólo vino a dar ese empujón que necesitaban.

Tal vez me sienta solo. No escucharé los gritos de Sakura al despertar ni veré las carreras de Rin hacia la cocina para ir a buscar el biberón. No escucharé sus hermosas risas al burlarse de mí porque los chicos del bar se equivocaron. Extrañaré su compañía; la del Rin que me mimaba y acariciaba mi espalda o la del Rin que se enfurruñaba.

Bueno, no es como si jamás volveré a verlos. No se están yendo a otro país, sólo están madurando y formando una familia. Yo soy el único que no tiene hijos y me convertiré en el tío que le lleva regalos y dulces a sus sobrinos.

—¿Es la última caja? —preguntó Makoto en el pasillo de la entrada.

—Sí, eso creo —respondí con un suspiro.

—¿Nostálgico? —cuestionó mientras se quitaba la camisa vieja que traía puesta y se acercaba a mí.

—He vivido con Rin muchos años, así que es difícil. Nanase me está arrebatando a mis polluelos y yo no puedo hacer algo para modificar los hechos —susurré mirando de reojo las gotitas de sudor que resbalaban en su abdomen—. ¿Haces ejercicio?

—¿Qué? Es decir, sí —afirmó nervioso, cubriéndose de inmediato con la camisa sudada y apestosa.

—Te estorba, sólo quítatela y te presto una —comenté desviando mi mirada de su fornido cuerpo.

Recuerda, es un alfa, y tú también. ¿Y eso qué? No me interesa que sea un maldito alfa, si me gusta es porque mi corazón lo ha elegido para que pase el resto de mis días contemplando su rostro en las mañanas. Además, Makoto es mi tipo. No perderé esta oportunidad.

—Oye, ya que Rin se va, ¿no quieres compartir gastos conmigo? Estará libre la habitación y dispondrás de todas las comodidades —murmuré, procurando que mi voz sonara casual y no como la de un pretendiente.

—Sería perfecto —contestó riendo—, pero no eres el mejor ocultando tus intenciones. Te gusto, ¿no?

—Me atrapaste —acepté sin más—. Entonces, ¿quieres una cita conmigo?

—¿Una? —replicó, y creí que me moría al pensar que me iba a rechazar—. Una, dos y las que gustes.

—Oigan, si ya terminaron de coquetear, ayúdenme con lo que falta —bufó Rin, quien entraba a paso veloz.

Quizá no es tan malo que se vayan.

Rin.

...

—Es demasiado —rezongó Haru al observar la sala llena de cajas, bolsas y maletas—. Tiraremos lo que no sirve o no cabremos aquí.

—¡Por dios! —exclamé sentado en el suelo, limpiando unos objetos—. La casa tiene cuatro recámaras, no seas exagerado.

—No lo soy, pero tu hermana, Yamazaki y Makoto vendrán a las ocho y esto es un tiradero —refunfuñó tratando de calmarse—. En serio, es una locura.

Dejé lo que hacía y comencé a gatear en su dirección, hasta que alcancé sus labios en un beso. Él se calló finalmente y me empujó hacia atrás, sosteniendo mis brazos por encima de mí.

—Haru, no podemos tener sexo —balbuceé separándome de su deliciosa boca—. ¿Estás excitado? Joder, eres un pervertido.

—Tú fuiste el que inició —refutó haciendo una mueca tierna—. ¿Nada de nada?

—Nada —aseveré carcajeando por su actitud infantil al no recibir lo que quiere—. Espera a que estemos en la cama.

—Está bien —murmulló y se levantó, extendiendo su mano para ayudarme—. Vamos al patio.

—¿Al patio? —repetí confundido—. ¿Por qué ahí?

—¿Necesitas una explicación?

—Supongo que no —expresé titubeando y agarré su mano para reincorporarme—. ¿Es una sorpresa?

—Lo será —aseguró, caminando hacia la puerta frente al comedor, que conectaba con el grandioso patio.

Al salir, lo primero que mis ojos vieron fue un árbol alto. No comprendí por qué quería que estuviéramos en el exterior, hasta que divisé un pequeño letrero que colgaba de una de las ramas: ¿Quieres casarte conmigo?, decía con letras rojas y azules.

—Es un árbol de Sakura —declaró como si fuera lo más importante.

—Pensé que no eras romántico —confesé agachando la cabeza—, pero eres justo la persona que deseo.

—¿Quieres casarte conmigo, Rin? —interrogó, reafirmando la pregunta que estaba plasmada en el letrero de madera.

—¡Claro que sí! —grité al borde de las lágrimas y me abalancé sobre él—. Claro que quiero casarme contigo.

—Gracias —musitó acariciando mis mechones de cabello mientras yo lloraba en su hombro—. Gracias por amarme tanto.

Hay días muy felices en mi vida. Por ejemplo, el día que papá me llevó a la playa a aprender a nadar o el día que Gou, mamá y papá celebraron mi cumpleaños en una piscina repleta de flores de cerezo.

Cuando ellos murieron e ignoré a Gou, conocí a Haru a través de un póster con un fondo de flores de cerezo. Nunca olvidaré mi sonrisa; una sonrisa real al ver cómo Haru se orgullecía de su trabajo. Delante de un cártel de publicidad, juré que lucharía para ser igual a él. Quería con todo mi corazón hallar la manera de continuar avanzando, y lo logré.

Tengo a Haru a mi lado y a Sakura, el símbolo de nuestra unión. Sakura será el reflejo de este amor y del esfuerzo que hice para alcanzar la cima. Donde sea que papá y mamá estén, sé que también serán felices.

—Rin, ¿estás embarazado?

—¿Sabes que acabas de romper la burbuja de pensamientos profundos en la que me hallaba? —dije sarcástico.

—Perdón, pero es una duda que no me deja dormir —explicó, distanciándose unos centímetros de mí—. ¿Lo estás?

—No —negué, y eso hizo que él se desilusionara—. En la próxima ocasión, encárgate de que nuestra familia crezca.

—Oh, ¿me das permiso de embarazarte? —articuló y volvió a besarme—. Procuraré que mi semen no se desperdicie.

—¿Por qué hablamos de tu semen? ¿Dónde está mi anillo de compromiso?

—Olvidé recogerlo —anunció en un balbuceo—. En la habitación está una caja roja, pero el anillo sigue en la joyería.

—No soy un hombre comprometido sin una argolla en mi dedo, ¿entendido? —Me di la media vuelta y regresé a la sala para arreglar los muebles. 





Nota: ¡no habrá Niji! Sé que algunos se ilusionaron, pero Niji tendrá que esperar. Rin y Haru están fortaleciendo su relación, así que es pronto para un segundo bebé.

Mañana actualizo Tú, mi diamante. ¡Nos leemos luego! 

Tú eres mi reflejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora