XXII: Bueno, sí

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Rin.

Hoy, Sakura cumple tres meses de nacido. Es un niño hermoso y carismático, lleno de vida y amor. Sus ojos, iguales a los de Haru, siempre me están observando en la habitación, como si no quisiera perderme de vista. Sus mechones rojizos de cabello son imposibles de peinar y se enredan con mis dedos fácilmente.

Me encanta su sonrisa; esa sonrisa que me muestra al estar satisfecho con el biberón o al ser cargado por los brazos de Haru. Cuando él lo sostiene, Sakura me jala para que me acerque a ellos y no me suelta hasta que se duerme o prefiere ir conmigo. ¿Es una clase de señal? ¿Tal vez me dice que acepte a Haru?

Sou y Sakura son el dúo de carcajadas, y Nitori y Sakura son el dúo adorable. Ese niño es tan amable, tan lindo y amoroso. Me gusta que sea expresivo; llora si tiene hambre o quiere pañal nuevo, sonríe si está feliz y es serio si alguien me lastima a mí. ¿Cómo no amarlo? ¿Cómo no mimarlo?

El primer mes fue intranquilo porque se despertaba a media noche y pedía leche, pero luego se calmó. Ahora es extraño que solloce, la mayor parte del tiempo está alegre y curioseando a su alrededor. Soy consciente de que esa curiosidad necesita ser saciada en el exterior, sin embargo, opté por permanecer en el apartamento hasta que mi cuerpo esté mejor.

En cuanto a Haru, es el papá más loco que he conocido. ¡Dioses! En serio, Haru extravió su cordura con nuestro hijo. No hay palabras para describir lo contento que está ni para medir la cantidad de amor que le tiene a Sakura. Se desvive día a día por Sakura y por mí. Es maravilloso verlo al bañar al niño porque le habla y le explica tantas cosas, que seguro el bebé olvidará cuando crezca.

—¿Duerme? —preguntó Haru al abrir la puerta de mi recámara.

—Sí, cayó rendido —respondí al darme la vuelta—. ¿Regresarás a la agencia?

—No, mañana estaré desde temprano. —Salió con paso sigiloso para no interrumpir el sueño de Sakura—. ¿Dónde están los demás?

—Sou fue al bar y Nitori está en su casa —comenté con risitas—. Tú eres el único que viene a las diez de la noche, Haru.

—¿No quieres que venga? —cuestionó, aunque ya sabía mi respuesta—. Bueno, esto no sería así, pero tú no...

—Haru, ya hablamos de eso —rezongué caminando directo a la cocina—. No me iré a vivir contigo.

—¿Por qué no quieres?

Ingresé a la cocina y me dirigí al refrigerador, de donde saqué una jarra de agua natural. Tomé un vaso de vidrio del escurridor y encaré a Haru, quien no apartaba su mirada de mí y parecía devorarme.

—¿Por qué? —repetí dejando la jarra de agua y el vaso en la encimera del centro—. Porque tú y yo no somos novios y porque no está en mis planes.

—Me rindo —articuló resoplando—. Entonces, ¿seguirás con el modelaje?

—Sakura me necesita aquí —afirmé sin titubeos—. He experimentado el dolor de crecer solo y no pienso hacer que Sakura pase lo mismo.

—R—Rin, ¿dónde demonios están tus pantalones? —balbuceó sonrojándose, algo que me sorprendió.

—Oye, estoy en mi apartamento e iba a dormirme, pero tú llegaste. No es mi culpa que estés fantaseando —murmuré desviando mi atención a otro punto de la cocina que no fuera Haru—. ¿Qué? No me digas que no lo has hecho con alguna chica.

—¿Tú lo has hecho con alguna chica? —replicó mi pregunta con enfado.

—¿Tengo tiempo para desperdiciarlo en mis necesidades? No —negué tragando saliva.

Tú eres mi reflejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora