XXVI: Hogar

325 41 6
                                    


Haruka.

Esta noche, Rin ha venido a mi apartamento con Sakura, aunque él ya estaba dormido y lo tuvimos que acostar en la habitación extra. Preparé una cena a la luz de las velas porque sé que le iba a encantar al romántico de Rin, pero la maldita pasta se me quemó y olvidé enfriar el vino, así que no es un éxito total.

—¿Quieres que te ayude? —preguntó mientras se acercaba a mí por detrás, debido a que yo movía la carne con verduras del sartén—-. Huele bien, señor Nanase.

—Sólo espera un poco, ya casi está —anuncié dándome la vuelta para abrazarlo de la cintura—. ¿Te quedarás el fin de semana entero?

—No sé, necesito que me convenzas —canturreó colgándose de mi cuello—. ¿Me convencerás?

—Lo haré —afirmé y deposité un suave beso en sus labios.

Después de un par de minutos, serví la cena y comimos escuchando música clásica en una mesita para cuatro personas, frente al balcón de la sala. Tomamos jugo de manzana que tenía en la nevera y disfrutamos como nunca.

Recordé ese día que fuimos a la cabaña y le pedí que se convirtiera en mi novio. Rin aceptó muy feliz y me besó al borde de las lágrimas. Sin embargo, yo destrocé esa felicidad y lo destrocé a él. Ahora estamos aquí, juntos, y no pienso rendirme ni volver a cometer el mismo error.

—Sakura no despertará —murmuró agitando su copa con jugo—. Señor Nanase, ¿su plan funcionó? —cuestionó, levantándose de su asiento para caminar en mi dirección.

—¿Funcionó? —repliqué con una sonrisa en mi rostro.

—Sí —asintió y cruzó su pierna derecha para acomodarse en mi regazo—. ¿Tienes condones?

—En mi cuarto.

Fuimos a mi recámara, directamente a la cama para ser exactos. Rin colocó una almohada debajo de él y comenzó a quitarse la ropa inferior, lo que nos estorbaba, así que me encargué de buscar los condones. Un bebé ahora sería maravilloso, pero Sakura consume mucho de nuestro tiempo y la relación que Rin y yo tenemos es... ¿Cómo decirlo? No sé qué tipo de relación tenemos.

Ambos nos deseamos porque él es un omega y yo un alfa; es normal que el instinto nos guie. Yo lo amo, él me ama, pero las heridas que le provoqué sanan lentamente. Él está reintegrándome a su vida y a la de Sakura, y es un proceso que tardará. Sólo debo ser paciente.

—Haru, apresúrate —bufó extendiendo sus brazos hacia mí—. Ven aquí.

Rin ya estaba semidesnudo, mostrando su erección y su desesperación en sus lindos gestos que me incitaban a devorarlo. Regresé a la cama con una caja de condones en mano y con la otra deslizando el cierre de mi estorboso pantalón. Me arrodillé en el colchón y él me jaló con sus piernas en mi cadera, casi tumbándome sobre su cuerpo.

—Eres una tortuga, Haruka Nanase —gruñó agarrando mi rostro—. Joder, ¿por qué eres tan guapo?

—¿Guapo? —repetí carcajeando—. Soy modelo, ¿lo olvidas?

—Eres modelo —reafirmó conduciendo sus ágiles dedos al botón de mi pantalón—, eres el padre de mi hijo —susurró a unos milímetros de mi boca—, eres mío y de nadie más.

—¿Sabes lo que estás diciendo? —interrogué confundido.

—Mi celo me aturde, pero dije que eres mío. ¿Tienes algún problema? —siseó atrapando mi labio superior con sus filosos dientes de tiburón.

Tú eres mi reflejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora