XIV: Ese hermoso error

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Rin.

—Yo seré un padre para ese bebé.

—Gracias por preocuparte, Nitori. —Sonreí y me sentí feliz, como si me hubiera quitado un gran peso de encima—. No sé si estoy embarazado —susurré, atrayendo la atención de él—, pero si es así, Haru necesita saberlo porque es su padre. Yo no puedo arrebatarle ese derecho y tampoco quiero mentirle.

—Perdón, tienes razón —expresó con algo de tristeza en su voz—. Soy un estúpido. Es obvio que tú amas a Haru y ésta es una oportunidad que no desaprovecharás.

—No es por eso —negué de inmediato—. Si realmente hay un mini Haru creciendo en mi interior, yo deseo que nazca rodeado de amor y Haru es una persona cariñosa, a pesar de que ustedes no lo crean.

—Oh, Nitori, ¿qué haces aquí? —preguntó Deborah, empujando la puerta para entrar a mi camerino.

—Vine a saludar, pero ya me retiro —anunció y me echó un último vistazo antes de marcharse.

—Rin, me comuniqué con tu doctor y nos está esperando. —Jaló un maletín café de una mesita y tomó un juego de llaves—. ¿Eres muy amigo de Aiichiro?

—No te imagines cosas, Deborah. Nitori no me está consolando —gruñí, persiguiendo a esa mujer de carácter indomable a través del pasillo.

Transcurrieron un par de horas en lo que bajamos al estacionamiento, ella condujo en el tráfico de la ciudad y llegamos al hospital en secreto. Nos escondíamos como criminales para no ser percibidos por los lentes de las cámaras. Mi médico me atendió rápido, pero el análisis de sangre tardó y eso aumentó mi desesperación.

—Bueno, me trajeron los resultados hace unos minutos —anunció desdoblando una hoja blanca de papel—. Rin Matsuoka, estás en perfectas condiciones.

—¿Significa que no estoy embarazado? —cuestioné dudando incluso de mi propia sombra que podía traicionarme o de los nervios que se apoderaban de mí.

—No, significa que estás sano y el bebé también —informó de la nada y con una sonrisita delineándole el rostro—. Tienes un mes de embarazo, felicidades.

—¿Deberá realizarse más estudios? —murmuró mi mánager, la única que reaccionó de los dos.

—Sí, claro —afirmó guardando la hoja en el sobre de idéntico color—. Agendaré una cita para mañana y revisaremos el estado de tu bebé, aunque eres un chico que se cuida y se alimenta bien. No creo que tengamos problemas.

Haru y yo seremos papás. Dios mío, existía esa posibilidad, pero me resistía a aceptarla porque un embarazo no es lo que yo quería. Al menos no cuando mi vida es un infierno y el padre de mi bebé está perdido en algún maldito lugar del mundo. Ni siquiera se ha molestado en llamarme, se olvidó de mí y ahora no soy yo, eres tú y yo.

Tú, una linda florecita que surgió en un día cualquiera. No merecías este destino, pero no te rechazaré. Si ya estás en camino, juro que voy a protegerte. Prometo que, si tu padre hace falta, yo te amaré en su lugar. No te arrepentirás de nacer, tú no.

—¿Rin? ¿Te sientes mal? —Deborah apretó mi mano izquierda, dándome ánimos—. Yamazaki y yo no los dejaremos.

Segundo mes.

Sou se enteró de la noticia, por supuesto, debía decírselo porque él es mi amigo. Al principio se molestó y no me habló en una semana, pero al descubrir que me mareaba mucho y vomitaba la mayoría de los alimentos, se disculpó y me ayudó a ir al baño en las noches. Dormía conmigo y me arrullaba mientras yo acariciaba mi vientre.

Tú eres mi reflejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora